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4 claves para no tener miedo y dar nuestro sí a Dios

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Decir sí con confianza

Carlos Padilla Esteban - publicado el 28/11/22

A veces queremos controlarlo todo para poder decir sí. El camino de la confianza y de la fe se abre para nosotros

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Decir que sí o que no. Emprender un viaje o quedarme en casa. Decir te quiero o guardar silencio. Pronunciar tu nombre u omitirlo. Abrazarte con ganas o dejarte ir. Sostener tu mirada o bajar la mía.

Silenciar mis gritos o acoger tus quejas. Sentir tu nostalgia o gritarte mi alegría. Aceptar un camino o negar lo que me piden. Decía una escritora mexicana recientemente fallecida, Paty Laurent: «Debo reconocer mis precipicios«.

1Reconocer nuestros precipicios

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Reconozco mis precipicios ante tantas dudas. Los abismos que se abren ante mis ojos ciegos. Y me da miedo dar un paso más, decir que sí, retomar mi camino. ¿Y si me estoy equivocando? ¿Si lo que decido ahora tiene consecuencias imprevisibles en el futuro? Me asustan esos precipicios que me invitan al vuelo.

No sé volar. Sé caminar sobre los caminos. Sé navegar sobre los mares. Pero ¿volar? Imposible, no tengo alas. Me cuesta creer en lo que no controlo y no sé si seré capaz de lo imposible. Es un camino incierto el que recorro.

Y el mañana se abre apenas visible en medio de la bruma. ¿Cómo voy a decir que sí cuando tengo tanto miedo? ¿Es mi vanidad la que me impulsa a decir que sí para no defraudar a nadie? ¿Es mi afán de valer y ser querido? Una nube se cierne sobre el sol que brota en mi vida y me da vértigo, demasiada altura.

2Decir sí

Helping hand

¿Tengo que poder controlarlo todo para decirte que sí? No lo sé. Me detengo ante mis precipicios dudando. El futuro siempre asusta. Más en la perspectiva de la enfermedad y de la muerte.

Un sacerdote enfermo escribía: 

El fideísmo de algunos que dicen que todo se vence, y que con el Señor y la fe uno no siente nada es anticristiano y niega el sufrimiento de Cristo en la carne. Palabras vanas y poco convincentes. A mí una noticia como la dicha me cambia el panorama de vida en un momento. Me rompe ilusiones, me destroza esquemas, me desquicia el futuro, me quita ganas de casi todo.

El futuro puede tener rostro de precipicio, de altura insalvable, de vacío inabarcable. Y entonces tiembla mi alma y se sobrecoge. Decir que sí parece valiente o más bien algo de locos. Es como si no tuviera alma y viviera desangelado, perdido por los caminos. El miedo en la carne es lo más humano que tengo. Lo que más me hace hombre. Lo que más me salva.

3Persistir

Decía Pablo D´Orsen el diario ABC el viernes 11 de marzo de 2016:

Lo bueno de la vida es empezar. Tomar la carretera desconocida, caminar por ella con la fiebre de la determinación y luego, al final, arrojarte por el precipicio en el que esa carretera termina. Porque toda carretera conduce a un precipicio. Y porque si no hay un precipicio a su término es que eso no es una carretera, sino un espejismo.

Ante cada gran decisión que tomo surge un nuevo precipicio. Ante cada nueva aventura nace un acantilado que me lleva al mar, a lo desconocido.

Tengo miedo y me asusta mi incapacidad real. Temo hacerlo todo mal, fracasar, desilusionar a los que tienen ilusiones, desesperar a los que aún guardan esperanzas, matar a los que tienen vida. Con mis gestos sin alma, que son gestos desalmados. Con mis voces cansadas que no tienen fuerza ni vida.

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Quiero decir que sí como tú una noche de los olivos, de estrellas, de luna llena, de nostalgias infinitas. Una noche de huerto de olivos, y de anhelo invisible. Una de esas que se abriría a un nuevo amanecer sin que nadie lo comprendiera realmente.

Así es mi sí cuando dejo que se desboque precipicio abajo cayendo sin temer el último impacto, el que conduce a la vida verdadera. ¿En serio tengo que morir para nacer de nuevo? La muerte duele tanto, y la renuncia, y el decirle que no a mi yo primario, a mi deseo más íntimo y salvaje de ser feliz, ser yo mismo, ser amado.

4Confiar

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Confiar en Dios

Yo simplemente tomo el peso al camino que tengo ante mis pasos. Y veo dos puertas, dos caminos, dos entradas, dos salidas. La simplicidad de un camino o la exigencia del que ha decidido entregarlo todo.

Le tomo el pulso a los momentos que se despliegan ante mis ojos. Me conmueve el amor de los que ya se han ido y me gritan desde lejos, para que tenga fe, para que no deje de luchar a cada paso, para que confíe cuando sienta que todo se ha perdido.

Me conmueve el amor de los que me aman. Y me piden que no deje de ser roca, o árbol donde detener su vuelo. Y yo tengo miedo. Me amo a mí mismo menos de lo que quisiera. Y dudo de mis capacidades mucho más de lo que esperaría.

El precipicio es hondo y no tengo alas; solo una fe infinita en el Dios que me ama. Es lo único que podrá sostener ese vuelo imposible.

Miro hacia delante. Entre un sí y un no se devana la trama de mi vida. Yo confío como María ese día en la gruta que dejó nacer la carne de Dios y permitió que viviera para siempre. Un sí sencillo, callado, escondido, verdadero.

La vida sigue más allá de miles de precipicios. Sigue rumbo al cielo. Esa mirada me salva, me eleva, me quita los miedos. Si solo pudiera saber algo más… me basta el silencio, y su mano sobre la mía.

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