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El reconocimiento de la Congregación para la causa de los Santos al martirio de Pedro Ortiz de Zárate y Juan Antonio Solinas, mártires del Zenta, permite que el testimonio de la vida de los futuros beatos trascienda las fronteras de Orán y del norte argentino, y ofrezca un modelo de santidad vigente incluso hoy, 450 años después de su vida y muerte.
El padre Rubén Gutiérrez es uno de los principales impulsores de la causa, párroco de San Jorge de Pichanal, en las tierras de la misión y el martirio de los mártires del Zenta. Con su comunidad, anualmente recuerda y celebra a los nuevos beatos. A él le tocó, hace varios años, viajar a Buenos Aires a hablar de la causa con el entonces Arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Jorge Bergoglio. Dialogamos con él para Aleteia.
Aleteia: ¿Cómo recibe la comunidad heredera de la misión de los mártires la noticia? ¿Con qué sensaciones?
Padre Rubén Gutiérrez: La comunidad Diocesana lo vive como una fiesta maravillosa… sencilla, propia de los pobres… de los que estamos en la periferia, de los últimos de la fila. Dios nos regala una señal inconfundible: nacimos para ser misioneros del amor de Dios, de la vida nueva que dignifica y transforma. Nuestro pueblo lo vive como aquella alegría de los pastores de Belén que saben que en medio de tantas dificultades Dios siga queriendo estar cerca.
Aleteia: ¿Qué recuerda de la visita al cardenal Bergoglio cuando comenzaba a tomar fuerza la causa?
Padre Rubén Gutiérrez: El cardenal Bergoglio fue muy importante para nosotros y para la causa. Él se entusiasmó en seguida con la figura del Jujeño Don Pedro Ortiz de Zárate -el Papa amaba mucho Jujuy-, y un compañero de carisma como fue el jesuita Juan Antonio Solinas.
Ya en aquel entonces, como una mirada profética, él me compartía que esa es la Iglesia que tenemos que recuperar: curas y laicos trabajando en equipo; curas y laicos que no sean cómodos y se atrevan a salir a tantos sitios de nuestra patria que necesitan tanto volver a escuchar el anuncio del Evangelio.
Él nos proporcionó en aquel entonces un canonista y una secretaria que terminó siendo nuestra Postuladora de la Causa: la Hermana Isabel Fernández
Aleteia: ¿Qué nos pueden enseñar los mártires hoy a los cristianos argentinos?
Padre Rubén Gutiérrez: La enseñanza más importante me parece que es la misma que enseña el papa Francisco: necesitamos recuperar nuestra esencia, necesitamos volver al fuego primero. Nacimos en Fraternidad, nacimos “pateando” los caminos de dos en dos… nacimos para ir una y otra vez al encuentro de los más pobres… ¡Argentina tiene que recuperar su memoria misionera! Y junto con eso me parece que es un desafío para que Argentina vuelva a mirar al interior.
Los Mártires del Zenta nos recuerdan que Dios también se pasea y quiere atender en el norte tantas veces olvidado.
El martirio corona un testimonio de vida incluso sinodal, de encuentro entre miembros de la Iglesia surgidos de distintos contextos, sacerdote y religioso apoyados en su misión por una gran variedad de laicos, de distintos orígenes y clases sociales, 18 de los cuales vertieron la sangre con ellos. Los mártires del Zenta caminaron juntos.
También en misiones previas de los siervos de Dios daban cuenta de un denodado esfuerzo por poner en diálogo la cultura hispánica con la aborigen, con epicentro en el anuncio evangélico y la devoción a María Santísima. En el caso del padre Ortiz, por ejemplo, se testimonia en lo que fue su apoyo en los inicios de la devoción a Nuestra Señora del Rosario de Río Blanco y Paipaya, advocación con la que María es patrona de la provincia de Jujuy. En el caso del padre Solinas, como capellán de los aborígenes, pero aún con su misión atento a la atención pastoral de quienes vivían cerca de las reducciones, e incluso en tiempos de conflicto entre españoles y portugueses, de ambos por igual.
Los futuros Beatos Ortiz y Solinas eran hombres de diálogo y encuentro, más allá de clases sociales, más allá de orígenes. En sus biografías, de las que es puede leer una completa síntesis en https://martiresdelzenta.org/, se los recuerda siempre acompañados de sus comunidades, promoviendo entre ellas el anuncio evangélico y la fraternidad.
Como expresaba el cardenal Bergoglio al padre Gutiérrez: “Curas y laicos trabajando en equipo; curas y laicos que no sean cómodos y se atrevan a salir a tantos sitios de nuestra patria que necesitan tanto volver a escuchar el anuncio del Evangelio”. Como expresaba Francisco abriendo el Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad: cristianos que encarnaron “el estilo de Dios, que camina en la historia y comparte las vicisitudes de la humanidad”.