El fuego cruzado entre bandas delictivas por el “control de la zona”. También entre éstas y los cuerpos de seguridad del Estado. Esto ha sido “el pan nuestro de cada día” en La Vega, un conglomerado de barrios al suroeste de Caracas. En los últimos meses, tomar precauciones y resguardarse, son normas que rigen no solo para evitar la pandemia del coronavirus. También son las medidas preventivas en medio de balaceras.
La razón es primordial: las “balas perdidas” de estos enfrentamientos han dejado a varios vecinos muertos o heridos. Los disparos atraviesan las endebles paredes y techos. Producto de estos conflictos, el 8 de enero de 2021, las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) arremetió y se produjo la masacre de La Vega. Fueron asesinadas 23 personas, entre ellas 3 adolescentes de 16 y 17 años, sin vínculos con bandas delictivas.
La excusa del cuerpo de seguridad fue un supuesto enfrentamiento con una de las bandas que quiere controlar la comunidad. Sin embargo, de esto solo hablan los familiares de las víctimas, la organización no gubernamental PROVEA y la propia Iglesia que hace vida en la zona, que la consideran una violación de los derechos humanos.
La Vega fue fundada como parroquia eclesiástica en septiembre de 2010 con el nombre de “San Alberto Hurtado”. Es una división de la parroquia “Santo Cristo” que funciona en la parte baja. El cardenal Jorge Urosa Savino, asignó esta “zona de misión” a los padres jesuitas que tenían muchos años realizando su trabajo en el lugar.
No cuenta con un templo y sus celebraciones ocurren en la cancha deportiva, en alguna de las calles o escuelas. En ocasiones durante las actividades religiosas se escuchan disparos. Aunque lejanos no dejan de atemorizar a los fieles que toman previsiones.
Desde el año 2015 el jesuita Alfredo Infante está a cargo de esta comunidad parroquial que este año 2021, con la beatificación del médico venezolano, la parroquia pasó a llamarse “San Alberto Hurtado y José Gregorio Hernández”. Dos hombres dedicados al servicio de los más necesitados. Al ser contactado por Aleteia para conocer la realidad que los envuelve, el padre Alfredo habló del ejemplo de los patronos de esta parroquia.
“Alberto Hurtado y José Gregorio, se consagraron al Sagrado Corazón de Jesús, dedicaron sus vidas a los más pobres y desamparados de su tiempo, y tuvieron una incidencia social importante desde la fe”.
Comentó que, desde el 16 de junio, realizan una Novena al Sagrado Corazón de Jesús con los contenidos fundamentados en las diversas problemáticas de la comunidad.
“Oremos juntos por nuestras parroquias para que cese la violencia y pronto veamos el amanecer para nuestro país”, escribió por mensajería de texto y redes sociales.
“Comenzamos con el tema de la violencia y la necesidad de ser constructores de la paz. Luego vendrá el tema de la salud que también es un tipo de violencia en Venezuela. El tercer día será dedicado a la amistad con Jesús, una amistad que no es intimista, sino que nos lanza a reconocernos hermanos y a construir fraternidad”, explicó.
Cada día la oración se adaptará al tema propuesto. La primera se vinculó a la violencia:
“Señor Jesús, Príncipe de la Paz, nos consagramos a tu Sagrado Corazón para que nos des de beber de tu Sabiduría, y así tener la fuerza para no sucumbir ante el miedo, y trabajar por la construcción de la paz en nuestra familia y la comunidad. Báñanos con tu bendita sangre, cuídanos y protégenos del mal. Amén”.
El padre Alfredo Infante aseguró que una de las actividades que realizó al llegar a La Vega, fue invitar a sus vecinos para ver la película “La Vida es bella” (1988). La idea era comprender la alegría y esperanza que despertaba en su hijo aquel hombre (Guido), a pesar de estar confinado en un campo de concentración. “Así aprenderemos a emprender sueños y buscar la manera de garantizar espacios para todos”, afirmó.
Desde entonces su trabajo ha estado centrado en “crear la parroquia como una red de pequeñas comunidades que son semillas del Reino de Jesús para ser promotoras de la paz, la convivencia ciudadana y la cultura democrática”, dijo. “Esto es una manera de formar iglesias vivas antes que templos de concreto”, añadió.
La experiencia los ha llevado a generar alianzas con otras organizaciones civiles. También con las escuelas católicas que hacen vida en la parroquia generando la red educativa san Alberto Hurtado, a pesar de la realidad conflictiva y el drama social que los envuelve.
Otras iniciativas son las vinculadas al tema de la alimentación para niños, ancianos y mujeres embarazadas. “Contamos con cinco comedores en alianza con la ONG Alimenta la solidaridad, destinados a la comunidad en la que participan las madres de cada sector en la parroquia. También los comedores escolares en alianza con el Dividendo Voluntario para la Comunidad. Con ello llegamos a un estimado de 2.200 niños”.
Entre otras iniciativas más recientes, busca la contención de las condiciones paupérrimas en que viven los educadores, algo para replicar en Venezuela.
“Estamos buscando las formas de garantizar el acceso a la salud, la alimentación y cómo superar las dificultades con el transporte que viven los docentes de nuestra red educativa. Sobre todo, el tema de la higiene mental de los educadores, tan importante ante tanta adversidad y empobrecimiento que están padeciendo”, expuso.
Alfredo Infante cumplirá 25 años de sacerdote el próximo 20 de julio ya que fue ordenado en la misma fecha del año 1996 por monseñor Ovidio Pérez Morales, en su nativo estado Zulia. Desde temprano, su sacerdocio ha estado cercano a importantes dramas humanos.
Así entre 1996 y 1999 trabajó como misionero en Angola con el Servicio Jesuita de Refugiado, en Kazombo municipio de Moxico, frontera con Zambia. “Allí coordiné el proyecto pastoral y educativo, atendiendo a las comunidades y el retorno de refugiados”. Tenía responsabilidad en 14 escuelas en 14 comunidades. “Pero la guerra reinició y tuvimos que salir de la región acompañando a la gente”, dijo para Aleteia.
También ha sido rector del teologado Pedro Arrupe de los jesuitas entre 1999 y 2004. En este lapso, además, fue fundador y director del servicio de los jesuitas a los refugiados de Venezuela. “Fuimos testigos del inicio de los flujos de refugiados colombianos hacia Venezuela a causa del conflicto armado en la frontera de Colombia”, expresó.
“El padre Arturo Sosa, para entonces Provincial de Venezuela, me pide acompañar y asesorar a las parroquias de frontera para una respuesta humanitaria”, comentó.
Volviendo a su entorno de vida pastoral consideró que “La Vega es una mina de humanidad”, donde existe mucho talento entre los vecinos. “Lamentablemente se convive con un grupo violento con poder de fuego, que se impone ante esta mayoría”.
Alfredo Infante confía en que la esperanza seguirá siendo una manera de salir adelante. “No es fácil, estamos en un contexto muy adverso, en un estado de guerra y de mucha dificultad, pero ahí estamos haciendo una apuesta en favor de la gente”, dijo.
“Por lo demás -dijo para concluir- vivir el sacerdocio en medio de todo esto es, en primer lugar, estar en las manos de Dios. Creo que no hay otra manera de vivir en este escenario sino en una mística de los ojos abiertos; es decir, poner a hacer todo lo que uno puede dar, pero sabiendo que nada depende de uno, sino que estamos en las manos de Dios”.