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La puerta giratoria de la frontera venezolano-colombiana

VENEZUELA

Shutterstock | Sebastian Delgado C

Macky Arenas - Aleteia Venezuela - publicado el 08/10/21

El gobierno de Maduro confirmó la apertura de la frontera de Venezuela con Colombia. Sin embargo, todo parece indicar que las fronteras se abren y se cierran de acuerdo a intereses no siempre confesables. ¿Y la gente?

Durante las últimas dos décadas los gobiernos colombianos han lidiado con el socialismo chavista en Venezuela. Vecinos al fin, hubo amagos de entendimiento y verdaderas lunas de miel, pero finalmente se impone la acidez de políticas intragables que han dejado de lado la diplomacia para dar paso a auténticos enfrentamientos que no sólo han sido verbales. 

Hemos tenido desde ruptura de relaciones hasta combates en la frontera con implicación de la guerrilla paramilitar y los llamados ejércitos regulares. Pero, para entender los sorprendentes y constantes cierres y aperturas de fronteras hay que hacer un poco de historia. Aleteia conversó con dos especialistas en el tema.

Un peligroso teatro de operaciones

La frontera se convierte en una especie de teatro de operaciones donde se cobran facturas políticas y se miden fuerzas, sin reparar en el perjuicio que se ocasiona a las economías y dinámicas de todo tipo que dependen del libre tránsito fronterizo. Un diplomático nos comentaba: “Figúrate que hay gente que tiene el médico del lado venezolano y el dentista del colombiano”. Los ciudadanos son sólo piezas en el tablero del conflicto, cuyas necesidades y expectativas no cuentan.

La frontera colombo-venezolana es la más caliente del continente, junto a la de México-EEUU. Ambas lo son, aunque por razones distintas. Con Hugo Chávez ya se había cerrado, siendo Santos el ministro de Defensa de Uribe. Fue el momento en que neutralizaron en Ecuador a Raúl Reyes, canciller de las Farc. Y no sólo Chávez la cerró sino que la militarizó con ruptura de relaciones incluida. A través de la “mano diplomática” de Uribe, el asunto se solventó, aunque quedó pendiendo de un hilo que, según indica la experiencia, en cualquier momento se puede romper.

El caldo morado

Si bien con Carlos Andrés Pérez ocurrió una especie de luna de miel que mantuvo las cosas a raya, lo que propició una pujanza evidente, con la llegada de Chávez al gobierno todo cambió. “Toda esa buena relación que se había construido –dice el politólogo y diplomático venezolano Leandro Area-  se  derrumbó.  Se termina ese período de bonanza y aún no se rompen las relaciones pero, con la intervención de Uribe a través de Santos en el episodio con el canciller de las Farc, comienza un franco deterioro en las relaciones”

Uribe terminó de malas con el gobernante militar venezolano y, al llegar Santos, se produjo otro giro. Santos llamó a Chávez llamó su “nuevo mejor amigo”, asunto que cayó como un jarro de agua fría pero llevaba un piquete:  Santos tenía un interés muy preciso, cual era contar con la colaboración de Chávez y sus aliados cubanos para conseguir la paz, objetivo declarado  de todo presidente colombiano y jamás alcanzado pues años más tarde, Premio Nobel mediante, la ansiada paz sigue siendo una deuda en Colombia. 

La obsesión histórica por la paz dejó  en la cuneta a los nuevos mejores amigos. La relación no era sólida, era frágil; no era cierta, era un “intercambio de hipocresías” pues el objetivo de Santos era que Chávez le abriera el camino con Fidel Castro. Fue provechoso para Santos pero terminó como los analistas avezados pronosticaban.

Desaparecido Chávez, quien ya había ya había contribuido a encaminar las conversaciones entre la guerrilla y el gobierno de Santos en Cuba, Maduro hace su parte con lo que el gobierno venezolano había cumplido su papel con los Castro. En Cartagena de Indias -2014-  el presidente Juan Manuel Santos y su homólogo venezolano Nicolás Maduro, habían instalado, en un ambiente de gran cordialidad,  el encuentro binacional Colombia – Venezuela. Pero el caldo no tardó en ponerse morado. Santos no terminará su gobierno sin deslindarse del venezolano.

Todos estos malabarismos no impiden que Colombia siga sumida en el narcotráfico y la guerrilla y Venezuela soportando arbitrariedades y pasando hambre. El cierre de las fronteras favorece ambas situaciones.

Guerrilla y “paras” recuperan espacios

Que la paz es aún una asignatura pendiente en Colombia es tan cierto que los resultados de una investigación del Instituto para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), dados a conocer mientras redactábamos esta nota, lo confirman y con datos bastante terroríficos.  Camilo González, presidente de la organización en Colombia, declaró a Radio Francia Internacional que el considerable aumento en número de efectivos y zonas controladas, indica un inusitado crecimiento de los grupos irregulares.

Se muestra sorprendido ante los resultados de su propia investigación.  Hoy, hay más de 200 grupos  que se  distribuyen por  los territorios. “El ELN -explicó- mantiene sus bastiones tradicionales y los paramilitares, que venían decayendo muchísimo, se han recuperado. Esta expansión se debe a la debilidad de la implementación de los Acuerdos y a la falta de políticas para atender a las poblaciones”.  Un dato significativo es que Indepaz-Colombia, para el 10 de julio de 2021, reportó que 1.206 líderes sociales habían sido asesinados tras la firma de los acuerdos de paz.

El Estado  ha llegado por cuentagotas, mientras que las mafias, el narcotráfico y quienes se dedican a negocios ilícitos aumentan su presencia aún en medio de la pandemia. Hay un 70% de desempleo rural y los jóvenes son un objetivo.  “Vivimos  una catástrofe económica –agrega- de quiebra de pequeñas y medianas empresas y de esa catástrofe se aprovechan los grupos ilegales que se recomponen con esta situación. Ello no nos lleva a la realidad que imperaba antes de los acuerdos , pero sí nos coloca ante un panorama supremamente complicado que requiere de más presencia del Estado”, concluyó.

Incidentes, provocaciones, acusaciones

Los incidentes que se producen en la frontera son muchas veces accidentes pero otras son fuegos provocados para producir reacciones y justificar medidas que convienen a los  intereses en juego.  Son muchos los acontecimientos que tendríamos que reseñar pero, a grandes rasgos, contamos el devenir de los hechos.

Pronto, Santos la emprende contra Maduro. Y no sin razones. Maduro llegó a decir que Santos prometió asesinarlo y lo señaló como el autor del “atentado” durante el 81º aniversario de la Guardia Nacional Bolivariana. Santos replicó diciendo que ese día estaba bautizando a su nieta. Rechazó cualquier participación suya en el supuesto atentado asegurando que tenía “cosas más importantes que hacer”. En ese punto confluyeron dos intereses: a Maduro le convenía el escándalo y a Santos deshacerse de todo “compadrazgo” con el régimen venezolano.

Es el momento en que se establecen las famosas Zonas de Atención Militar Fronteriza y las fronteras quedan completamente en manos de los militares.

Los roces han sido tan fuertes que han llegado a reales enfrentamientos bélicos en la frontera, harto conocidos, donde se argumenta violación de soberanía e incursiones en el territorio de uno y otro país. Pero lo que en verdad se juega es el control de las mafias y el reparto de zonas entre guerrillas de uno y otro bando. No es un secreto que hay zonas entre ambos países donde no tiene presencia el Estado sino que mandan los irregulares. Someten a los pobladores a sus abusos e imponen sus reglas. Y mucho se ha especulado sobre la complicidad del gobierno venezolano con sectores de la guerrilla a los cuales privilegian con protección y ayuda.

De nuevo, el perjudicado es el pueblo. En aquella ocasión, botaron a los migrantes al río Táchira, abandonados a su suerte, y rompieron definitivamente relaciones diplomáticas y comerciales. 

Al llegar Duque se complica aún más la situación, clausuran el paso por los puentes e impiden el ingreso de toda ayuda humanitaria. Con el  cierre de fronteras y el aumento de la inseguridad, son las poblaciones las que sufren.

Lavada de cara

Hay analistas que opinan que esa especie de puerta giratoria en que se han convertido las fronteras, responde a intereses políticos. Area, quien sigue milimétricamente la política colombiana, sostiene que la apertura, decisión  anunciada por Maduro en días pasados, tiene como fin una “lavada de cara”.

“Busca legitimidad ante las próximas elecciones y con vistas a las conversaciones que se suceden en México entre gobierno y oposición; al mismo tiempo, coloca a Duque, que ha cerrado consulados en Venezuela, en una situación difícil pues, además de dejar a los colombianos desprotegidos, tal parece que las posibilidades reales de un triunfo de Petro explica  esa medida, pues no podrían los colombianos votar en Venezuela por este candidato. Por otra parte, despeja el paso de venezolanos hacia Colombia, agregando más conflictos en un país que ya ha conocido la violencia por reclamos sociales”. 

Los vecinos colombianos –hay que decirlo-  han sido muy solidarios con los venezolanos pero el peso de la inmigración es un dolor de cabeza para el gobierno de Duque, aunque lo ha soportado y se ha manejado con habilidad ante un problema que para otros países ha sido mucho más traumático.

Sadio Garavini, ex embajador de Venezuela en Guyana y conocedor de la situación fronteriza en general, sostiene que abrir las fronteras responde más a una necesidad socioeconómica. El intercambio con Colombia es muy importante desde el punto de vista comercial y, según apunta, “al gobierno de Maduro no le queda otra sino emprender caminos que faciliten una recuperación. Está muy cercado, sin dinero ni apoyos y tiene acá una bomba de tiempo. Eso lo saben”.

Un poro que se destapa

Los ciudadanos se benefician, toman un respiro. La apertura es positiva. El paso libre es un poro que se destapa, favorece el intercambio del cual vive la gente de fronteras. No tienen que transitar por trochas, ni pagar peajes. Se reducen los atropellos y la trata de personas; también los peligros de viajar por pasos infestados de delincuentes y, de alguna manera, cierra algunos grifos a la guerrilla y los irregulares.

No obstante, ambos expertos coinciden en que hay un demagógico por la cercanía de las elecciones y el desarrollo, de cara al mundo exterior, del diálogo en México. Maduro, claramente, estaría buscando ofrecer una mejor imagen cediendo, como impecable “demócrata”, ante demandas tan elementales como abrir los pasos fronterizos.

¿Qué pasará después de las elecciones de noviembre en Venezuela? ¿Girará la puerta en sentido contrario? ¿Se mantendrán los puentes o volverán a dinamitarlos? Preguntas obligadas ante los vaivenes de una política de altas y bajas.

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