Las vacaciones y días festivos son difíciles para las personas que viven con adicciones. Puede ser muy desalentador encontrarse cayendo en el mismo comportamiento del que una persona se ha arrepentido tantas veces, o continuar luchando contra la tentación incluso años después de estar limpio.
Para aquellos que todavía están atrapados en la adicción y aquellos que se sienten tentados a pesar de su constante negativa a sucumbir, aquí hay algunos santos con experiencias similares de adicción.
Estos santos nos recuerdan que sean cuales sean nuestras luchas, pecados y adicciones, no estamos definidos por nuestras fallas sino por el amor de Dios.
Santa María de Egipto (344-421)
A ella se la suele llamar prostituta, pero no aceptaba dinero por sus servicios. No, María era una ninfómana, una mujer tan consumida por el deseo del placer carnal que a veces incluso obligaba a los hombres contra su voluntad.
Es difícil imaginar la redención de una ninfómana y un violador, pero Dios no definió a María por su pecado.
Habiendo hecho una peregrinación a Tierra Santa (por el desafío de seducir a todos los peregrinos en el camino), María fue repentinamente convencida de la maldad de su pecado.
Se arrepintió y huyó al desierto, donde continuó luchando contra el pecado, la vergüenza y la tentación.
Durante 17 años había vivido según la carne y durante 17 años luchó para no ser consumida nuevamente por sus pasiones.
Finalmente, fue liberada y vivió el resto de su vida sin tentaciones, una ermitaña en el desierto que se convirtió en una de las más grandes santas de la Iglesia Oriental.
San Camilo de Lellis (1550-1614)
Fue un hombre italiano, hijo de un padre enojado y negligente. Grande y fuerte, Camilo se convirtió en mercenario cuando aún era un adolescente y viajó por Europa luchando por quien pudiera pagar más.
Era un joven violento, de mal genio y adicto al juego, que finalmente se quedó sin un centavo e indefenso con una herida crónica en la pierna que le imposibilitó encontrar trabajo.
Ahí, tocando fondo, Camilo encontró a Jesús y se convirtió, hasta que los vicios de su antigua vida lo llamaron.
Una y otra vez volvió a su pecado; una y otra vez, su pierna herida lo llevó a un hospital, donde volvió a arrepentirse.
Finalmente, Camilo recibió la gracia de volverse del pecado de una vez por todas. Con san Felipe Neri como su director espiritual, dejó atrás su adicción al juego y su enganche a las peleas y la bebida.
Eventualmente fundó la orden de los Camilianos, una comunidad de trabajadores de la salud que cambió la cara de la atención médica.
San Agustín Yi Kwang-hon (1787-1839)
Pertenecía a una familia aristocrática pagana de Corea. En su juventud, había caído en una vida degenerada, impulsado particularmente por su amor por la bebida.
Su matrimonio con santa Bárbara Kwon Hui no logró arreglarlo. Pero cuando Agustín escuchó la predicación del Evangelio y eligió ser bautizado, fue sanado de su adicción.
Si bien la mayoría de los adictos continúan luchando mucho después de su decisión inicial de limpiarse, a Agustín se le otorgó una gracia milagrosa y nunca volvió a desear el vino.
Se hizo catequista y, con su esposa, abrió su casa a la Iglesia perseguida. Los dos fueron martirizados junto con su hija santa Agatha Yi y el hermano de Agustín, san Juan Bautista Yi Kwang-ryol.
San Marcos Ji TianXiang (1834-1900)
Era adicto al opio. Debido a que su sacerdote no entendía la naturaleza de la adicción, le dijo a TianXiang que no podía ser absuelto hasta que hubiera vencido su adicción, lo que significaba que tampoco podía recibir la Comunión.
Durante 30 años, este médico chino continuó practicando la fe mientras se le negaban los sacramentos.
Nunca logró limpiarse, pero murió como mártir junto con su familia y ha sido canonizado como santo no solo por su martirio sino por sus décadas de esfuerzo por seguir a Jesús mientras cargaba la cruz de la adicción.
Venerable Matt Talbot (1856-1925)
Se crió en una familia de alcohólicos en Dublín. Borracho cuando tenía 13 años, Matt pasó los siguientes 15 años concentrado más en el alcohol que en cualquier otra cosa.
Una efusión de gracia cuando tenía 28 años le permitió a Matt hacer una promesa de sobriedad y nunca más tocó el alcohol, pero nunca dejó de luchar contra la tentación que había dominado su vida durante tanto tiempo.
Hasta el día de su muerte, no llevó dinero encima porque era una tentación entrar en un pub y tomar algo.
Soltero, vivió como un humilde trabajador, mucho más preocupado por la oración y el ascetismo que por cualquier otra cosa.
"Nunca seas demasiado duro con el hombre que no puede dejar la bebida", dijo una vez. "Es tan difícil dejar la bebida como resucitar a los muertos. Pero ambas son posibles e incluso fáciles para nuestro Señor. Sólo tenemos que depender de Él".