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Cada semana vencen juntos la soledad y los miedos

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Shutterstock - DC Studio.

Encuentro (imagen ilustrativa).

Ignasi de Bofarull - publicado el 18/11/22

A veces es tan sencillo -y tan difícil- como quedar para conversar. Ignasi de Bofarull recoge la experiencia de voluntarios adultos que hacen de su tiempo un encuentro con personas enfermas que necesitan hablar con otros. ¿Y quién no?

La intensa vida de un voluntario. Tengo un amigo que es voluntario y vive experiencias muy interesantes. Dispone de tiempo y se implica en diferentes voluntariados de los que extrae muchas enseñanzas. Siempre me las cuenta, hasta que hoy, viendo los interesantes relatos que este amigo recoge, he optado por convertirlos en artículos.  

Aquí va el primero. No sé qué pasará, si este tema interesa a nuestros lectores. Lo que sí sé es que mi amigo sale muy reconfortado de sus experiencias y me recomienda que haga voluntariado en cuanto pueda.

Le paso la palabra a mi amigo voluntario

“Nos reunimos cada miércoles en un Centro de Día cuya finalidad es trabajar como un Servicio de Rehabilitación Comunitaria. Llego a las 11.00 de la mañana y me voy a las 12.30. Cuando llego formamos un círculo de unas diez personas, como media, que son pacientes con diferentes problemas de salud”.

“Este centro está situado en el Área Metropolitana de Barcelona“. Mi amigo señala explícitamente que quiere preservar la privacidad de sus colaboradores y la suya propia. La consecuencia es que no mencionará ni la ciudad, ni el barrio, ni su nombre ni el de sus amigos a los que él llama, como hemos visto, colaboradores. Nuestro amigo voluntario ha aprendido que es importante no etiquetar a los pacientes respetando mucha su intimidad.

Una charla distendida

Se sientan todos en un círculo y, aunque en principio mi amigo voluntario les contaba relatos y anécdotas, la reunión ha ido evolucionando hacia una fórmula que parece que ya no va a cambiar. “Ahora sacamos los temas que más nos apetecen. Y hablamos de todo. De cine y de ángeles. De extraterrestres y de animales. Nos gusta hablar de los perros y de las maravillosas anécdotas que nos proporcionan. Pero cualquier cosa vale”.

Hablar respetando el turno

Una condición básica de estas reuniones es la de escucharse sin atropellarse. Nuestro amigo voluntario insiste en que una de las claves de estas reuniones es aprender a escucharse sin interrumpirse.

“A veces traemos temas preparados. Durante unas semanas trabajamos el caso de qué nos hace sentir bien, de buenos recuerdos. Entonces pusimos los deberes, para quien quisiera asumirlos, de traer una historia inspiradora. Llega el día señalado y, en ocasiones con un papel, un colaborador  lee y explica algo que le sucedió y que le gusta recordar”.

Qué obtienen las personas atendidas por el voluntario

Le he preguntado a mi amigo voluntario qué valoración hacen sus colaboradores (recordemos que entre ellos se llaman todos, unos a otros, colaboradores) sobre estas reuniones que pronto llegarán a cumplir un año (desde enero del 2022).

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Todos “colaboran” y a todos les ha cambiado la vida gracias al encuentro.

Hay opiniones distintas y a la vez convergentes.

“Silvia dice que estamos aquí para compartir opiniones y hablar sobre temas que nos enriquecen. Temas de los que aprendemos”. 

La cuestión de aprender es repetida:

“Marta señala que sale con la sensación llevarse siempre algo nuevo”.

Pero que quede claro, me insiste mi amigo, que no es el voluntario quien dicta una lección.

“Son todos, los colaboradores, los que construyen el contenido de la reunión. Y todos hablan y se complementan“.

Conversaciones en las que se complementan unos a otros

“Águeda insiste en que pasa un rato distendido. Dice que siente que puede hablar de lo que quiera y sobre todo valora que puede contraargumentar cuando la opinión o el dato que se pone sobre el tapete no le convence. Lo dice muy claro: puedo estar en desacuerdo”.

Cada reunión es una sorpresa. “A Águeda le gusta destacar que se sabe por qué tema se empieza, pero no se sabe hacia dónde va la conversación pues se cambia de asunto con facilidad”.

Me señala el amigo voluntario que “nadie se suele preparar nada, salvo excepciones, y el centro de la conversación fluye por donde quiere”.

“Mar dice que a ella le encanta dar su opinión libremente y a la vez no sentirse juzgada. Mar se siente escuchada, respetada y además aprende de los demás”.

Pero a nuestro voluntario lo que le parece más importante es que sus colaboradores, como es el caso de Loren y Mar, afirman “sentirse, a partir de estas reuniones, como un equipo, como una comunidad bien avenida. Como una pequeña o gran familia donde nos mostramos tal como somos”.

Y el colofón es muy interesante: “Marta afirma que en el grupo se respeta lo que opina el otro. Nadie se mete con el otro por sus opiniones”.

Qué obtiene el voluntario de estas reuniones

Nos lo dice con mucha franqueza: “Me siento uno más. No es un trabajo venir aquí”, aunque tiene que recorrer cada vez 30 kilómetros de ida y 30 de vuelta. Sonriendo, confiesa: “Me lo paso estupendamente.”

“Y además -añade- creo que nos apreciamos mucho. Ellos entre ellos se sienten apreciados y reconocidos. Yo me siento apreciado y reconocido. Me siento muy orgulloso de ellos y uno de ellos me dice que se siente muy orgulloso de conocerme”. En una palabra, mi amigo voluntario concluye: “El voluntariado es dar y recibir”.

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