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‘Concrete Utopia’: metáforas cristianas en un escenario distópico 

Concrete utopia película

IMDb

José Ángel Barrueco - publicado el 06/03/24

Filme surcoreano sobre la supervivencia tras un terremoto

Es interesante, e incluso necesario, atender a las explicaciones de su director antes de ver Concrete Utopia, que introduce un ideal utópico en un escenario distópico: expone que su película contiene paralelismos con el “Éxodo” de las Escrituras. Las referencias del cineasta al catolicismo son sutiles, pero están ahí, y conviene fijarse en ellas porque, sin duda, enriquecen la complejidad de la película. Primero, no obstante, resumiremos las líneas principales del argumento.

Cuando comienza la historia vemos un montaje con tomas reales en torno a las ventajas de una vivienda. La voz de un locutor dice: “Lo que el apartamento ha creado… es un espacio donde podemos mejorar fácilmente nuestro estilo de vida”. Tras esa muestra fragmentaria, hay un plano de apenas unos segundos donde los edificios de Seúl se derrumban. El director no nos enseña el espectáculo aterrador de la catástrofe (un terremoto), sino que nos traslada en seguida a las consecuencias: un panorama gris ceniza -muy parecido a las imágenes actuales de la guerra de Ucrania y sus casas destruidas- y, en mitad del fuego, del humo y de los escombros, un único edificio de apartamentos en pie. Milagrosamente, permanece indemne.

La cámara se adentra en ese edificio, una mole de cemento (“concrete” en el original) en la que pululan los supervivientes, contando las raciones que les quedan de agua, arroz y otros víveres. Pronto se centra en los protagonistas: por un lado, la pareja formada por Min-sung, un hombre propenso a dejarse influir por la mayoría, y Myung-hwa, una mujer a la que nunca abandona la piedad por los demás; por el otro, Yeong-tak, el vecino soltero y enigmático que será elegido como líder del bloque de apartamentos tras salvar a los inquilinos de un conato de incendio.

Cuando se forma una asamblea para escoger cabecilla y decidir el destino de “los forasteros” -o sea, quienes no son inquilinos de ese edificio y han llegado de fuera- una mujer alega que lo importante no es la fuerza, sino “el autosacrificio”. Según ella, “necesitamos un hombre que arriesgue su vida por nosotros y, con los ojos encendidos, ¡salte al calor de una llama rugiente!”. Así, a Yeong-tak, héroe del escenario de fuego, lo nombran Delegado Residente Provisional. 

El espectador comprueba que lo que parecía un sistema de gestión de crisis democrática desemboca poco a poco en una variante del fascismo: se expulsa a quienes vienen de fuera, a quienes no son propietarios de un piso; primero se les denomina “forasteros” y después “cucarachas”. La piedad abandona a los más fuertes, empezando por su líder. Se aplican prohibiciones, se exige que todos colaboren, y Yeong-tak los engaña con frases grandilocuentes: “La fortaleza de una nación deriva de la integración del hogar… Ya conoces ese dicho: ‘Proteger a tu familia es patriótico’”. Porque sabremos que es un impostor y que su liderazgo es dictatorial. Cuando descubren que un inquilino ha escondido a forasteros en su apartamento, lo echan de allí y marcan la puerta con un brochazo de pintura roja. El piso queda, así, señalado, proscrito. Los seguidores del falso profeta le siguen como si fuera auténtico y veneran el edificio como a una deidad. Entonan salvas y se sienten seguros confiando en esa mole de cristal y hormigón. Adoran a un falso profeta y a un imposible dios.  

Símbolos y paralelismos cristianos

concrete utopia película

En una entrevista con Joshua Polanski para el medio digital The Boston Hassle, Um Tae-hwa, director de la película, cuando aquel le pregunta por qué ha incluido un aire bíblico, comenta: “En la sociedad coreana, vivir en un apartamento se ha convertido casi en un valor religioso y una obsesión para la gente. Utilizando las metáforas cristianas reales, quería preguntar si esta creencia en el apartamento es válida”. 

En Concrete Utopia hay un paralelismo con el Éxodo de los israelitas, e incluso un líder cuyo verdadero nombre, Moses-beom, significa “Moisés” en la traducción. Pero, llegado a un punto, el cineasta le da la vuelta al asunto: como una deidad no puede ser un apartamento, el líder se vuelve maligno; como es un impostor, aunque lleve un bastón en plan profeta y consiga agua a los inquilinos, no representa a nada real, nada firme. Los brochazos de pintura roja en las puertas son una alusión a la sangre del cordero con la que marcaban las casas de los israelitas para proteger a sus habitantes del ángel de la muerte. A menudo vemos en algunos planos crucifijos en casas y otros símbolos, e incluso en una pared la inscripción: “AMA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO”. En determinado momento, dos personajes se refugian entre los escombros de una iglesia. La vidriera, que muestra a Cristo con los apóstoles, está entera. Es una escena de iluminación, de revelación de la fe.

Además de las numerosas fuentes cristianas que maneja el director, los lectores de ciencia ficción y los cinéfilos podemos encontrar ciertas similitudes con Rascacielos, la novela de J. G. Ballard en la que ricos y pobres sobrevivían en un edificio y formaban castas entre quienes vivían más arriba o más abajo, e incluso con El Señor de las Moscas, el libro de William Golding sobre cómo unos niños destrozan el modelo de sociedad en el que tratan de perdurar. Un filme muy interesante, en suma, que plantea una utopía de cemento dentro de un paisaje de distopía de escombros.

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