Juan Andrés Verde, conocido como “El Gordo”, rompió todos los esquemas. Recientemente protagonizó la final del programa televisivo MasterChef Celebrity Uruguay. Juan Andrés perdió el certamen, pero ganó el motivo que lo llevó a participar: favorecer a los pobladores de un barrio vulnerable de Montevideo. Juan Andrés es sacerdote. Y el haber llegado a la instancia, además de obtener el reconocimiento que tuvo, no es algo muy habitual en Uruguay, uno de los países más laicos de América Latina.
Juan Andrés intentó ganar la final con un plato que vio en Aleteia, el postre favorito de Juan Pablo II Papieska Kremowka. Pero Juan Andrés también quiso ofrecer un mensaje de Navidad a través de sus presentaciones. Por ejemplo, a través del tradicional vitel toné.
“Navidad es Navidad en Uruguay”
Lo sucedido con Juan Andrés claramente rompe los ojos. Pues si hay algo que ha caracterizado a Uruguay desde hace más de 100 años (claro diferencial con otros países de América Latina) es a vivir la fe, junto a sus manifestaciones, de una manera más privada.
“El proceso secularizador uruguayo fue muy peculiar en el continente, seguidor del modelo francés de inspiración jacobina, que buscaba la unificación de la sociedad mediante la anulación de cualquier signo de diversidad, especialmente la religiosa”, señalaba el profesor Miguel Pastorino en su artículo titulado en Aleteia “Uruguay: el país donde la religión ha sido invisible”.
Dentro del proceso de separación entre Iglesia y el Estado que tuvo Uruguay es que se enmarca lo acontecido con el calendario oficial allá por el año 1919, donde se secularizaron algunas fiestas religiosas (mismas fechas, pero con nueva denominación). Es ahí donde surge la Semana de Turismo (Semana Santa); Día de las Playas (Día de la Inmaculada) o “Día de la Familia” (Navidad).
Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido con Semana de Turismo, que hasta el día de hoy sigue siendo nombrada por muchos de esa manera y hasta entre los cristianos se mezcla muchas veces aquello de tener una “semana santa de turismo”, con la Navidad aconteció otra cosa.
“Navidad es Navidad”, afirma el actual arzobispo de Montevideo, cardenal Daniel Sturla, en su libro «¿Santa o de Turismo? Calendario y Secularización en el Uruguay», trabajo publicado en Montevideo en 2010.
Efectivamente, mientras en el calendario oficial persiste aquello del “Día de la Familia”, entre los habitantes del país sudamericano el nombre no caló de manera profunda.
Un paso más… De Navidad a “Navidad con Jesús”
No obstante, más allá de que la Navidad siga siendo el nombre que aparezca de manera cotidiana entre la gente, “otra cosa es cómo vive la Navidad el pueblo uruguayo”, tal cual prosigue Sturla.
Cierto, aún resta mucho para que la Navidad se pueda vivir con el verdadero sentido religioso. Esto ha provocado que en los últimos años desde la Arquidiócesis de Montevideo se venga impulsando la denominada “Navidad con Jesús”. Precisamente, una campaña que pretende hablar del origen de todo con propuestas que van desde la oración en familia hasta la colocación en casas y apartamentos de balconeras con Jesús, María y José.
Pero una vez más aquello –a pesar del clima del hemisferio sur que en diciembre se da la mano con el verano, a playa y fin de año- Navidad sigue siendo Navidad en Uruguay. Está presente y vigente en el corazón del pueblo.
Todo esto de alguna manera lo dejó de manifiesto el propio Juan Andrés con su pasaje por MasterChef Celebrity, tal cual contó a Aleteia:
«Quería tratar de trasmitir un mensaje en cada plato. En el primero, la importancia de la familia, la Navidad con Jesús”, dijo Juan Andrés a Aleteia.
¿Y si Navidad se volviera a llamar Navidad en Uruguay?
Hacer referencia al caso uruguayo en este tiempo, donde en las últimas semanas se han escuchado iniciativas desde sitios como la Unión Europea y su intento de “cancelar” la Navidad, es bastante significativo. Pues si bien en Uruguay hubo una suerte de camuflaje con el “Día de la Familia”, en definitiva, no se pudo. Otra vez, Navidad sigue siendo Navidad.
Incluso, en el año 1968 hubo una propuesta de volver al antiguo nombre de la Navidad en el calendario oficial (un proyecto del diputado del Partido Nacional Enrique Beltrán –integrante de una de las fuerzas políticas que ocupan la actual coalición de gobierno- así lo pretendía), pero finalmente no tuvo éxito.
Seguramente para muchos, este cambio de nombre, sería algo ya sin importancia. ¿Pero acaso no sería un reconocimiento a una comunidad que forma parte de la mismísima matriz de la patria con innumerables aportes al país a lo largo de los años? ¿No sería un paso más hacia una laicidad positiva?
Justamente, con el transcurso de los años, aquella relación tirante con la Iglesia fue cediendo hacia discursos más tolerantes (“laicismo confesional tolerante”, sostiene Sturla en su libro). Innumerables gestos así lo avalan. Desde la instalación de una cruz en una de las principales avenidas de Montevideo con motivo de la primera visita del papa Juan Pablo II en 1987, hasta el aporte de la Iglesia en diversos ámbitos de la sociedad (ciencia, educación, cultura, entre muchos otros).
No muchos recuerdan que los primeros observatorios meteorológicos que se instalaron en Uruguay fue algo acontecido a instancias de los salesianos de Don Bosco con el rol protagónico de monseñor Luis Lasagna (Observatorio del Colegio Pío). Los ejemplos sobran. El caso de la popularidad de Juan Andrés Verde en un canal de televisión, en horario central, es uno más de estos últimos tiempos.
¿No habrá llegado la hora de que al menos Navidad sea llamada Navidad de manera oficial en Uruguay?