San Juan Pablo II fue un firme defensor durante todo su papado de la protección de toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural. Defendió a las madres y a sus hijos, instándoles a elegir la vida.
Era un mensaje que le resultaba muy familiar, ya que un médico aconsejó a su propia madre que abortara.
Según un artículo de la Agencia Católica de Noticias, "Emilia Wojtyla estaba deprimida por la insistencia de su primer médico, el Dr. Jan Moskała, en que abortara".
Un embarazo difícil
El embarazo de Emilia era difícil y amenazaba su vida. Su primer médico creía firmemente que si seguía adelante con el parto, moriría. Sin embargo, Emilia no quería matar a su propio hijo y cambió de doctor, ya que no quería seguir los consejos del anterior.
Su nuevo médico le aconsejó que reposara y conservara fuerzas. También se encomendó a la Virgen María durante el embarazo.
La escritora de Aleteia, Silvia Lucchetti, escribió en un artículo que "la comadrona de Emilia dejó testimonio escrito de que, durante el parto, la madre del futuro Papa quiso que se abrieran las ventanas. No era para que entrara aire fresco, sino porque en ese momento se oía el canto de una letanía mariana procedente de la iglesia cercana. 'Quiero que lo primero que oiga mi hijo sea un himno a la Virgen', explicó Emilia a la comadrona".
Nacimiento feliz
Pudo dar a luz con éxito a san Juan Pablo II el 18 de mayo de 1920, y también sobrevivió al proceso.
Desgraciadamente, moriría nueve años más tarde a causa de una nefritis, dejando al futuro San Juan Pablo II una pesada cruz que llevar de pequeño, al perder a su madre.
Sin embargo, San Juan Pablo II quedó profundamente impactado por la elección de su madre y fue un defensor de la vida durante todos sus años en la tierra, haciendo lo que podía para apoyar a las madres en embarazos en crisis.