Tres jóvenes participantes en la JMJ -un guatemalteco, un italiano y un español- se confesaron ante el Papa Francisco el viernes 4 de agosto por la mañana en el "Parque del Perdón", instalado delante del monasterio de los Jerónimos, en el barrio portuario de Bélem. Desde el martes, miles de jóvenes han acudido a recibir el sacramento de la reconciliación.
Multitudes de jóvenes que han acudido en busca de la misericordia de Dios, aunque sea para esperar largo rato bajo un sol abrasador, sacerdotes abrumados que sacan espontáneamente sus estolas fuera del perímetro y del tiempo inicialmente previsto para llevar el consuelo del Señor a los jóvenes en lágrimas, a la sombra de los árboles: el "Parque del Perdón" muestra claramente que algo está pasando en estas JMJ, con jóvenes sedientos de Dios.
Silvia, una estudiante de 19 años de Texas, soñaba con venir a la JMJ después de las frustraciones de la pandemia. No encontró un grupo al que apuntarse cuando salió de su ciudad, pero se puso al servicio de los demás jóvenes como voluntaria, aprovechando sus conocimientos de español y portugués.
A esta joven católica estadounidense le impresiona ver a tantos peregrinos haciendo cola para confesarse. "Veo a muchos jóvenes de países de tradición protestante, como Estados Unidos o Escocia —donde los católicos son minoría— haciendo cola bajo el sol para venir a hablar con un sacerdote. Es realmente conmovedor, demuestra que el amor de Dios es real", afirma entusiasmada.
"Necesito hablar con Jesús, contarle algo que me preocupa, quitarme un peso de encima", dice Anaelle, de Mauricio. Rubén, un joven portugués que vivió ocho años en Francia, confiesa que hace tiempo que no se confiesa y que ha abandonado esta práctica. "Pero, ¿por qué no intentarlo de nuevo?", se dice mientras observa a los demás jóvenes, sin haber dado todavía el paso.
Por su parte, Gaspard, un joven belga de Namur, fue a recibir el sacramento de la reconciliación, pero admite haber dudado mucho. "Hacía varios años que no me confesaba, y fue un esfuerzo, lo reconozco. Pero me alegro de haberlo hecho, es muy tranquilizador, te permite empezar de nuevo. Sorprendentemente, ¡me siento más tranquilo!
La radiante alegría de un sacerdote de Argelia
Durante esta semana de la JMJ, entre 10.000 y 15.000 jóvenes se confiesan cada día desde el martes en uno de los 150 confesionarios habilitados en este espacio. Sacerdotes que hablan un total de 50 lenguas diferentes han estado presentes para ayudar a los jóvenes. Los propios sacerdotes voluntarios para este servicio forman otra cola, antes de ser distribuidos según las necesidades lingüísticas.
Entre ellos se encuentra el padre Vincent Kiererezi, sacerdote blanco ugandés y joven vicario general de la diócesis de Laghouat, en el Sáhara argelino. Ha venido a Lisboa con una delegación de una veintena de jóvenes de Argelia —entre ellos cinco ciudadanos argelinos— y está encantado de poder ponerse al servicio de jóvenes de todo el mundo, ya sean francófonos, anglófonos o arabófonos.
"Me confesé ayer y decidí volver hoy, porque me conmovió mucho ver la alegría que brota de la bondad de Dios cuando ofrecemos el sacramento de la reconciliación. Los jóvenes reciben el amor y la misericordia de Dios, y luego están llamados a compartir la misericordia de Dios con todos los demás", se maravilla el joven sacerdote, que el año que viene cumplirá 10 años de sacerdocio.
"Estoy viviendo mi primera JMJ, y esta experiencia de confesión ha sido maravillosa", dice el religioso, más acostumbrado a las extensiones desérticas del Sáhara que a las multitudes compactas y ruidosas de la JMJ.
Este misionero inmerso en la relación con los musulmanes del sur de Argelia también ve en la expresión de la misericordia de Dios una forma de llegar a los creyentes del Islam. "Todos los días, en mi vida cotidiana, encuentro personas que quieren reunirse conmigo para hablar de Dios. Una vez, una joven musulmana vino a pedirme que la confesara antes de su boda. No pude confesarla como tal, pero su petición demuestra que la gente necesita sentir el amor de Dios. Lo veo todos los días", afirma.
"Los musulmanes confían en nosotros, los sacerdotes, porque se dan cuenta de que tenemos un oído comprensivo. Es importante que los cristianos demos este testimonio del amor de Dios", explica el padre Blanc, dando testimonio de la inesperada influencia del sacramento de la confesión, desde las multitudes alegres de la JMJ hasta las tierras más remotas y desoladas del mundo, donde los religiosos católicos, sin hacer aspavientos, ofrecen a la gente de su entorno oasis de aliento espiritual.