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Encuentra en tu interior el impulso para vivir

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wolfstudiobkk | Shutterstock

Carlos Padilla Esteban - publicado el 12/10/21

Cualquier dificultad, enfermedad, derrota son superables gracias a la fuerza que brota en mi interior al ver a Dios dibujado en mis sueños

Me levanto despacio al ritmo de los sueños. Y sólo la ilusión de vivir me mantiene despierto.

En cuanto las desilusiones adquieren fuerza en mí pierdo el aliento. Y la cima parece demasiado lejos, inalcanzable.

No dudo del poder escondido de los sueños que un día sembró Dios en mi alma con mano sabia.

Los dejó escondidos esperando a que yo, torpe y con manos frágiles, lograra encontrarlos debajo de la tierra de la desesperanza.

Pero cuando los veo y siento que son posibles, algo nuevo surge con fuerza en mi interior.

Cualquier dificultad, enfermedad, derrota son superables gracias a la fuerza que brota en mi interior al ver a Dios dibujado en mis sueños.

Ahí me recuerda que soy lo más valioso que ha creado y que no debo tener miedo.

Dios se fía de mí

Sí, el miedo es mi peor enemigo. Se aferra a mi piel con sus garras y no me suelta. El miedo teñido de desconfianza.

No voy a poder, pienso, no seré capaz. Y luego el grito de otros que me dicen lo mismo. No valgo, no soy tan capaz como otros.

Y no los oigo, no quiero oír sus voces que pretenden hacerme sentir menos. Yo sí valgo. No para todo, pero valgo.

Y tengo un color, una forma de darme, una manera de amar originales. Todo en mí es único.

No soy copia de nadie. No soy fruto de un molde. Sino de unas manos sabias que crearon mi vida a golpe de cincel.

Sabias manos. Artesano Dios que supo sacar de mi alma una obra de arte. No desconfío entonces de su fe puesta en mí, aunque mis hermanos no crean.

Soy único

No me importa. Valgo más de lo que hubiera imaginado. Mucho más de lo que otros me han dicho nunca.

Y tengo una misión. Soy enviado como un ángel entre los hombres. Con mi voz apenas audible, con mi mirada que casi no aprecia los contornos, con mis pasos que no logran llegar donde pretenden.

El cansancio me oprime el pecho y el miedo. Sí, ese miedo al fracaso, a no estar a la altura.

Pero es tan bonito pensar en los sueños que percibo dentro de mí…

Oigo los aplausos de Dios cada vez que despierto. Como queriendo animarme a darlo todo con alegría y sencillez.

Miedo y soledad

Parece fácil. Pero me da miedo no poder, no llegar, no alcanzar. La misión es inmensa, y la mies también, como Jesús dice.

Y los obreros pocos, me siento solo. Quisiera tener a muchos a mi alrededor para tanta tarea.

La soledad con Dios, con Jesús mi amigo. ¿Por qué tengo miedo? Si supiera como funciona ese juego santo de soltar y abandonarme.

Sí, soltar el control, el timón, la guía de mi propia vida. Y abandonarme en las manos de un Dios que me sostiene cuando yo creo que voy a hundirme, caminando sobre las aguas.

Dios me sostiene

No voy a tener miedo porque todo le pertenece a Él que me ha creado, me ha amado tanto.

Me ha buscado por los bosques cuando me perdía y amaba fuera de mí lo que llevaba dentro. Pensando que reteniendo el reflejo de su belleza lograba sostener al Creador de todo lo creado.

Y no estaba fuera, sino dentro. Tan dentro como el miedo y la soledad, como mis lágrimas y mis cantos.

Guardo silencio hundiendo mi cabeza bajo el agua de mi pozo. Abro los ojos dentro para mirar todo lo que llevo guardado.

Son mis tesoros. Mis alas y mis sueños. Mi alegría y mi risa. Mis anhelos y deseos. Todo dentro para que yo lo vea, lo ame y lo sostenga con cuidado.

Darlo todo

Dios me ha creado para una vida grande y vivo en ocasiones una vida mezquina.

Desparramado en el mundo que me dice que llenará todos mis vacíos. Pero luego no lo hace, aunque lo sigue prometiendo.

Y vivo así desarmado y solo. Queriendo retener amores humanos pasajeros. En los que nadie se da por entero. Por miedo a perder y no ser amado.

Y vuelvo a mirar dentro de mí la vida a la que me llama. Ese Jesús mi amigo que quiere que viva sin miedo. O entregando mis miedos cada mañana.

Abrazando la planta que surge con fragilidad dentro de la oscuridad de mi alma.

Siembro estrellas en mi interior para que reine una luz cálida que llena mi corazón de esperanza, de abrazos y ternura.

Tengo hechos mis sueños de pasos firmes y palabras que enaltecen. Y silencios que respaldan la vida de los que amo.

Y todo parece comenzar siempre de nuevo. No hay nada perdido incluso cuando he caído derrotado.

Porque cada día tiene un nuevo amanecer tan bello como el primero. Ya nada temo, miro a Dios en mi alma y sonrío con calma. Él me ha amado primero.

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