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Yo comulgo, pero no me confieso. ¿Es correcto?

Communion

Gina Vescovi | Shutterstock

Stanislav Zore - publicado el 20/02/24

Una duda que cada vez es más común: ¿se puede comulgar sin confesarse? Aquí está la respuesta del obispo Stanislav Zore

Una duda que cada vez es más común, surge entre quienes no saben si pueden comulgar sin una confesión previa. De hecho, muchas personas se acercan a la comunión sin entender la riqueza de lo que están recibiendo. Para conocer más sobre este interesante asunto, Mons. Stalisnav Zore, obispo de Liubliana, en Eslovenia, da una respuesta que Aleteia comparte en tres puntos:

1
La presencia real de Cristo en la Eucaristía

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El obispo comenta que todos los bautizados formamos parte del Cuerpo místico vivo de Cristo, la Iglesia, y debemos aceptar y vivir las enseñanzas de la Escritura y de la Tradición, tal como las enseña la Iglesia.

Además, añade que “esta pregunta abre una reflexión sobre el amor de Dios que permanece con nosotros en Cristo hasta el fin del mundo (cf.Mt 28, 20), y también sobre nuestra disponibilidad para aceptar su permanencia con nosotros. De la manera más gloriosa, pero no la única, Jesús permanece con nosotros en el Sacramento de la Sagrada Eucaristía”.

Monseñor Zore precisa:

“En nuestra experiencia y percepción cotidianas, pensamos primero en la presencia de Jesús en el sagrario, durante la adoración en la custodia, y podríamos mencionar muchos otros. Cuando los confirmandos enumeran los sacramentos de la Iglesia, suelen pensar en recibir la Sagrada Comunión en la Eucaristía”.

2
La Eucaristía es Cristo en Misa

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“Pero debemos recordar que sin la Eucaristía, en un sentido real, esta presencia de Jesús no existiría en absoluto”, puntualiza el obispo de Liubliana. “La Eucaristía, en el verdadero y pleno sentido de la palabra, es la Santa Misa. La Sagrada Eucaristía ‘es fuente y culmen de toda la vida cristiana’, dice la Constitución dogmática sobre la Iglesia (LG 11)”.

Por eso, destaca Monseñor Stalisnav, “la Santa Misa es un don inconmensurable de Dios, el mayor milagro, que se celebra día tras día con gran modestia en los altares de nuestras iglesias, con la mayor o menor participación del pueblo de Dios. Hoy hemos perdido en gran medida el sentido de la grandeza y de la riqueza del sacrificio de la Misa. Es cierto, sin embargo, que la plena participación en la Santa Misa significa también comulgar”.

Jesús nos invita y nos recuerda:

“En verdad, en verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes” (Jn 6, 53). “Si queremos responder a esta invitación, debemos prepararnos para un momento tan grande y santo (…) Quien tenga conciencia de algún pecado grande debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a la Comunión”.

CIC 1457

3
Confesarse antes de comulgar, si hay pecado grave

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En este punto, el obispo destaca: “Por tanto, si alguien se acerca a la Comunión sin haber recibido antes el Sacramento de la Reconciliación, esto no significa en sí mismo que esté pecando”.

Y agrega que “quien no es consciente de un pecado grave puede y debe acercarse a la Comunión, ya que los pecados leves se perdonan con el arrepentimiento al comienzo de la Santa Misa, con la oración ‘Señor, soy indigno’ antes de la Comunión y con la Comunión misma”.

Pero, recomienda, “una conciencia sana es necesaria para hacer un sano balance de nuestros pecados”. El Catecismo de la Iglesia católica enseña que:

“Aunque no sea estrictamente necesaria, la Iglesia recomienda vivamente la confesión de las transgresiones cotidianas. En efecto, la confesión regular de los pequeños pecados nos ayuda a formar nuestra conciencia, a luchar contra nuestras malas inclinaciones, a entregarnos a Cristo para ser sanados”.

CIC 1458

Extra
Jesús vino a salvarnos

Para concluir, el obispo Stalisnav Zore añade:

Permítanme terminar con un hermoso pensamiento de James Mallon: un sacerdote “le dijo que su vocación sacerdotal era principalmente proteger la Eucaristía de la gente… Si esta fuera la actitud de Dios, no tendríamos ni la Encarnación ni el cristianismo, y mucho menos la Eucaristía” (Más allá de los límites de la parroquia, 73).

“Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”. (Jn 3, 17)

Este artículo se realizó con información publicada por primera vez en el semanario «Družina» (Familia), volumen 73, número 3, de Eslovenia.

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