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Cómo no desilusionar a quien confía plenamente en ti

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Nanci Santos Iglesias | Shutterstock

Carlos Padilla Esteban - publicado el 26/09/21

Nadie es perfecto, no hay que alimentar mentiras, pero puedes buscar a Dios en todo lo que haces y permitir que su luz llegue a los demás a través tuyo

El escándalo es lo peor que pueden provocar mis actos. Con palabras duras lo describe Jesús:

“Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran del cuello una piedra de molino y lo echaran al mar. Y si tu mano es ocasión de pecado para ti, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al fuego eterno que no se extingue. Y si tu pie es ocasión de pecado para ti, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la vida, que ser arrojado con los dos pies al fuego eterno. Y si tu ojo es ocasión de pecado para ti, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al fuego eterno, donde el gusano que roe no muere y el fuego no se extingue”.

Son palabras duras que me incomodan. Mi mano, mi pie, mi ojo, cualquier miembro puede ser ocasión de pecado.

No quiero escandalizar a nadie con mi comportamiento, con mis palabras, con mis silencios y omisiones.

Me da miedo ser motivo de escándalo. Temo echar a perder la inocencia de las personas que se me confían. Enturbiar su mirada. Acabar con su forma ingenua de pensar y ver la vida.

¿Y si daño a quien amo?

Me asusta ser motivo de escándalo cuando no lo pretendo. Pero puedo serlo. No estoy libre de pecado y mis manos pueden herir a otros sin pretenderlo, así como mis palabras y mis acciones.

Mi rabia puede ser motivo de escándalo, mi incoherencia. Me lo recuerda el papa Francisco:

“Los cristianos no podemos ignorar la constante invitación de la Palabra de Dios a no alimentar la ira: «No te dejes vencer por el mal» (Rm 12,21). Una cosa es sentir la fuerza de la agresividad que brota y otra es consentirla, dejar que se convierta en una actitud permanente. Por ello, nunca hay que terminar el día sin hacer las paces en la familia”.

El odio, la ira, la rabia son motivos de escándalo para el que los sufre por vivir junto a mí y ser herido por mi ira interior.

Mis palabras hirientes, mi desprecio, mi rabia, mi incomprensión. Puedo herir tan fácilmente a quien confía en mí… Puedo escandalizarle con mi pecado. Con mis mentiras.

Es cierto que no podré dejar nunca de pecar. Va unido a mi debilidad, a mi alma que está rota en su interior, herida por el desamor y el odio.

No quiero afectar al inocente. No quiero herir al niño que me mira con un alma ingenua, confiado.

Que todo me acerque a Dios

Mi mano, mi ojo, mi pie. Todo puede ser causa del mal. Sé que todo lo que haga me ha de llevar a Dios, eso lo sé:

“No hay en mi vida nada, ni siquiera el pecado, que deba y pueda separarme de alguna manera de Dios, sino que todo debe impulsarme a adentrarme más hondamente en el amor de Dios”.

[1] J. Kentenich, Lunes por la tarde,Tomo 2: Caminar con Dios a lo largo del día

Pero quiero cuidar que nada de lo que hago o digo pueda dañar el corazón de las personas a las que amo.

No quiero herir, ni escandalizar. Es tan fácil desilusionar al que está lleno de ilusión

Fidelidad en lo pequeño

Es tan fácil confundir al que busca un camino para vivir su fe… Si no puedo creer en aquel que Dios ha puesto en mi vida para acercarme a Él, ¿en quién puedo creer?

El escándalo es lo peor que puedo hacer. Es tan difícil educar en la fe y conducir a Dios… Es tan importante ser fiel en lo pequeño…

Toda mi vida quiere ser para Dios y no lo consigo porque vivo buscándome a mí mismo.

Me he vuelto egoísta y mis actos no son una luz en el camino para el que busca a Dios. Me gustaría que así fuera, pero no lo es.

No logro el bien que deseo. No consigo alcanzar la paz que sueño. Mi corazón desea más de lo que obtiene.

Renunciar por amor

Quiero eliminar las tentaciones que me alejan de Dios. Quiero buscar a Dios en todo lo que hago.

El ocio me confunde. Y los caminos fáciles de felicidad me tientan. ¿Estoy dispuesto a renunciar por amor?

¿Estoy dispuesto a perder para ganar un bien para otros? ¿O pienso siempre en mi propio beneficio?

Es tan sutil la tentación del egoísmo. Es todo tan fácil de confundir… Y entones brota el escándalo con facilidad cuando no estoy a la altura.

Dios se muestra en mi pobreza

No puedo ser perfecto. Dios lo sabe, yo lo sé. Pero me exigen una perfección que no poseo, imposible.

Quiero ser fiel desde mi pobreza. No quiero engañar a nadie ni hacer pensar a otros que soy mejor de lo que soy. Que puedo llegar a unas cimas imposibles.

No puedo vivir mentiras pretendiendo que lleguen a ser verdad. Sólo sé que todo esto es posible si Dios lo hace en mí.

Él puede liberarme de lo que me corrompe y hacer surgir la luz desde mi noche. Dios puede hacerlo y eso me da paz. Mientras tanto rezo para que mi pie no se aparte de su camino.

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