El padre Manuel Ordóñez ha sido siempre buen futbolista y de entrenar con las divisiones inferiores del Deportivo Pasto, el equipo de la primera división de su ciudad, pasó a integrar la selección del Seminario Mayor. Mientras se preparaba para el sacerdocio seguía practicando el fútbol, aunque en menor intensidad.
En ese entonces eran los únicos seminaristas con selección de fútbol en Colombia y siguieron jugando después de ser ordenados, en sus respectivas parroquias. Hoy nadie duda de que la práctica constante da frutos: el equipo de la Diócesis de Pasto ha sido dos veces campeón en la Copa de la Fe, que se juega en Bogotá entre el 11 y el 14 de octubre.
Son más de 500 sacerdotes de todas las regiones los que aceptaron el reto de la Conferencia Episcopal, de demostrar sus habilidades deportivas para, como dice el lema, «promover la fraternidad sacerdotal, la solidaridad, la sana convivencia y un encuentro cercano entre la Iglesia y los feligreses, transmitiendo a Cristo a través del deporte».
Inauguración y oración
La inauguración del torneo se realizó en el Cerro de Monserrate, donde oraron con el Santo Rosario y una misa, para pedir al Señor Caído el éxito del evento deportivo. Monseñor Germán Medina, quien presidió la celebración, dijo en su homilía lo siguiente:
«Este peregrinar en este lugar ayuda a ubicar el sentido del lema propuesto por la Conferencia Episcopal: ‘Caminemos juntos por la Copa de la Fe’ (…) aunque cada uno procede de una Iglesia local diferente, queremos acentuar la unidad entre las Iglesia locales, una sola Iglesia, hermanos fraternos y un presbiterio unido».
El obispo auxiliar de Bogotá los animó a aprovechar el don del sacerdocio y el talento que Dios les regaló a través del deporte y el arte, y utilizar estos códigos para acercar a los jóvenes distantes hoy de la Iglesia.
Evangelizar con el deporte
«Vinimos por la tercera copa y lo podemos lograr porque hacemos un trabajo juicioso durante todo el año», aseguró a Aleteia el padre Manuel, actualmente capellán del Deportivo Pasto y muy cercano a sus integrantes, con quienes ora antes de cada partido.
De seminaristas jugaban en categoría libre todos los domingos, y se fue cristalizando una selección que con el tiempo llegó a ser muy buena y compacta. Después, como párrocos, organizan partidos en las fiestas patronales a las que asisten, donde, después de confesar y celebrar la misa, acostumbran a jugar un amistoso con los habitantes del lugar.
Ese nivel que han tenido, la disciplina y contar con buenos entrenadores, les ha servido a los sacerdotes pastusos para superar a sus compañeros en la primera y segunda versión de la Copa de la Fe, y para luchar por un nuevo título.
«Una hora antes de cada encuentro se empieza a ganar, por eso llegamos con suficiente tiempo a calentar. También tenemos buenos uniformes y utilizamos vitaminas, sueros y medicamentos como cualquier equipo profesional, estamos bien estructurados y contamos con un técnico experimentado». Esto lo contó a Aleteia después de ganar el primer partido jugado y mientras descansaban en sus cuartos, porque la concentración durante el campeonato la toman en serio.
De la misma forma se prepararon antes de llegar a la Copa de la Fe, porque solamente hasta el mes de agosto jugaron partidos competitivos, para evitar lesiones que los pudieran dejar por fuera. Ellos, sin dejar de lado lo espiritual, atienden lo técnico, lo táctico y lo físico.
«Nos animó a crear una fraternidad»
Otra clave del éxito es la fraternidad que se ha creado en la diócesis alrededor del fútbol.
«En Pasto tenemos la fraternidad sacerdotal, a la selección también están vinculados los sacerdotes ‘abuelitos’ que nos apoyan con los uniformes, nos animan y están siguiendo los partidos en este campeonato», explica el padre Manuel.
Él sueña con que cada uno de los más de 500 sacerdotes presentes salgan con la misión de crear escuelas de fútbol: «El deporte nos enseña muchos valores, a trabajar por el otro, a sudar la camiseta y es una forma de seguir la fe, de que la gente nos vea más cercanos y siga el ejemplo de Jesús, acercarse a niños, jóvenes y viejos».
Eso es precisamente la misión social que cumple con la Escuela de Fútbol de la Fundación Comuniquemos su Misericordia, que dirige hace cerca de diez años y llegó a tener 532 niños antes de la pandemia. Hoy son casi 200, a quienes entrenan gratis y los forman en lo espiritual y lo deportivo, con la ayuda de un buen número de voluntarios.
Juego limpio
La escuela los prepara en cuatro categorías, pero, ante todo, en valores: «Les damos formación integral y cada mes trabajamos un valor diferente. Durante el Campeonato de Valores manejamos mensajes para promover el juego limpio y la amistad, y recibimos niños de todas las religiones para alejarlos de la desesperanza y los vicios».
Al igual que la selección de Pasto, los demás equipos disfrutan el encuentro que propicia la Copa de la Fe, se ejercitan en el deporte y refuerzan lazos fraternos con las demás diócesis, que este año tienen invitados internacionales, un equipo de Guadalajara (México) y sacerdotes ecuatorianos que se unieron a una de las diócesis de la frontera.
«Jornadas vocacionales»
Para la actual versión, la Conferencia Episcopal informó que han tenido la iniciativa de visitar algunas universidades de Bogotá y algunos templos parroquiales, donde vivirán unas «jornadas vocacionales», para interactuar con los estudiantes de los claustros educativos y con feligreses, «con el fin de escucharlos, compartir y ofrecer el sacramento de la reconciliación».
De esta forma, la Copa de la Fe seguirá siendo un signo visible de la pastoral sacerdotal y de la evangelización a través del deporte.