Soluciones y remedios para combatir las “enfermedades del espíritu”, es decir, aquellos vicios que afectan negativamente a nuestros días. La gula, la pereza, la lujuria, etc. son “males” que orientan nuestra vida en una dirección no adecuada. Y sucede que somos incapaces de frenarlos. Así, ellos "van tomando posesión" de nuestras acciones.
En el libro "Volti della preghiera" (Tau editrice) , [Rostros de la oración, en español] un "ensayo sobre las formas de oración y lectura espiritual", el escritor Robert Cheaib sugiere, vicio a vicio, algunos ejercicios para vencerlos en "clave cristiana".
Gula
Este primer pensamiento debe ser tratado con templanza. Pero sobre todo con la bienaventuranza del hambre y la sed de justicia (entendida como santidad) y como profundo deseo de Dios, pues la templanza no se puede alcanzar sin esta experiencia de amor que llena.
Cassiano recuerda que “no podemos despreciar cómo los amantes se olvidan de comer porque tienen todo su ser saciado por la presencia del otro, así que quien está enamorado de Dios, tiene el corazón lleno de Dios, ya no necesita la compensación patológica del vientre, siempre necesitada de ser llenada».
Lujuria
La cura y remedio para el vicio de la lujuria es, en un primer paso básico, la continencia. Pero esa continencia no es un fin en sí misma, sino que la virtud busca un fin mucho más hermoso: el amor verdadero. De ahí que queramos ser continentes: para amar al cien por cien.
La castidad y la amistad van de la mano. La castidad no es "castridad", sino un corazón libre, capaz de amar y de relacionarse. Si nos abrimos a los rostros de los demás, ya no usaremos a esas personas, no las trataremos como objetos a nuestra disposición. Si la pornografía se basa en el zoom genital, la curación de la lógica de la pornografía pasa precisamente por el encuentro de los rostros. El corazón debe ser educado para la pureza y la pureza se alimenta con la oración y la contemplación de lo puro y con la atención a la vida de los santos.
Avaricia
La cura de la avaricia está en la pobreza del espíritu. En saber dar a las cosas el justo valor, en la caridad hacia los pobres. De hecho, Jesús no tenía aversión por los bienes materiales. Al contrario, una faceta de su misión era mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos.
Tristeza
Debemos estar atentos al corazón y comprender los motivos de la tristeza y buscar curas en función de las causas. Si la tristeza proviene de la codicia, de hecho, necesitamos trabajar el apego a los bienes materiales. Si proviene de la envidia, hay que educarse (y ayudarse si es necesario) a no vivir comparándose.
En el caso de que la tristeza surja por desequilibrios psicológicos y hormonales, no se debe avergonzar de buscar ayuda en el campo necesario, ya sea psicológico o médico. Cuando la tristeza es habitual, se exorciza con la oración de alabanza, con la oración de acción de gracias, con cánticos espirituales. En situaciones menos graves no se necesitan cuidados trascendentales. Basta un pequeño movimiento, un paseo por la naturaleza y la tristeza se desvanece a medida que estiramos las extremidades.
Ira
Hay que evitar en lo posible la ira. Pero como en la realidad no siempre es posible, un hombre con un carácter muy explosivo nos da su consejo: «Airaos, pero no pequéis; no dejes que el sol se ponga sobre tu ira». Esto además de evitar ocasiones de enfado, y tratar de resolverlo primero por vías más diplomáticas y fraternas. Aquí, también, los consejos de carácter físico no son baladíes, ya que los movimientos influyen en las emociones: a veces un trote, una caminata rápida o un poco de actividad física descargan la ira acumulada mucho mejor que una pelea llena de consecuencias y cosas malas.
Perezoso
El remedio para el vicio de la pereza son las lágrimas que humedecen el corazón reseco. No es el grito de liberación, sino el tipo de grito dulce que el pueblo visitado por el Señor conoce bien después de un período de larga sequía. Evagrio escribe: "Si fuéramos presa del demonio de la pereza, debemos, con la ayuda de las lágrimas, dividir nuestra alma en dos partes: una que consuela y otra que se consuela".
Póntico nos invita a repetir aquí los versos del salmista: “¿Por qué te entristeces, alma mía, por qué te turbas en mí? Esperanza en Dios: aún podré alabarlo, él, la salvación de mi rostro y mi Dios». En otras palabras, Evagrio propone su método del antirrhetikos, que es oponer la palabra del Señor a los pensamientos negativos de la pereza.
Fama inútil
La cura para la vanagloria es la humildad. Es el seguimiento de Cristo manso y humilde de corazón. Es tener sus sentimientos dentro de uno mismo, aquel que "a pesar de estar en la condición de Dios, no consideró un privilegio ser como Dios, sino que se despojó de sí mismo asumiendo la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres". Jesús se vacía porque se sabe amado por el Padre y porque quiere amar. El remedio de la caridad es la cura contra la mala philautía, del amor propio enfermo que nos hace replegarnos sobre nosotros mismos.
Orgullo
Aquellos que verdaderamente se conocen a sí mismos no se enorgullecen en sus corazones, no por un sentimiento de inferioridad, sino simplemente por un sentido de realismo. El humilde no se abate sobre sus faltas y no vuelve la cabeza por sus méritos. Por los errores pide perdón, por los méritos y logros sabe agradecer a la Fuente de todo bien porque sabe que sin el Señor nada puede hacer: estos son los remedios para curar el vicio de la soberbia.
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