En medio de un ambiente festivo, 800.000 jóvenes —según el ayuntamiento de Lisboa— convergieron por última vez en el Parque Eduardo VII para un Vía Crucis, abierto por una breve meditación del Papa Francisco. Al presentar el acto, el Papa invitó a los jóvenes católicos a entregar a Cristo sus "angustias" y su "soledad".
Dejando a un lado las páginas de su discurso preparado, el Papa animó a los peregrinos a dejarse consolar por Jesús. Luego invitó a los jóvenes, venidos de todo el mundo, a preguntarse si hay "cosas en la vida que les hacen llorar", y les sugirió que se las confiaran en silencio a Cristo.
A continuación, se presentaron las 14 estaciones del Vía Crucis mediante meditaciones y una moderna coreografía, desplegadas en los diferentes niveles de la estructura montada detrás del podio papal. Los textos se centraron en el sufrimiento contemporáneo de los jóvenes, tocando temas como la angustia por la degradación ecológica y la drogadicción.
Noeline, que acudió con un grupo de 1.300 menores de la Comunidad de Emmanuel, se sintió muy conmovida por "la belleza de los cantos y la coreografía alrededor de la cruz, fue magnífico", dijo entusiasmada. "No había tenido muchas oportunidades de celebrar el Vía Crucis, así que vivirlo en la JMJ quedará grabado en mi memoria", insiste.
Cristo viene para ayudarnos a avanzar hacia Él
Dentro del mismo grupo, Jeanne añade que "los textos del Vía Crucis estaban muy bien elegidos, con ejemplos muy concretos que se relacionan con nuestros problemas actuales, que están muy en la línea de lo que vivió el Señor. Él nos muestra el camino para superar nuestros problemas". Su jefe de grupo, Etienne, se declaró "muy conmovido por los testimonios", que se hacían eco de su propia vida y mostraban que "Cristo viene a salvarnos, a ayudarnos a avanzar hacia Él. Es un paralelismo extremadamente conmovedor".
El padre Patryk Stolarek, sacerdote de la diócesis de Breslavia (Polonia) y estudiante en Roma, acompaña a unos cincuenta jóvenes a la JMJ de Lisboa. Para él, el Vía Crucis expresa "la experiencia del sufrimiento", pero que va también más allá. Es "un sufrimiento que luego pasa a una vida nueva", explica el padre Patryk. Espera que este Vía Crucis ayude a los jóvenes de su grupo a comprender que "hay momentos en los que caemos, en los que debemos seguir adelante: hay momentos de crucifixión, pero al final llega el momento de la Resurrección", subraya.
Para Ivan, camerunés de 23 años residente en Francia, esta celebración es "un símbolo de que Jesucristo murió en la cruz por nuestros pecados y de que cada cristiano, cada ser humano, debe reconocer que tiene debilidades y pecados, y que debe tratar de mejorar su fe si espera unirse al Reino de Dios". Los textos de la vigilia le ayudaron a reflexionar sobre su futuro y su lugar en la sociedad como joven. "Me llega al corazón ver que la Iglesia católica anima a los jóvenes a seguir por este camino", explica.
Los libaneses: un signo de esperanza en la Resurrección
Caroline, de 34 años, procede del valle de la Beqaa, en el Líbano. Se sintió muy conmovida al participar en este Vía Crucis el 4 de agosto, aniversario de la explosión en el puerto de Beirut. Vivió el momento "como un homenaje a todos los muertos, heridos y afectados por la explosión".
La presencia de 450 jóvenes libaneses en la JMJ es un milagro y un signo de esperanza en la resurrección. "Demuestra que somos un país que vive verdaderamente la fe", concluye, explicando que está muy conmovida por la amabilidad y la generosidad de los jóvenes peregrinos que vienen a verla cuando reconocen su bandera libanesa.
La población libanesa está atravesando un viacrucis político y económico, pero "todos los libaneses son personas resistentes que luchan. Aunque pasemos por cosas terribles, siempre nos volveremos a levantar, tarde o temprano. Confiamos en Dios y nos mantenemos firmes", asegura.