Cuando somos jóvenes y estamos en la etapa escolar, surge la inquietud acerca de la profesión que decidiremos estudiar. Entonces, en la etapa del bachillerato, se ofrece un conjunto de rutas a seguir llamado “orientación vocacional”. Para lograr enfocar a los aspirantes, se unen disciplinas como la Psicología, Pedagogía y algunas más para ayudarles a descubrir en qué pueden aprovechar sus aptitudes.
Sin embargo, en el campo personal y espiritual, nos referimos a la vocación específica cuando se trata de optar por el llamado que Dios hace a cada uno para vivir en matrimonio, en el sacerdocio, la vida consagrada o la soltería, con la finalidad de servir a Dios y a sus semejantes, y de esta manera, ganarse el Cielo.
La vocación dada por Dios
El Catecismo de la Iglesia católica dice que “Todos los hombres son llamados al mismo fin: Dios” (1878). Y añade que:
“La persona humana necesita la vida social. Esta no constituye para ella algo sobreañadido sino una exigencia de su naturaleza. Por el intercambio con otros, la reciprocidad de servicios y el diálogo con sus hermanos, el hombre desarrolla sus capacidades; así responde a su vocación” (1879).
Ahora bien, Dios nos ha dado una vocación distinta para un fin específico. El matrimonio, para el bien de los esposos y la transmisión de la vida (CEC 2362); la vida consagrada “consiste en la profesión de los consejos evangélicos, aunque no pertenezca a la estructura de la Iglesia, pertenece, sin embargo, sin discusión a su vida y a su santidad” (CEC 914).
El ministerio sacerdotal es dado por gracia de Cristo para anunciar el Evangelio, lo que requiere “ministros de la gracia, autorizados y habilitados por parte de Cristo. De Él los obispos y los presbíteros reciben la misión y la facultad (el “poder sagrado”) de actuar in persona Christi Capitis” (CEC 875)
Ahora bien, algunos laicos son llamados a vivir en castidad, pero sin profesar votos. El catecismo dice que “los laicos tienen como vocación propia el buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios”. Viviendo en castidad tienen libertad de acción para servir donde el sacerdote, el consagrado o el casado no puede estar.
La orientación vocacional
A veces, la vocación se manifiesta pronto y la persona sabe hacia donde quiere dirigir su rumbo, otras veces no es tan sencillo; es ahí donde la orientación vocacional hace su trabajo. En muchas diócesis existen promotores vocacionales, especialmente en los seminarios y conventos, donde los jóvenes y las chicas pueden encontrar personas calificadas que les ayudan en su discernimiento.
Una de esas maneras es acudir a una experiencia llamada preseminario o pre-vida consagrada, donde se realizan actividades como las que tendrían si decidieran ingresar, complementadas con oración, horas santas, Misa, temas y testimonios. Si deciden entrar a probar, reciben acompañamiento durante el tiempo que dure su formación.
Si no ingresan, se les ofrecen opciones, pues también se les aplican pruebas psicológicas con la finalidad de realizar un perfil que les ayude a entender mejor sus aptitudes. Esta es la misión de la orientación vocacional: apoyar a los jóvenes en su decisión de estado de vida para que sean felices en el amor y el servicio a Dios y a prójimo.
Hoy celebramos a...