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Cecilia, la cantante que añoraba a Dios

CECILIA

cecilianet.com

Vidal Arranz - publicado el 18/07/22

La autora de ‘Un ramito de violetas’ es también responsable de la canción ‘Dónde estás Dios mío’

Aunque sea una realidad poco conocida, la célebre cantautora española Cecilia, autora del himnos tan populares, en España y en Hispanoamérica, como ‘Un ramito de violetas’, ‘Amor de medianoche’, ‘Dama dama’ o ‘Nada de nada’, expresó también su anhelo de Dios en canciones como ‘Dónde estás Dios mío’, una grabación que no llegó a publicar en vida, pero que se difundió en 2013, muchos años después de su trágica muerte.

Este año se cumplen 50 del lanzamiento de su primer disco, ‘Cecilia’ (1972) y la efeméride es una buena ocasión para repasar las idas y venidas de la espiritualidad de la popular cantante, que dedicó muchos temas al mundo religioso, si bien no siempre con una mirada amable.

Algunas de esas canciones, como ‘Cuando era pequeña’, ‘La Primera Comunión’, o la póstuma ‘Se crió en conventos’, ya permiten intuir que la niña y adolescente Evangelina Sobredo (su nombre verdadero) fue hondamente religiosa, pero también que la joven Cecilia se había distanciado de aquellas convicciones.

Lo confirma su hermana Teresa Sobredo, que es la depositaria de su legado, y la que ha impulsado en los últimos años la recuperación de decenas de temas inéditos que habían quedado grabados como meros esbozos, en maquetas sin desarrollar.

“De niña era muy religiosa. Recuerdo que me caí de un caballo y salí bien parada del accidente y ella me obligó a rezar 26 rosarios en agradecimiento por aquella buena fortuna”, recuerda.

“Fue ella la que me enseñó a rezar de niña. Y no se conformaba con una oración; había que rezar por los pobres, por esto y por aquello. Yo le decía que, a mí, con una oración me bastaba y que consideraba que ya estaban incluidos todos”.

Y añade una anécdota más que refleja cómo era aquella niña-adolescente entregada a la fe en Dios. “De niña, jugaba con nuestro hermano Javier a las iglesias y a las comuniones. Yo era más pequeña y a mí eso me parecía demasiado complicado”.

Una parte de ese universo se reflejó en sus canciones, si bien la mirada que recuerda aquellos hechos ya no conserva la inocencia de aquella Cecilia, sino que es la de una joven que se ha distanciado de Dios, pero que no termina de romper del todo.

‘Cuando yo era pequeña, / y rezaba por las noches, / para no morir sin duelo, / sin deciros mis adioses./ Cuando yo era pequeña era feliz, / ahora qué será de mí”, canta Evangelina en un tema recogido en su segundo disco, ‘Cecilia 2’ en el que aflora una sensación de desamparo tras el desvanecimiento de aquella fe infantil.

En ‘La Primera Comunión’ evoca la que perfectamente pudo ser la suya y en referencia a las niñas que esperan a recibir al Santísimo afirma: “Siete años que son siete ilusiones, / una vida por delante, un paisaje / mil sermones y otras tantas bendiciones / serán su único equipaje”.

En esta canción Cecilia contrapone la solemnidad infantil de las niñas, con su misal, su rosario y su recordatorio, con el ajetreo de la monja que ayuda en la ceremonia. “Y la monja María pasea pasillo abajo pasillo arriba, / del altar al atrio, y del atrio a la sacristía”.

La distancia entre la mirada infantil y la adulta se remarca aún más en ‘Se crió en conventos”, otro tema inédito recuperado en el disco ‘Diálogos’ (2013).

“Se crió en conventos, / entre monjas y monumentos, / rezando rosarios de rodillas, / se crió en capilla… / En su mundo pequeño, / lleno de humo de incienso, / reza por las misiones, / reza por los perdones, / de un Dios desconocido”, canta Cecilia.

Y aún más críticas son otras canciones en las que pone en solfa la hipocresía de las beatas, o de quienes acuden a la Iglesia más por convención social que por verdadera religiosidad. Como en ‘Fauna’, donde juega con metáforas animales para describir la salida de una misa en el barrio de Salamanca de Madrid.

“Era una mujer espiritual, que rechazaba la beatería y la hipocresía de los meapilas, y que se alejó durante un tiempo de la Iglesia institucional”, reconoce su hermana. “Pero luego volvió, y se confesó antes de sufrir el accidente en el que moriría”.

“Sé que ese año se confesó por mi madre”, evoca Teresa Sobredo. Y es que Cecilia, que había tenido una crisis personal grave, no encontró auxilio en el psicólogo que la trató, pero sí en un sacerdote al que acudió luego, harta del supuesto profesional.

“A mi madre le confesó que se había entendido mejor con el cura que con el psicólogo”, recuerda su hermana. Y fue en ese contexto en el que inició su retorno a la Iglesia confesándose.

Seguramente por esas fechas, llena de anhelos y vacilaciones, escribió ‘Donde estás Dios mío’, una canción en la que cuenta a sus oyentes que busca y no encuentra a aquel Dios de su infancia.

“Dónde estás Dios mío, / ahora que te busco, / estás en mi cabeza, / o estás en este mundo. / Dónde estás Dios mío, / Dios mío de mi infancia, / el de las barbas largas, / el de las manos blancas. / Dónde estás Dios mío, / acaso te he perdido, /entre las hojas finas, / de mi misal de niña, / donde los viejos rezan, /donde los niños sueñan, / Dónde estás Dios mío, / dime una palabra”.

En otros temas, como ‘Don Roque’, mostró su fascinación por la figura del cura de pueblo, que para ella, acostumbrada al entorno cosmopolita de las embajadas, era algo muy nuevo.

“No hacía gala de ello, pero era una persona espiritual”, recuerda Teresa Sobredo. Y tenía una especial preferencia por místicos como San Juan de la Cruz, aunque, por encima de todo admiraba a Santa Teresa de Jesús.

La cantante Lidia Pujol, que el año pasado publicó un hermoso homenaje, ‘Conversando con Cecilia’, otorga a la santa viajera el protagonismo que merece abriendo su disco con un parlamento de la santa abulense: “Para gobernar almas, hijas mías, hace falta ser, a un tiempo, indulgente y severo, liberal y conservador, paciente e impaciente, simple y astuta… ¡Ay! ¡Tantos contrarios! Si faltara uno solo, todo serían desórdenes. Claro que todo es más fácil cuando hay amor”.

“He tenido una educación religiosa traumática, debido a los intermediarios”, reconoce Lidia Pujol, quién, aun así, se considera una persona que busca a Dios a su manera.

“A partir de lo que me ha tocado, voy hacia algo que es el amor, la poesía, la libertad, la belleza, que, para mí, es Dios. Dios es aquello que trasciende lo particular. Forma parte del misterio de la vida”

Y añade: “Todo lo que da calidad a la vida es Dios. Todo lo que no sea amor, no es nada”.

Pujol, que acostumbra a citar referentes bíblicos en su conversación “porque tanto Cecilia como yo somos lectoras profundas de la Biblia”, resalta que la expresión que más aparece en el libro sagrado es: “No tengáis miedo”.

Y contrasta este mensaje con el de un poder “que nos somete con una avalancha de noticias distópicas que nos provocan miedo. Hasta el punto de que hemos perdido la esperanza”. Pujol está convencida de que Cecilia también era partidaria de vivir la vida intensamente, con honestidad y sin temores.

Santa Teresa vuelve a entrar en escena para explicar algo muy en sintonía con el talante de la cantautora de ‘Andar’: “Teresa nos dice: la norma está muy bien, pero la persona no cabe en la norma. Que es lo mismo que nos dice Jesús en el Evangelio cuando afirma que el sábado está al servicio del hombre, no el hombre al servicio del sábado”.

Ese conflicto entre los anhelos de los individuos y las estrecheces que marcaban las reglas sociales en la época de Cecilia son uno de los ejes más reiterados en sus composiciones.

“En mi familia nunca han gustado los meapilas”, recuerda su hermana Teresa. “Pero siempre se nos ha inculcado la idea de que hay que ayudar a los demás en lo que se pueda”.

Y añade una anécdota familiar: “Hubo una temporada en la que todos los hijos dejamos de repente de ir a misa. Ni sé por qué, pero se produjo un efecto contagio y al ver los pequeños que no iban los mayores, nos negamos a ir también y eso preocupó mucho a mi madre. Y recuerdo que mi padre le dijo: “Mira, si van a misa, que vayan con el corazón y, si no, mejor que no vayan”. También decía mucho: “Dios no es un contable”, cada vez que oía reproches por haber faltado alguna vez a misa”.

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