Entre los participantes de este Sínodo, que se desarrollará en tres fases (diocesana, continental y universal), hay un grupo que llama especialmente la atención: las monjas y los monjes de clausura.
La clausura monástica o conventual es una forma de vida consagrada que se caracteriza por el retiro voluntario del mundo, la separación física y jurídica del exterior, y la dedicación exclusiva a la oración, al trabajo y la vida fraterna. Los monjes y las monjas de clausura siguen diferentes reglas y carismas, pero todos comparten el mismo ideal de buscar a Dios en el silencio y la soledad.

¿Cómo pueden estas personas, que viven alejadas del mundo y de sus problemas, aportar algo al Sínodo, que pretende ser una expresión de la comunión y la participación eclesial? La respuesta es que los monjes y las monjas de clausura no son ajenos ni indiferentes al mundo, sino que lo llevan en su corazón y lo ofrecen a Dios con su oración y sacrificio.
Los monjes y las monjas de clausura son una presencia silenciosa pero profunda en el Sínodo. Su contribución se basa en tres aspectos:
Oración
Los monjes y las monjas de clausura sostienen, con su oración constante, el desarrollo del Sínodo, pidiendo al Espíritu Santo que ilumine y guíe a los participantes. También interceden por las intenciones y las necesidades de toda la Iglesia y del mundo. Su oración es un servicio espiritual que da fuerza y fruto al camino sinodal.

Testimonio
Los monjes y las monjas de clausura muestran con su testimonio de vida una forma radical y auténtica de seguir a Cristo. Su fidelidad a la vocación, entrega generosa a Dios, alegría en la sencillez, comunión fraterna y apertura universal son un signo profético que interpela y anima a toda la Iglesia. Su testimonio es una llamada a la conversión y a la santidad.
Reflexión
Los monjes y las monjas de clausura también participan en el Sínodo con su reflexión teológica y pastoral. Aunque viven apartados del mundo, no están desconectados ni desinformados. Al contrario, tienen una visión amplia y profunda de la realidad eclesial y social, gracias a su estudio, lectura, diálogo y discernimiento. Su reflexión es una fuente de sabiduría y de luz.

El Papa Francisco ha reconocido el valor y la importancia de los monjes y las monjas de clausura en el Sínodo. En su mensaje para el lanzamiento del proceso sinodal, les dirigió estas palabras: «A vosotros os pido especialmente que acompañéis este camino con vuestra oración incesante, con vuestra vida ofrecida, con vuestra mirada profética».
Los monjes y las monjas de clausura son una voz silenciosa pero profunda en el Sínodo. Son una voz que habla desde el corazón de Dios, desde el corazón de la Iglesia y del mundo. Son una voz que merece ser escuchada.
¿Cómo es el Sínodo?

