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5 consejos prácticos para empezar en la oración

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eldar nurkovic | Shutterstock

Mateusz Szerzeń - publicado el 10/02/24

La oración es un tema recurrente en la dirección espiritual pues aprender a orar es una cuestión importante para el cristiano

“Sé valiente en tu oración y el Señor te transformará de pesimista en optimista; de temeroso en valiente; de temeroso de espíritu en un hombre de fe, ¡en un apóstol!”

San Josemaría Escrivá de Balaguer

En su nuevo libro, Dirección espiritual. Una guía práctica del arte de la dirección espiritual, el padre Mateusz Szerszeń CSMA afirma que la oración es la clave de la salvación. San Agustín dice que “quien reza bien, vive bien; quien vive bien, muere bien; y para quien muere bien, todo está bien”.

La dirección espiritual pretende facilitar una vida buena que conduzca a la salvación, por lo que, por su propia naturaleza, debe tratar de la oración y enseñarla constantemente.

Menciona el sacerdote que durante las conversaciones espirituales, el tema de la oración surge espontáneamente o es provocado por una de las partes. Las preguntas más frecuentes se refieren a las dificultades en la oración, a los modos de orar y a la profundización en la vida de oración. Por tanto, el director espiritual debe estar curtido en la oración y se espera de él que revise constantemente su relación con Dios.

No puede detenerse en la mera teoría, sino que ha de mantener un buen contacto con Dios mismo. El penitente no necesita un maestro de espiritualidad, sino un testigo de la oración.

¿Qué es la oración?

El autor responde que en primer lugar, la propia definición de oración no está clara. En la Iglesia de Cristo se observan distintas interpretaciones de lo que llamamos oración. En Occidente, la oración es ante todo “conversación con Dios”. Es una especie de diálogo expresado en el pensamiento, en las palabras o durante la recitación de la liturgia del breviario.

Pero en Oriente, la oración es “estar con Dios”. En la práctica, esto significa estar contemplativo delante de un icono, repetir palabras y nombres sagrados (Hesychasm), y amar el silencio y recogimiento. “En la práctica de la dirección espiritual, intento combinar estos dos enfoques y me refiero a la oración como caminar con Dios“, agrega.

“En este caminar, puedo actuar, mirar, pedir guía y apoyo, dar gracias, adorar, contemplar al Compañero de Camino, y poner en práctica lo que he aprendido en el camino y llevar el Evangelio a toda la creación hasta los confines de la tierra”.

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1
Decidirse por empezar a rezar

Comenta el padre que otra cuestión es cómo empezar a rezar. Algunos dicen que el mero deseo de rezar puede ser una oración. No hay que subestimar este planteamiento. Las personas no siempre se sienten inclinadas a rezar, y las circunstancias externas también pueden hacer que les falte tiempo para rezar o concentrarse bien.

Es importante recordar que las personas también tienen diferentes responsabilidades en su vida de oración. Comenta que “sería un error que un monje rezara menos que una madre ocupada con tres hijos. San Ignacio de Loyola sugería que, antes de rezar, pensaramos en lo que “quiero y deseo”.

“En lenguaje actual, recomendaba buscar la motivación y la determinación para rezar. Es bueno que, al rezar, consideremos nuestro estado actual y le demos una intención concreta que nos interese”.

2
No preocuparse por las dificultades en la oración

Para el padre, una cuestión importante en relación con la oración son las distracciones que surgen. Merece la pena analizar desde el principio el contenido de las distracciones internas, ya que pueden servir de inspiración para emprender la oración por temas o personas concretas. Las distracciones externas son normales.

No debemos sorprendernos ni preocuparnos por ellas. Cuando se produzcan, no debemos luchar contra ellas, sino ser conscientes de ellas, dejar que se alejen y seguir rezando tranquilamente.

Las distracciones interiores no deben verse como un obstáculo, sino como un reto para afrontar y resolver los problemas esenciales de la vida. La oración no es entonces un lugar para luchar contra las distracciones, sino un lugar para resolverlas ante Dios y con Dios.

Una incapacidad total de un penitente para rezar puede tener diversas causas, pero lo más habitual es que esté asociada a trastornos depresivos, inestabilidad emocional o apego a los pecados mortales.

Puntualiza que “el responsable debe examinar cuidadosamente el estado del penitente y sugerirle el tipo de práctica de oración que mejor se adapte a su estado de ánimo. Imponer por la fuerza deberes de oración a personas incapaces de oraciones largas o difíciles es un abuso grave”.

3
Pedir la ayuda del Espíritu Santo

Un aspecto básico para el padre Mateusz es que vale la pena instruir al penitente que el hombre de oración debe contar con la ayuda del Espíritu Santo, pues como escribió San Pablo:

“Porque cuando no sabemos orar como conviene, el Espíritu mismo contribuye por nosotros con súplicas que no pueden expresarse con palabras. Pero el que penetra en los corazones conoce la intención del Espíritu, y sabe que contribuye por los santos según la voluntad de Dios” (Rom 8, 26-27).

El Espíritu Santo es el Maestro y el Instructor de la oración. El hombre que ora bajo la inspiración del Espíritu se incorpora al mundo sobrenatural, donde Dios purifica a menudo sus intenciones y lo orienta hacia nuevas formas de oración. El hombre madura, por así decirlo, en la oración y produce los frutos que conocemos como frutos del Espíritu Santo, que son amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí.

4
Prepararse adecuadamente para la oración

Para el presbítero, es importante recordar que la preparación para la oración en sí parece increíblemente importante al principio. Muchos encuentran dificultades en la oración porque no se preparan en absoluto. A veces, esa preparación puede llevar más tiempo que la propia oración. Se trata sobre todo de elegir un lugar y momento y eliminar las distracciones externas.

Por supuesto, nada impide rezar en cualquier momento o lugar, pero también algunas formas de oración (por ejemplo, la meditación) requieren condiciones excepcionales y la reducción de las distracciones externas. En la era de los teléfonos inteligentes, los smartwatches y los constantes mensajes de las redes sociales, cada vez resulta más difícil apartar el pensamiento de los contenidos que se escuchan y ven.

No se puede llegar a una vida seria de oración guiada por el Espíritu si no se ha pasado por la ascesis y la abnegación”.

En muchos casos, nuestros cerebros están “sobreestimulados”, por lo que entran en una especie de shock ante la oración. No podemos soportar estar aislados de los estímulos, nos aburrimos rápidamente o generamos imaginaciones y provocamos distracciones nosotros mismos.

La oración de una persona no está desligada de los demás aspectos de su vida. Las razones de las dificultades en la oración pueden ser los achaques corporales, la enfermedad o hambre, pero también la glotonería, las adicciones y la falta de ascetismo. Como nos recuerda san Pablo, la carne y el espíritu se oponen.

Jesús pasó cuarenta días y cuarenta noches orando y ayunando. No se puede llegar a una vida seria de oración guiada por el Espíritu si no se ha pasado por la ascesis y la abnegación. Muchas personas madrugan deliberadamente para dedicar ese tiempo a la oración, lo que constituye una forma de ascetismo saludable.

5
Recordar que la oración ayuda a crecer en santidad

Finalmente, el padre dice que no hay que olvidar que la oración cristiana no trata de cambiar a Dios, sino todo lo demás (incluido el propio orante). Los paganos rezaban para influir en la divinidad y obtener su favor o aplacar su ira. El cristiano reza para pedir ayuda en el cumplimiento de la santa voluntad de Dios para la salvación de la humanidad.

Esta forma de entender la oración distribuye el énfasis de manera diferente e incita a la acción. Santa Teresa de Ávila señala que el auténtico crecimiento en la oración se manifiesta en el crecimiento en la santidad, y esto significa practicar las virtudes. Jesús dijo que conocemos un árbol por sus frutos. Del mismo modo, una auténtica vida de oración florece en la práctica de las virtudes: fe, esperanza, caridad, castidad, bondad, servicio, humildad y amor constante al prójimo.

“También la Virgen es un modelo a la hora de combinar la contemplación con la acción. En la Anunciación, admiramos a María inmersa en la oración, y luego leemos en el Evangelio que ‘corrió de prisa a servir a Isabel’. No se encerró en su mundo místico, sino que se hizo contemplativa en la acción”, concluye el sacerdote.

Extraído del libro del P. Matthew Widening CSMA: “Dirección espiritual. Guía práctica del arte de la dirección espiritual”. Editorial Michalineum.

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