Seamos realistas, nuestra sociedad se basa en el principio de la disipación, la distracción, la preocupación y la alienación.
Y todo por una razón muy simple: cuando vives así eres infeliz, y solo los infelices consumen compulsivamente.
La creencia oculta de nuestra cultura es que ninguna economía podría prosperar si tuviera personas felices en su base.
El remedio a la infelicidad
«Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupacines de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros».
Lucas 21,34
Jesús parece estar diciendo exactamente lo contrario: es decir, que para vivir nuestra fe debemos deshacernos de todas las cosas que nos dejan en una situación de alienación, distracción o infelicidad. El antídoto que nos ofrece es:
«Estad vigilantes en todo momento y orad para que tengáis la fuerza para escapar de las tribulaciones que son inminentes y para estar de pie ante el Hijo del Hombre».
Velar y orar significa practicar el estar en el presente, vivir con conciencia del momento y al mismo tiempo aprender a entrar y cultivar una relación personal con el Señor.
La conciencia del presente y la relación con el Señor son el gran remedio para la infelicidad contemporánea.
Pero por lo general buscamos en cambio formas de escapar de nuestras responsabilidades y de nuestro presente, y confundimos la oración con un razonamiento tortuoso dentro de nuestra propia mente.
Un hermoso regalo que podemos pedir hoy: tener los ojos bien abiertos y el corazón aún más.
