La meta de todo creyente es el cielo. Me encanta pensar en ello, podemos caminar con la mirada en el cielo, aspirando a lo más alto, en medio de este mundo, lleno de dificultades y tentaciones. Pero somos frágiles, vasijas de barro, ¿cómo lograrlo?
El secreto está en un versículo de la Biblia, es un llamado:
Santifíquense y sean santos, pues yo soy Santo” (Levítico 11, 44)
Si lees la Biblia encontrarás una gran cantidad de normas y consejos para lograr ser santos, agradables a Dios con nuestros actos, pensamientos y llegar al paraíso.
Seguro vas a pensar que cuesta mucho cambiar. Lo sé. Y a veces no queremos cambiar, pero es necesario.
Por eso te recomiendo leer las vidas de los santos. Ellos te enseñarán con sus vidas que es posible, y lo mejor, cómo lo hicieron.
En cualquier librería católica puedes encontrar las biografías de los grandes santos de nuestra Iglesia católica.
Podemos establecer un plan de vida, con normas y prácticas de piedad. Es como un mapa del tesoro.
Debes seguirlo para encontrar el cofre oculto con oro y joyas valiosas. La clave para lograrlo es una palabra: “constancia”.
Todos pecamos, está en nuestra naturaleza por el pecado original. Por ello conviene tener estas prácticas piadosas, haciendo tdo el bien que podamos.
La semana pasada, una lectora de mis libros y estos escritos en Aleteia me escribió preguntando cómo hacía para salir adelante. Qué podía hacer para sostener su fe y no caer en el desaliento.
Tuve que decirle que caigo como todos, pero me levanto y vuelvo a empezar.
Hace muchos años establecí un plan muy sencillo de vida espiritual.
1. Confesión frecuente con un sacerdote.
2. Misa y comunión diaria.
3. Oración diaria (debes tener un rato de oración)
4. Acercarte mucho a la Virgen María, pedirle su protección.
5. Recordar siempre a nuestro ángel custodio y agradecerle sus favores.
6. Leer libros de espiritualidad como Historia de un alma de santa Teresita del Niño Jesús y el libro Imitación de Cristo de Tomas de Kempis.
7. Visitar con frecuencia a Jesús en el sagrario, hacerle compañía, decirle que le quiero.
Puedes acercarte a un sacerdote para que te ayude a armar un proyecto de vida que te ayude en tu camino.
Fruto de estas prácticas de piedad va a ocurrir algo inesperado. Vas a poder perdonar y olvidar las ofensas con más facilidad, amarás a tu enemigo y le pedirás perdón por cualquier ofensa.
Sé que lo acabas de pensar: “Yo no voy a poder perdonar”. No, no es tan difícil, créeme. Una vez que buscas a Dios y te comprometes a cambiar, y das ese primer y más importante paso, Él no se hará esperar, te llenará con gracias que nunca imaginaste y todo esto será posible para ti.
¡Ánimo! ¡Dios te ama!