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El espíritu de familia que hace felices a las personas

Smiling woman serving salads to her friends at home
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Carlos Padilla Esteban - publicado el 13/03/23
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Sentirme en casa es el sentimiento más básico y fundamental, que pueda llegar a un lugar en el que descanse y me sienta amado... Una preciosa reflexión del padre Carlos Padilla

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Me gusta que haya un día en el que se reza especialmente por las familias. Y se le pide a Dios que cuide a todas las familias del mundo.

En la familia suceden las cosas más importantes de mi vida. Allí me encuentro en casa y me sé amado como soy, en mi pobreza, en mi originalidad. Allí puedo ser yo mismo y crecer.

Sentirme en casa es el sentimiento más básico y fundamental. Que pueda llegar a un lugar en el que descanse y me sienta amado.

Un espacio sagrado en el que no tenga que demostrarle nada a nadie.

Puedo tener días malos y que no importe. Puedo hacer las cosas mal o dejar de hacer las que me toca hacer, y que la vida siga y no me sienta excluido de ese lugar en el que echo mis raíces.

Respetar, comprender, aceptar, disfrutar

seniors with young man singing around piano at church

Hoy rezo para que en cada familia haya respeto. Ese don santo que se puede perder con facilidad.

Cuando dejo de respetar a quien amo, lo hiero en lo más profundo. El respeto entre los esposos. Un amor que no respeta no es un amor verdadero.

Una familia en la que no hay comprensión, no funciona. Quiero ser capaz de comprender al otro, que es diferente a mí, es original y único. Y comprender sus reacciones, sus palabras, sus silencios.

Comprender es fundamental para poder convivir en paz y alegría. Comprender las decisiones que cada miembro de la familia toma. Aceptarlas y seguir amando a quien he amado siempre.

Perdón, humildad

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El perdón forma parte de ese caminar en familia. El perdón cuando me han hecho daño. Cuando me han ofendido con palabras, con gestos, con silencios.

Ese perdón es un don que pido, porque no es sencillo perdonar siempre a quien me ama. Perdonar y pedir perdón, no de forma irreflexiva.

Pedir perdón con humildad. Y querer cambiar. Si no deseo un cambio en mis actitudes es difícil que me crean.

Quiero cambiar en aquellas actitudes que no le hacen bien a mi familia. Aportar más y no estar siempre pendiente de lo que me dan. Dar gracias en todo momento.

Abrir mi corazón con humildad, sin miedo a ser rechazado. Contar lo que me está pasando, lo que estoy viviendo.

¡Y libertad!

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Si aprendo a ser más libre frente a quienes me aman, eso me ayudará siempre en la vida cuando salga al mundo.

La familia es ese espacio en el que, haga lo que haga, siempre me esperarán de vuelta.

No importa lo que otros opinen de mí, en mi familia me entenderán y sabrán cómo soy realmente.

Fuera, en el mundo, trato de contentar a todos, de agradarles para que no me rechacen.

En casa, con los míos, no tengo que fingir, que disimular, que poner mi mejor cara.

Cuidar la familia

Al mismo tiempo no quiero ser luz fuera y oscuridad con los míos. Quiero aportar mi mejor versión. Mi alegría, mi entusiasmo, mi naturalidad, mi sonrisa.

No quiero fingir pero tampoco quiero evadirme de mi vida familiar. Puedo dar más, eso siempre.

Y puedo ser mejor con los míos, cuidarlos más, tratarlos con más respeto, con más amabilidad.

Puedo preocuparme por aquel con quien vivo. A veces no lo hago, vivo mi vida, sin saber qué les pasa a aquellos con los que comparto un mismo hogar.

Paciencia recíproca

En familia puedo crecer. No siempre seré el mismo, iré cambiando, evolucionando. Debo tener paciencia con esos procesos, los demás también deberán ser más pacientes conmigo.

En ese crecimiento hay altibajos, habrá días buenos y días muy malos. Experimentaré fracasos y necesitaré llorar con los míos, mostrarles mis caídas, hacerles ver mis desilusiones.

No quiero ser hermético y guardar en silencio todo lo que me pasa. Quiero aprender a ser más libre, también más niño, más puro en mis intenciones.

Acompañar

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Procuraré no pensar mal de mi hermano. Y si tengo dudas le preguntaré. Me dejaré acompañar en mis momentos difíciles, sin ocultar mi pena.

El que te acompaña en el dolor es verdaderamente tu hermano, tu amigo. El que sólo está en las alegrías puede ser alguien que esté de paso.

Quiero cuidar a mi familia como un regalo. En ella soy vulnerable. Y al mismo tiempo se fortalece mi espíritu.

Porque allí me cuidan, pertenezco a ese lugar, soy de allí. Siempre lo seré, no quiero tener dudas.

Una inversión para la eternidad

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Cuidar la familia es sembrar para la vida eterna. Aquí en la tierra, junto a los míos, puedo vivir un trozo de cielo.

De mí depende, no sólo de los que forman parte de los míos. Saber perdonar y olvidar es algo esencial.

Tomar la iniciativa en las relaciones es algo muy sano. Aceptar a los demás como son, me permite madurar.

Quiero invertir tiempo en los míos. No dejar que el tiempo se me pase sin estar en casa. No hay mejor tiempo gastado que el que paso junto a los míos.

Quiero que en mi familia esté Dios. En las decisiones que tomamos, en los pasos que damos. Que haya un lugar en el que rezamos y nos reunimos como familia. Allí reina Dios y María.

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