Santa María de Egipto o Santa María Egipcíaca (c. 344 – c. 421 o 422) fue una prostituta que se convirtió y decidió llevar una vida de apartamiento espiritual en el desierto.
Los datos de que disponemos acerca de esta santa nos han llegado gracias al libro de su vida (Vita) escrito por Sofronio, patriarca de Jerusalén entre los años 634 y 638.
A los 12 años, María viaja a Alejandría donde ejerce la prostitución. Sofronio explica que vivía de la mendicidad y otros autores apuntan que tenía “un deseo insaciable y una irrefrenable pasión” similar a la ninfomanía.
A los 29, viaja a Jerusalén para la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Su intención es ganar dinero a cambio de favores sexuales entre la multitud de peregrinos.
Sorprendentemente, cuando intenta entrar en la iglesia del Santo Sepulcro para la celebración, una fuerza sobrehumana se lo impide. Para María, esa es una señal divina de su impureza. Fuera de la iglesia ve un icono de la Virgen, reza y pide perdón. Al mismo tiempo, decide cambiar radicalmente de vida y apartarse del mundo.
María entra entonces en el templo, venera la reliquia de la Cruz, y al regresar ante el icono de la Virgen, oye una voz que le propone: “Si cruzas el Jordán, encontrarás un glorioso descanso”. Viaja así hasta el monasterio de san Juan Bautista (en la ribera del Jordán) y allí recibe la comunión.
Desde allí se desplaza a un lugar en el desierto, donde hará vida eremítica hasta su muerte, 48 años después.
María Egipcíaca murió en Jueves Santo y era 1 de abril. Un año antes de su fallecimiento, había relatado su vida a san Zósimo de Palestina. Este la había encontrado desnuda, le dio su manto para que se cubriera y, tras explicarle ella su vida pecadora, le dio la comunión de nuevo.
La historia oral de san Zósimo fue puesta por escrito por Sofronio.
Santa María Egipcíaca es patrona de las mujeres penitentes.
En España, se llama “Egipcíacas” a las mujeres que abandonaron la prostitución y eran atendidas por órdenes religiosas.
En Barcelona, por ejemplo, se fundó una casa de egipcíacas en 1372 y todavía hoy existe este nombre en el callejero de la ciudad. Allí existió en los siglos XVI y XVII (1579-1669) un convento de monjas agustinas arrepentidas.
En Roma, el templo romano de Portunus está dedicado a santa María Egipcíaca desde el año 872.
Se le representa, en la iconografía clásica, generalmente como una anciana canosa que ha perdido la belleza física, de piel bruñida por el sol, desnuda o cubierta con el manto que pidió a san Zósimo. Suele llevar también tres panes, que la hagiografía dice que compró antes de marcharse al desierto.
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