Dios nos ha hecho por amor y para amar, por eso, si entendiéramos que el Señor desea que no seamos indiferentes a los problemas de los demás, sobre todo si vemos que están pecando gravemente y de algún modo colaboramos con ellos, en parte nos hacemos responsables de esa culpa.
Pero para explicar mejor este punto, veamos lo que dice el Catecismo de la Iglesia católica:
El pecado es un acto personal. Pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros cuando cooperamos en ellos:
— participando directa y voluntariamente;
— ordenándolos, aconsejándolos, alabándolos o aprobándolos;
— no revelándolos o no impidiéndolos cuando se tiene obligación de hacerlo;
— protegiendo a los que hacen el mal.(CIC 1868)
Corregir al que yerra
El Catecismo aclara que tenemos responsabilidad en el pecado del hermano cuando no hacemos nada bueno para que lo evite, o bien, somos cómplices del pecador.
Nadie está exento de cometer pecados. Todos, de distinta manera, pecamos a diario; sin embargo, nos molestamos cuando alguien se atreve a comentarlo con nosotros. Esta época en la que tal parece que todo está permitido, nos ha vuelto indiferentes e indolentes.
Primero, porque no nos interesa que los demás comentan errores, y segundo, porque nuestra conciencia está tan adormecida que ya no sentimos remordimiento.
Esta grave situación nos debe alertar para poner en práctica las obras de misericordia, y en este caso, aplicar esta: "corregir al que yerra". Y, por ende, dejarnos corregir.
El pecado social
Pensar que lo que hagan los demás no nos incumbe provoca que caigamos en situaciones de injusticia y violencia que podrían haberse evitado.
El Catecismo continúa diciendo:
Así el pecado convierte a los hombres en cómplices unos de otros, hace reinar entre ellos la concupiscencia, la violencia y la injusticia. Los pecados provocan situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad divina. Las "estructuras de pecado" son expresión y efecto de los pecados personales. Inducen a sus víctimas a cometer a su vez el mal. En un sentido analógico constituyen un "pecado social" (cf RP 16) (CIC 1869).
Amémonos los unos a los otros
¿Cómo podemos revertir la situación de perversión moral que vivimos? Dejando de lado el individualismo. Amando a los demás; es decir, preocupándonos por su bien y procurando ayudarlos, sobre todo, impidiendo que caigan en el mal.
Recordemos que Dios nos preguntará por nuestros hermanos, como lo hizo con Caín (Gn 4, 9), por eso no podemos responder que no somos sus guardianes, porque sí lo somos. Dios nos ha manda que nos amemos los unos a los otros (Jn 13, 34) y eso implica ser responsables de su bien.
Que Dios nos ayude a cumplir sus mandamientos.