Juan Ayuso, de 19 años, actor y compositor, ve que es una gran responsabilidad meterse en el papel de Ignacio Echeverría, alguien que ha llegado a muchos corazones: “Poder transmitir una vida tan importante y tan ejemplar como la de Ignacio y hacerlo a través de la música es ilusionante. Hay pocas vidas tan resaltables como la suya”.
Junto a Juan, cincuenta jóvenes se subieron al escenario hace poco, en el Auditorio Joaquín Rodríguez de Las Rozas (Madrid) –ciudad donde nació el héroe- para dar vida a este musical. Son jóvenes del Movimiento de Santa María, capitaneados por Javier Segura, presidente de la Asociación “Ven y Verás Educación”. Segura produce el espectáculo porque cree que “Ignacio es un referente muy especialmente para los jóvenes”.
Aunque no tienen agendadas más actuaciones, varias ciudades españolas se han interesado, por lo que podrían hacer una gira. Además, en 2022 llevarán el espectáculo a Londres, en inglés, donde impactó la historia del joven que dio su vida por salvar la de los demás. Como dice el productor, “la vida de Ignacio es un auténtico puente entre España y el Reino Unido”.
Ana y Joaquín, padres de Ignacio, han sido claves en el musical. Han participado activamente y ha revisado el guion para que fuera el reflejo más fidedigno de la sencilla y heroica vida de Ignacio.
Su madre cree que los jóvenes pueden aprender de él “a disfrutar de la vida y a ser valiente cuando tienes algún problema”. Su padre, “a ser una persona buena, decente, de buena conducta”.
Juan Ayuso, el actor que representa el papel, destaca como principal enseñanza de Ignacio la de “anteponer a los demás a uno mismo y la capacidad de mirar primero al otro”.
Al final de la obra, los padres de Ignacio entregaron el monopatín de su hijo a todo el equipo que había representado el musical, en señal de reconocimiento.
El 3 de junio de 2017, Ignacio Echeverría (39 años) regresaba a casa en bici después de una tarde patinando con sus amigos. Un gran tumulto en el Puente de Londres le sorprendió. Vio primer a un hombre herido correr huyendo. Después vio cómo apuñalaba a otro hombre, que caía al suelo.
Sin pensarlo, acudió a ayudar. Saltó de su bici, y comenzó a agitar el monopatín frente a los terroristas, que iban a acuchillar a una pareja. Ignacio les protegió y salvaron la vida. “Uno de los atacantes se intentaba cubrir la cabeza mientras Ignacio le golpeaba”, relataba uno de sus amigos que pudo presenciar lo ocurrido.
Se enfrentó a ellos, salvando la vida a otros, hasta que uno de los terroristas se abalanzó sobre él y le apuñaló. El otro terrorista se sumó al ataque con el joven ya en el suelo. En el ataque murieron ocho personas que hubieran sido más si Ignacio no hubiera dado su vida por los demás.
Su madre lo relata así: “Ignacio siempre tuvo muy claro lo que había que hacer y lo que no. Él vio que la situación le estaba yendo de las manos a la policía y se fue a ver qué pasaba. Como su única arma era la tabla del monopatín, fue a defender a la gente que había allí. Defendió a una pareja, y la pareja vive. El propósito que él tuvo, lo consiguió”.
Su heroicidad le valió varias condecoraciones a título póstumo, tanto en España como en el Reino Unido, entre ellas, la Gran Cruz al Mérito Civil y la Medalla de San Jorge, que concede la reina Isabel II.
La familia, impulsados por el obispo auxiliar de Madrid, Mons. Martínez Camino, responsable de la Pastoral para la Santidad del Arzobispado de Madrid, trabajan en crear una comisión para iniciar el proceso de beatificación, que no puede arrancar hasta cinco años después de la muerte.
Seguirán la vía hacia la santidad del ‘ofrecimiento de vida’ abierta por el Papa Francisco en la carta apostólica Maiorem hac dilectionem, del 11 de julio de 2017.