Las autoridades haitianas hablan de 1.400 personas muertas, 7.000 heridos, miles de viviendas y centros hospitalarios derruidos y hospitales saturados, sobre todo en la región sudeste del país, que fue la que mayormente sintió el rigor de este movimiento telúrico.
El terremoto, a poco más de un mes del asesinato del presidente Jovenal Moïse, se une a una cadena de desgracias que hunden cada día más a este que fue la segunda república del continente americano en lograr su independencia (1791, tan solo después de Estados Unidos): pandemia del coronavirus, violencia desatadas en las calles por bandas de criminales, hambre, insalubridad e inestabilidad política.
Tras el sismo del sábado 14, el historiador francés, nacionalizado mexicano, Jean Meyer, ha escrito un artículo en El Universal titulado “Haití víctima”, en el que se pregunta: “¿Víctima de quién o de qué? ¿De la naturaleza que la golpea con temblores y ciclones? ¿De sus vecinos inmediatos o lejanos? ¿De una larga historia que empezó con la caña de azúcar y la esclavitud? ¿De sus dirigentes a partir de la independencia?”
Quizá por una mezcla de todo ello. Meyer cita al escritor haitiano Lyonel Trouillot: “Nuestro país no es maldito. Las realidades son las consecuencias de acciones humanas, de los que nos gobiernan”. Y también en lo que respecta al enorme rezago que padece la población. La vecina República Dominicana, según el historiador Jean-Marie Théodat es hoy diez veces más rica que Haití “con una población similar y los mismos riesgos climáticos”.
Es cierto que Haití y República Dominicana comparten territorio. Por lo tanto, la fuerza de los huracanes los golpea con la misma intensidad. Pero la infraestructura de Haití resiste mucho menos los embates de la naturaleza. Y otro dato: la falla que permite que haya temblores de más intensidad en Haití que en el país vecino –la falla Enriquillo-Plantain Garden—comienza comienza en el lago Enriquillo, en el suroeste de República Dominicana, muy cerca de la frontera con Haití.
El temblor de enero de 2010 (de 7.0 en la escala de Richter que dejó cerca de 200.000 muertos y una devastación de la cual todavía no se recupera Haití) y el del sábado pasado ocurrieron muy cerca uno del otro: a menos de cien kilómetros de distancia, en el extremo sudoeste del país antillano.
La falla que produce los movimientos tectónicos atraviesa la península de Tiburón, donde está Les Cayes (la ciudad más afectada en el terremoto reciente) y la zona centro-sur del país, donde está Puerto Príncipe, la capital y el centro de la devastación en 2010. En eso se diferencia de la zona este de la isla, donde queda también la República Dominicana.
“A menudo se menciona que los edificios en Haití no se construyen con los mismos estándares que los edificios en California, Nueva Zelanda o Chile (todos en el Anillo o Cinturón de Fuego del Pacífico), donde los terremotos son comunes. Pero eso no explica todo el panorama. Como Haití se ve con frecuencia afectado por tormentas o incluso huracanes, las construcciones están más preparadas para los azotes del tiempo que para los movimientos de tierra”, dijo a la cadena CNN la geofísica Susan Hough.
Y otro tema fundamental por el que Haití no se repone y sufre devastaciones como la que está sufriendo ahora es el tema de la corrupción gubernamental. “Mientras la base siga podrida, Haití no podrá salir adelante”, subrayó Théodat. “En el pasado, explica Meyer en su artículo de El Universal, Haití ha sido beneficiado con mucha ayuda, especialmente después del sismo de 2010”.
Sin embargo, no llegó esa ayuda al pueblo haitiano; más bien favoreció a los grupos del Gobierno. “Todas las grandes ONG trabajan activamente en Haití, y las iglesia también, especialmente la católica. Labor de Sísifo. Hoy la población está tan agotada, la violencia tan presente, que no se ve qué puedan hacer los haitianos solos”, termina diciendo Meyer.