Walter Elías Chango Rondeau. Aquí el nombre de un joven uruguayo declarado Siervo de Dios y destacado, entre otras cosas, por su trabajo y honradez. El 1 de noviembre se de 2021 se recordaron los 100 años de su nacimiento (1921). Ese aniversario aconteció cercano al Congreso Eucarístico Internacional de Budapest (Hungría), por lo que su historia inspira debido a que desde niño se ha distinguido por su amor a la Eucaristía.
«Un Carlo Acutis uruguayo»
A la hora de hablar de los jóvenes y el amor por la Eucaristía surge rápidamente un nombre: el famoso beato Carlo Acutis, quien se dedicó con pasión a publicar una serie de materiales digitales para evangelizar dedicados a los ‘milagros eucarísticos’.
El joven Carlo se distinguió por su amor a la Eucaristía, a la que llamó su «camino al cielo». Pero también ha tocado el corazón del hombre del Siglo XXI por su fama de santidad en jeans y zapatillas, además de su amor por cuestiones como la naturaleza, el estudio o el deporte.
Sin embargo, a lo largo de los años hubo muchos como Carlo que han dado testimonio y hasta compartiendo gustos similares, salvando las distancias y tiempos históricos. Un claro ejemplo de ello en Uruguay es Walter, un joven nacido en el barrio la Aguada de la ciudad de Montevideo reconocido como «apóstol de la Eucaristía». Su Primera Comunión fue el 8 de noviembre de 1931 y desarrolló sus estudios primarios en el Colegio de la Sagrada Familia.
«Walter que tanto amaba a Jesús, no se contentaba con manifestarle su amor, sino que conducía a otros al encuentro con Cristo. En una ocasión un compañero de su colegio, hacía alarde de que ya llevaba bastante tiempo sin confesarse y sin comulgar. Walter por su parte encendido de fervor comenzó a hablarle de la importancia de recibir los sacramentos y de la presencia de Jesús en ellos, que su compañero no tardó demasiado en retomar la práctica sacramental», recuerda un reportaje publicado por la Conferencia Episcopal del Uruguay sobre su vida.
Un rol protagónico en un congreso eucarístico
Precisamente, el cariño de Walter por la Eucaristía lo llevó a tener de alguna manera un rol protagónico en el Congreso Eucarístico Nacional de 1938 (el tercero de Uruguay) que se desarrolló entre el 1 y 6 de noviembre y que tuvo curiosamente al Estadio Centenario como escenario de alguna de sus celebraciones.
Este evento religioso se dio además como respuesta de la Iglesia de la necesidad de marcar mayor presencia a nivel público junto al empuje de la denominada Acción Católica y el rol fundamental de los laicos.
El congreso sucedió durante el pontificado de Pío XI y con Juan Francisco Aragone como arzobispo de Montevideo (el coadjutor en aquel momento era el fraile capuchino Antonio María Barbieri, quien luego sería el primer cardenal uruguayo). Participaron, además de delegaciones extranjeras, por ejemplo, muchos niños de diversas instituciones educativas, quienes llenaron de tono blanco al mítico Centenario para recibir la Primera Comunión.
El logotipo del evento
Walter trabajó de manera incansable en la preparación de aquel congreso –recuerda la nota de la Conferencia Episcopal del Uruguay– e incluso se indica que reprodujo con sus propias manos el logotipo del evento para repartirlo entre los vecinos y para que lo pudieran colocar en las puertas de sus viviendas.
María, los pobres y catequista
«Lo que doy a los pobres a Cristo se lo doy», solía repetir Walter, quien además de su amor a los pobres y a los enfermos se caracterizaba por su devoción a la Virgen María a través del rezo frecuente del rosario. Pero también resaltaba por su compromiso con su parroquia y hasta por catequista.
«No basta que yo sea bueno, es necesario que trabaje para que sean buenos mis compañeros, no basta que yo sea honrado, también debo anhelar que sean honrados mis compañeros. El apostolado exige el sacrificio, nada grande, nada bueno se hace sin ningún sacrificio, el que es cristiano y oriental debe saber que no debe amar las vulgaridades sino lo que es bueno, excelente aunque deba sacrificarse hasta lo último», habría dicho en alguna oportunidad.
Walter era un alumno ejemplar, para nada hacía para destacarse por encima de los demás. Una vez finalizado sus estudios consiguió empleo como oficinista, ámbito desde el cual también sería un auténtico ejemplo.
Siervo de Dios
Walter contrajo tuberculosis y murió el 18 de noviembre de 1939 a los 18 años. «Muero tranquilo», esbozó en ese entonces. Actualmente, es Siervo de Dios. La declaración «Nihil obstat» llegó el 3 de noviembre de 2001.
(Actualizado noviembre de 2022)