La Iglesia sólo canoniza a sus fieles, a los que conoce. No reconoce oficialmente la santidad de personas que hayan pertenecido a otras religiones.
Ahora bien, esto no significa que sólo estén en el cielo única y exclusivamente los canonizados (la canonización no es un requisito para entrar al cielo).
Como tampoco significa que no haya personas de otras religiones en el cielo, pues el ofrecimiento de la salvación es para todos los seres humanos (1 Tim 2, 4).
El cielo no es exclusivo para los católicos, ni se creó sólo para ellos. El cielo es para quien goza de Dios y hace su voluntad (Mt 7, 21-23).
Como Jesús es el único mediador entre Dios y todos los seres humanos (1 Tim 2,5), pues muchos se salvarán por Él de la manera que Él sabe.
Y Él salvará a quien, en virtud de justicia, debe salvar; y los que se han salvado son los que están en el cielo, son los santos.
Jesús redimió a todos
En el cielo hay, pues, y habrá fieles de todas la religiones aunque no sepamos cuántos ni conozcamos nombres concretos.
Es que Jesús redimió a la humanidad sin excluir a nadie. Por esto es que hay otras vías de salvación para quienes no conocieron a Jesús ni su Iglesia, aunque hayan oído hablar de Él y de Ella; y esa ignorancia haya sido invencible.
Dios es justo y por esto no cometerá nunca la injusticia de condenar automáticamente a alguien sólo porque ‘oficialmente’ y/o ‘de nombre’ no sea cristiano.
El concilio Vaticano II dice:
“Incluso a aquellos que sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios, y se esfuerzan, no sin la gracia divina, en llevar una vida recta, tampoco a ellos niega la divina Providencia los auxilios necesarios para la salvación”.
Gaudium et Spes 22, 5
Y dice también:
“Aquellos que, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo la influencia de la gracia, en cumplir con obras su voluntad conocida mediante el juicio de la conciencia, pueden alcanzar la salvación eterna”.
Lumen Gentium, 16