Los dos pilares fundamentales de una sociedad avanzada son, o deberían ser, la familia y la educación. En los últimos años hemos visto que proliferan las películas que se adentran en entornos educativos. Tratan de comprender sobre todo a los alumnos y a los maestros. No basta con mostrar que son rebeldes o que su comportamiento bordea lo delictivo (como en algunos títulos de los 80 y 90), sino que se intenta averiguar el porqué de esas conductas. En Aleteia ya hablamos de obras de esa temática: Close, El suplente, Un pequeño mundo, Los que se quedan, Llenos de Gracia…
Siguiendo el tema, ha llegado estos días a los cines el filme alemán Sala de profesores (nominada al Oscar como Mejor Película Internacional), que podría formar un programa doble educativo junto con el largometraje japonés Monstruo (estrenado hace unos meses y disponible en plataformas de alquiler). Ambos se adentran en esos territorios para explorar algo que padres y madres conocemos bien: qué ocurre cuando se originan y se extienden los rumores, las sospechas, los malentendidos, lo no dicho… Las dos películas son ambiguas porque no cuentan las historias como si fueran de buenos y de malos, no hay maniqueísmo, y por tanto vemos a seres humanos que a veces cometen errores en sus conductas.
Sus respectivos directores optan por caminos diferentes para contarlas. Monstruo se construye desde tres puntos de vista que van descolocando al espectador. Sala de profesores elige una única perspectiva, algo que quizá la vuelva más compleja desde la mirada del espectador, que tendrá que escoger dónde reside la verdad. Aunque, como dice la directora del cole del filme japonés, "Lo que ocurrió de verdad es irrelevante".
“Monstruo”: cuando actuar de forma diferente se considera una monstruosidad
Hirokazu Kore-eda es un director japonés a quien, en los últimos años, le interesa explorar el ámbito familiar, ya sea hablándonos de familias biológicas o de hijos adoptivos, o de familias que se crean por necesidad: Broker, La verdad, Un asunto de familia”, De tal padre, tal hijo… Estos filmes suelen incluir un componente cómico, próximo en algunos casos a lo que se considera "feel good movie".
En Monstruo ese registro varía, dándonos una película más oscura. Para contar la historia, se inspira en el modelo de Akira Kurosawa en Rashomon, es decir, narra unos hechos desde distintos puntos de vista.
En la primera parte tenemos a Saori, una madre viuda que comprueba cómo su hijo empieza a tener un comportamiento extraño; pronto cree que al muchacho lo está maltratando un profesor de primaria y decide intervenir para llegar a la verdad. En la segunda, pasamos al punto de vista de ese profesor, Hori, a sus relaciones fuera del centro, a su comunicación con los alumnos. En la tercera, se nos ofrece la misma historia desde la perspectiva de dos niños, Yori y Minato.
Las primeras impresiones de los personajes suelen ser erróneas, y Kore-eda nos muestra cómo cambian las cosas dependiendo del objetivo con el que se miren. La suya es una mirada que intenta comprender todos los testimonios. Pero, cuando la maquinaria se pone en marcha, las reputaciones están manchadas: por culpa de las sospechas y los malentendidos. En distintos momentos de la película se califica de "monstruo" a un alumno, y otro se llama a sí mismo con ese sustantivo; también se designa así a padres y profesores. Pero, ¿quién es el monstruo de esta historia? Solo lo sabremos hacia el final. Quedémonos con esta frase de la madre: "Cuando tengas una familia, verás que es lo más importante".
“Sala de profesores”: la verdad vence todas las fronteras
El cineasta alemán Ilker Çatak elige para su filme a una profesora llamada Carla. En el colegio en el que da clases a niños de 12 años empiezan a alertar sobre pequeños hurtos. Las primeras sospechas, fruto de los habituales prejuicios, recaen en un niño inmigrante. Pronto Carla empieza a creer que los culpables de los latrocinios son adultos e intenta demostrarlo. Esto la conducirá a mantener tensiones y conflictos con los niños, con sus familias e incluso con sus colegas de trabajo.
En "Sala de profesores", al contrario que en "Monstruo", hay una única perspectiva. Eso nos obliga a mirar todo con sus ojos y quizá a posicionarnos. La cámara solo abandona una vez el colegio para seguir a dos de los personajes.
Excepto en esa ocasión, siempre permanecemos en el centro, sometidos a tensiones que van en aumento desde que se extienden las sospechas, las delaciones, los equívocos. Una empleada del colegio llega a decir: "Aquí se destruyen existencias enteras solo por algunas suposiciones". Y Carla proclama: "Se trata de ser honesto". Ella busca la honestidad y quiere enseñársela a sus alumnos. Hay un lema en una de las paredes que reza en letras mayúsculas: "La verdad vence todas las fronteras".
Ambas películas vienen a decirnos que a menudo los problemas recaen en los alumnos, incluso aunque ellos no hayan hecho nada grave, y que el sistema logra que los perjuicios (y los prejuicios) los machaquen, destruyendo sus reputaciones entre los compañeros y convirtiéndolos en apestados y en adultos prematuros incapaces de soportar conductas y actitudes que no comprenden.