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Beatificado Esquiú, el orador de la constitución argentina

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Esteban Pittaro - publicado el 04/09/21
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Una ceremonia digna y sencilla, como a él le hubiera gustado

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En su pueblito natal, fue beatificado fray Mamerto de la Ascensión Esquiú Medina, obispo argentino del siglo XIX, a cuya retórica y apasionado y argumentado alegato a favor de la unidad nacional la Argentina debe su constitución.

La sencilla aunque dignísima ceremonia –quizá tal como hubiese pedido él- estaba demorada desde el año pasado por la Pandemia. Presidida por el cardenal Luis Villalba, arzobispo emérito de Tucumán, pudo ser acompañada por un número muy limitado de fieles, distanciados prudencialmente en la plaza central de San José de Piedra Blanca.

Otros acompañaron a pocos kilómetros, en otro predio, donde se retransmitió la ceremonia y a la que posteriormente se llevó en caravana una imagen del nuevo beato.

Charangos y sikus, la percusión de los bombos, pero también el cantar de los pájaros, acompañaron musicalmente una ceremonia que confirma la fama de santidad que desde su muerte tuvo Fray Esquiú. Junto con el santo Cura Brochero, cada uno a su estilo, marcaron un modelo episcopal y sacerdotal de los inicios de la Argentina contemporánea. Uno y otro quebraron fronteras ideológicas, entre el campo y la ciudad, entre ricos y pobres, y adentro de la Iglesia incluso entre familias religiosas, y cimentaron la unidad nacional.

La vida de Esquiú, como recordó su vicepostulador Fray Marcelo Méndez, pareció destinada al servicio de la Iglesia desde su nacimiento: estando en peligro de vida, al ser bautizado de urgencia, el fraile que lo bautizó profetizó que el niño sería obispo. Fray Méndez también destacó su incomparable retórica, que asomaba desde su etapa de formador y periodista y se consolidó con los históricos sermones dedicados al “joven y martirizado país” que buscaba sellar su unidad en una constitución nacional. Hombre de bien común, como se resaltó en la ceremonia, Esquiú fue un artesano de los consensos entre las partes y del diálogo constructivo.

“El beato Mamerto Esquiú es reconocido como una de las grandes figuras de nuestro país por su patriotismo ejemplar. Iluminó el orden temporal con la luz del Evangelio, defendiendo y promoviendo la dignidad humana, la paz y la justicia”, resaltó en la homilía el cardenal Villalba, delegado pontificio para la celebración.

Uno de los momentos más emotivos de la celebración tuvo lugar cuando la familia beneficiada por la intercesión de Esquiú en el milagro que fue reconocido por la Santa Sede para la beatificación acercó sus reliquias al altar. La madre de la niña tucumana que padecía una osteomilietis femoral grave, milagrosamente curada, no cesaba de llorar mientras escoltaba con su esposo a la niña. No había rastros en el caminar de su hija de la grave enfermedad.

No era el primer contacto de la familia con unas reliquias del santo. Años atrás, sin imaginar lo hoy vivido, ante la posibilidad de que a su hija le amputen la pierna por la evidencia de la grave enfermedad, la madre pasó por su pierna una estampa con reliqiuas de otro tipo de Fray Mamerto, mientras le rezó junto con la familia al nuevo beato. Al poco tiempo no quedaban huellas de la enfermedad, antes evidenciada por imágenes y muestras óseas.

A la alegría catamarqueña, pueblo golpeado por la pandemia que no pudo acoger por este motivo el gran Congreso mariano previsto por los 400 años de la aparición de la Virgen del Valle, se sumó la notable alegría franciscana, que desde tiempos de san Francisco Solano siembra en estas tierras misioneros de santidad, como lo fue Esquiú. Pero también docente y periodística, porque en ambos ámbitos Esquiú fue un destacado modelo. Y, acaso en la faceta pública más trascendente, ha de resaltarse la alegría “constitucional”. Entre los concurrentes estaban organizadores de un reciente encuentro académico en el que se puso de manifiesto una verdad histórica muchas veces relegada en los libros de historia: sin Esquiú, la Argentina no tendría su constitución.

Fue su encendido alegato a favor de los consensos el que logró los acuerdos necesarios para rubricar una carta magna que supuso el fin de años de conflictos internos tras la independencia, y el inicio de un camino de unidad nacional. En los albores de la Argentina moderna, un beato de la Iglesia Católica consolidó la paz. En el siglo XIX Fray Mamerto Esquiú fue imprescindible para la naciente Argentina; en el siglo XXI, el ya beato Mamerto Esquiú renace como un modelo de encuentro para la “agrietada” Argentina.

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