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“El Arquero de Cristo”: “Solamente Dios da la victoria”

ADOLFO RIOS
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Jesús V. Picón - publicado el 27/04/21
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Adolfo Ríos, “el Arquero de Cristo”, fue campeón con el famoso equipo mexicano de futbol las Águilas del América. Formó parte por muchos años de la selección mexicana el tricolor. Hoy habla en exclusiva a Aleteia.

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Tu vida está dedicada al fútbol desde pequeño.

Yo nací en Uruapan, Michoacán, el 11 de diciembre de 1966. Soy el tercero de una familia de 6 hermanos.

A ninguno de ellos se le dio la situación de futbolista profesional; pero fue por mi hermano mayor por el que soñé  con el futbol y conocí la posición de portero, pues fue él el que me llevó a un partido cuando jugaba de portero en segundo de primaria; ahí me empecé a enamorar de la posición de portero.

(Puedes ver a continuación una galería fotográfica de Adolfo Ríos):

¿Qué se siente al ser portero? ¿Cómo explicas esa experiencia?

Es un personaje que vive en soledad, al mismo tiempo de estar protegido por todos los demás.

Esa situación te genera una responsabilidad, consciente de que desde ti arrancan los ataques, y de que en tu portería terminan.

Eso determina que, cuando hay una jugada o un error que se refleja en un gol en contra, sí es un tema de soledad.

Son pocas las veces en que, cuando un portero se equivoca, los compañeros van a animarlo a levantarse.

Regularmente, cuando comete un error el portero, los demás bajan la mirada y se dan vuelta para la media cancha; ahí es donde radica el tema de la soledad.

Pero también donde empieza el tema del liderazgo, de trabajo y de la posición importante en un equipo; realmente te das cuenta de eso cuando salen a la cancha diez jugadores vestidos exactamente igual y uno vestido completamente diferente.

Es una posición de contrastes, pero sinceramente es la más apasionante, la más hermosa, la que me dio una enseñanza de vida. Para mí ha sido un regalo del Cielo ser portero.

Esa soledad parece una referencia de cómo es nuestra vida, cómo nos abandonan los demás cuando cometemos un error. ¿Cómo surge tu amor por Dios en esta posición, cómo lo relacionas con la vida y cómo te ayuda a enfrentarla?

Primero, tomando una decisión. Normalmente, cuando los niños empiezan a jugar futbol, todos quieren ser delanteros.

Cuando no hay uno solo que tenga esa identidad de la portería, lo que hacen es poner al menos malo en la portería.

Querer ser portero implica tomar la posición más ingrata que hay en el fútbol porque, si un delantero falla diez pero mete una que te da la victoria, pues va a ser héroe;  pero si un portero ataja todo, y al final comete un error y por ese error el equipo pierde, entonces es el villano.

Entonces hablamos de la toma de decisión: tú decides tomar esa posición, hacerla tuya, y hacerla parte de tu vida.

Y es lo mismo con la fe: tú decides recibir a Cristo en tu corazón, cambiar tu vida y agradarle a Él, y estar en todo momento alineado a su Palabra.

Y esa situación no es nada fácil; muchas veces se piensa que, teniendo ya la bendición de la vida eterna, la vida va a ser color de rosa; ¡y es al revés!

Regularmente es cuando los conflictos empiezan; ¿por qué?, porque hay un Enemigo enfrente, y ese Enemigo va a buscar hacerte tropezar, hacerte caer, porque tú ya estás apartado para Dios.

De ahí la importancia de tomar buenas decisiones, de saber decir “no” en el momento que tienes que decir “no”.

Háblanos de tus éxitos, de tus logros. ¿Cómo podrías resumir ese camino de vida? ¿Dónde has comenzado y qué es lo más alto que has conquistado?

Gracias a los fracasos y los tropiezos es que conseguí los éxitos. 

Cuando yo comencé mi carrera, con toda esa juventud, todo ese ímpetu, toda esa energía, cometí equivocaciones que en algún momento me llevaron a tomar la decisión de retirarme del fútbol, cuando apenas tenía un año como profesional.

ADOLFO RIOS

Pero en esa toma de decisiones está la responsabilidad de mostrar lo que eres, lo que vales, y para lo que has venido.

Ahí fue donde puse los pies en la tierra, y los errores y los fracasos que tuve me llevaron a hacer un compromiso; y ese compromiso fue “morder el polvo”, pero saber que, después de eso, la única opción que existe es levantarse; me hice el compromiso de demostrar lo que yo valía.

Y tenía que ser campeón de primera división para demostrar que de verdad podía ser un arquero competitivo.

Fueron once años de estar picando piedra, de estar trabajando con el compromiso de no salir, no desvelarme, no tomar, no fumar, dedicarme exclusivamente a ser campeón.

Y, cuando fui campeón, me quité una losa de encima, muy pesada; y me liberé de cualquier situación que en un momento dado pude haber tenido.

Eso me llevó a obtener después también títulos en primera división, títulos de Concacaf, títulos con Selección Nacional en lo que hoy es Copa Oro; y una participación también importante representando a mi país.

¡Pero todo eso fue siempre con el inicio de un fracaso, para poder llegar a un éxito! Es como la vida misma: cuando no conocemos de Dios, vamos a ir de fracaso en fracaso, de tropiezo en tropiezo; y, cuando conocemos de Dios, es cuando conseguimos la victoria real, pero es una victoria que tiene que seguirse luchando, día a día, hora a hora y minuto a minuto.

¿Cuándo comenzó esa relación personal con Dios? Te veíamos muy exitoso ciertamente en todos tus equipos, y en la Selección Nacional. ¿Podemos imaginarnos a Adolfo orando en los vestidores, en la cancha? ¿Cómo era tu intimidad con Dios?

Mi relación personal con Dios comenzó a los 25 años.  Muchas veces me han preguntado si el número 25 tiene algo que ver en mi vida, y ese número se cumplió cuando tomé la decisión más importante en mi vida, que fue la de aceptar a Cristo en mi corazón como mi Señor, como mi Salvador.

Y también a los 25 años me casé, así que vino esa bendición de la esposa que Dios me dio, de hacer ese compromiso en el altar, delante de nuestro Señor.

Y desde los 25 años hasta el día de hoy he tenido esa convicción, esa fe y esa relación personal con Dios, que es de orar, platicar, hablar con Dios, poner lo que somos en sus manos.

Pero en cada partido mi oración era principalmente que no se lastimara nadie, ningún compañero y ningún contrario; orar por los rivales y por nosotros mismos, y saber que el caballo se prepara para la batalla, pero que solamente Dios da la victoria.

En ese sentido, se tiene la tranquilidad y la paz de saber que Dios conoce los planes que nosotros tenemos y lo que queremos; pero que, antes de que pidamos algo, Dios ya sabe lo que nosotros queremos.

Por eso prepararse y luchar para conseguir una victoria tiene que ver con lo que haces día a día para poder conseguirla.

Porque, si bien es cierto que tener esa fe te da una fortaleza que sólo Dios concede, también el rival puede tener esa fortaleza, así que hay que esperar el tiempo y el momento de que vengan esas victorias de parte de Dios.

¿Qué era lo que sentías cuando atajabas un balón, cuando “volabas”? Porque era muy característico lo que tú hacías; pocos porteros tienen tu estilo sobre toda la extensión de la portería. ¿Qué sentías cuando oías o veías que lo habías logrado?

Me enamoré precisamente de la posición de portero porque quería sentir que me despegaba del piso; yo quería tener esa sensación de que podía volar.

Cuando yo era niño, en Uruapan, en la parte de atrás de la colonia en que vivíamos, a tres o cuatro cuadras de la casa, había solamente huertas, ranchos y montañas.

Y nos íbamos de excursión todos los días; subíamos al cerro, y me gustaba ir de rama en rama para sentir que me despegaba del piso.

Después del paso de los años, una manifestación en mi vida fue la final con el América, porque en ese momento yo ya conocía de Dios, yo ya tenía una relación como la que tengo ahora con Dios; pero hacía falta algo.

Y ese algo era la corona que en un momento dado pensamos que podíamos obtener, y más aún en el equipo que yo de niño miraba por televisión al lado de mi padre.

Hubo una jugada en que yo hago una atajada y, después de esa atajada, yo volteo, lo cual se ve en la televisión.

Lo hice porque sentí que alguien me jaló, alguien me utilizó, ¡algo me llevó a hacer esa atajada!

Como portero sabes perfectamente, cuando tienes una reacción, si es instintiva, que es cerca de tu cuerpo;, o si es una reacción pensada, cuando te da tiempo de planearla en fracciones de segundos.

Pero a mí no me dio tiempo, porque el balón no lo vi cuando le pasó entre las piernas a Salinas.

Solamente me di cuenta de esa atajada cuando el balón había golpeado mi palma, mi mano; y después de eso giré para ver quién me había empujado o jalado. 

En ese momento yo supe que Dios tenía algo grande para nosotros en esa final.

Y así fue, porque nos podían haber dejado “sembrados” prácticamente en la cancha, por gol de oro; pero Dios me dio un regalo grande de participar en esa jugada que nos dio oportunidad de seguir vivos, y después, con el gol de Misionero Castillo, conseguir el título.

De los lances que tuve como portero, ninguno fue como ése. Y no me refiero a lo que significó en la situación de la final; me refiero a lo que sucedió en mí. Porque literalmente no fui yo el que lo hizo. Yo sólo fui el instrumento.

¿Por qué eres “el Arquero de Cristo”?

Es un apodo que rebasó por mucho el nombre. Si cualquier persona se mete a internet y pone “el Arquero de Cristo”, aparezco yo. Y eso para mí ha sido una gran bendición.

Ha sido una gran cobertura, pero también ha sido un gran compromiso, porque Adolfo Ríos como persona puede fallar, puede cometer algún error.

Pero hay errores que no puedes cometerse ni deben cometerse, en lo que significa la fe. Y en esa situación no me puedo equivocar, porque yo represento, con ese apodo que me pusieron, lo que es mi fe.

En otras cosas puedo equivocarme, pero en eso no puedo equivocarme.

Y me refiero al tema de fidelidad, el tema de integridad, al tema de honestidad, tomado de la mano de Dios.

ADOLFO RIOS

¿Cuál ha sido el momento más difícil de tu vida? ¿Quizá cuando no te llevaron al Mundial?

En su momento sí fue algo difícil, algo complicado; pero Dios no se equivoca, así que siempre tuve una paz, una tranquilidad de saber que yo hice lo que tenía qué hacer, lo que estaba a mi alcance: mi trabajo, mi compromiso, el sacrificio para poder llegar a un Mundial de Fútbol. 

Si no llegué a un Mundial no fue porque me faltaran ganas, calidad o intención, sino que fue porque alguien decidió que yo no iba a ir.

El que dio la lista para ese Mundial fue el que decidió qué jugadores iban a ir y qué jugadores no.

Si yo hubiera ido a ese Mundial no habría preguntado a ese entrenador por qué me llevó al Mundial. Entonces, como no me llevó, tampoco iba a preguntar por qué no me llevó. Ése es un tema o responsabilidad de quien en ese momento tomó las decisiones.

La verdad es que yo me quedé muy en paz, muy tranquilo porque, después de esa decisión, la gente me decía en la calle, o lo oía en los periódicos, en televisión y en el radio, que yo tenía que haber estado en ese Mundial; y eso para mí tenía mucho más valor que haber ido yo a un Mundial y que la gente dijera: “No merecía haber estado en un Mundial”.

Por eso me quedé tranquilo. Porque haber jugado toda la eliminatoria mundialista, y haber conseguido el boleto a Francia 98 representando a mi país, para mí también fue una fase del Mundial. Entonces, si no me tocó cerrar estando allá, ya no dependió de mí.

¿Se lo cuestionaste alguna vez a Dios? ¿Le preguntaste alguna vez por qué no fuiste?

En ese Mundial, no. Pero en el Mundial del 94, sí. Porque en ese momento yo estaba en Veracruz, y tenía un excelente nivel, y fue en la época en que más tiempo estuve con la Selección Nacional.

Y antes de que dieran la lista, tuve un choque en un partido, y me lastimé la rodilla y me la tuvieron que intervenir quirúrgicamente.

Yo, estando en Veracruz, con mis muletas y mi rodilla operada, estaba en el balcón donde vivíamos, y la vista daba al boulevard, enfrente del mar.

Y ahí sí me puse a quejarme, y con amargas lágrimas me puse a preguntarle al Señor por qué me había evitado esa posibilidad de llegar a un Mundial.

Entonces miré hacia abajo, y en el boulevard vi a una persona en su bicicleta, pero los pedales los iba girando con las manos porque no tenía piernas.

Así que, cuando yo me estaba quejando y veo eso, en ese momento se me quitaron las ganas de quejarme. Y dije:

En ese momento dejé de quejarme, y le agradecí a Dios porque yo en un mes ya estaba jugando otra vez.

Y Él me dio la certeza de que hay personas que de verdad tienen batallas de verdad muy difíciles y que, aun así, no se quejan.

Adolfo, ¿qué hay en tu corazón para los equipos de los Pumas y para las Águilas del América? ¿Qué significan en tu vida?

Pumas fue mi primer amor en el fútbol; fueron los que abrieron esa puerta para mí, para debutar en primera división.

Yo conseguí un título de Concacaf con Pumas, que en ese entonces no era lo que hoy en día es, lo que ahora  representa; hoy representa el boleto para un Mundial de clubes, pero antes la Concacaf era muy olvidada.

Entonces mi corazón tiene un lugar muy importante para Universidad.

Después estuve en el Veracruz. Fue cuando estuve más tiempo en Selección Nacional, cuando me casé y cuando nacieron mis hijos, allá en Veracruz.

Así que también es una parte importante en mi vida; no puedo quitar a uno para poner a otro.

Luego estuve en el Necaxa, donde con mi equipo salí campeón por primera vez en primera división.

Así que para mí fue no solamente comprobar que podía ser campeón, sino quitarme de encima una losa de muchos años.

Y después América, en donde salimos campeones después de 13 años en que América no salía campeón.

Además, cuando era niño, la relación con mi padre fue gracias al América, porque él era americanista, y la única opción que yo tenía para acercarme a mi padre y poder tener un vínculo con él era el fútbol.

Por eso tengo que decir que Dios me regaló esa opción del fútbol para acercarme a mi padre.

Entonces, repito, no puedo quitar y poner, sino que cada equipo en el que estuve jugando, incluido el Uruapan, en donde yo debuté en tercera y segunda y división, tienen un espacio en mi corazón, de manera que no puedo mover a uno para poner a otro; es un complemento.

ADOLFO RIOS

Además de Cristo, ¿cuál es la clave del éxito? ¿En tu éxito intervinieron tu esposa y tu familia? ¿Qué significan ellos para ti?

Es el regalo más grande que Dios me ha dado. Yo no me visualizo de manera diferente. No me imagino sin mi esposa al lado, y sin mis hijos, que ya están por formar sus propias familias.

Tenemos que preguntarnos qué somos capaces de hacer por nuestra familia, por nuestra casa, por nuestra descendencia. ¿Qué les vamos a dejar, y qué estamos dispuestos a sacrificar por ellos?

El varón es el encargado de llevar la bendición o la maldición a su casa, y eso lo haces cada vez que sales a la calle.

Tú te encargas de que, cuando llegues nuevamente a tu casa, tu esposa esté esperándote con el agradecimiento, con el amor y con la necesidad de que llegues.

Y, cuando sales, te acompañan a la puerta para darte la bendición de parte de Dios, y que esa bendición de ángeles proteja tu camino para que puedas regresar bien.

Esa situación solamente es de la mano de Dios; esa situación solamente es por estar dispuesto a sacrificar la situación que el mundo ve como normal pero que no es normal, y que la gente se acostumbre a verlo.

De ninguna manera es llegar y juzgar a nadie, ¡jamás!, porque la persona que tome sus decisiones va a tener sus consecuencias, buenas o no buenas; y de esas consecuencias va a tener que dar cuenta delante de Dios en un momento dado.

Y por eso es que nuestra intención es caminar siendo testimonio vivo de la justicia de Dios en nuestra vida.

Los vicios, ¿cómo se te presentaron, Adolfo? ¿Cómo evitaste ese camino del pecado, de la debilidad? ¿Cómo lo enfrentaste en esta carrera tan competitiva y tan difícil a veces?

Tengo 28 años de casado. Y si no hubiera tenido esa relación con Dios, ese compromiso que hice delante del altar, delante de Dios, yo creo que no estaría en este momento con el matrimonio que hoy en día tengo, como lo tuve desde que me casé.

Porque es un compromiso y es un pacto, ¡no es un contrato! Un contrato se puede romper, pero un pacto delante de Dios no se puede romper. Y eso fue lo que yo hice.

Pero no quiere decir que las tentaciones hayan terminado, ¡de ninguna manera! Seguimos luchando.

Como dije, tengo 28 años de casado, y nunca le he sido infiel a mi esposa. Y nunca le seré infiel, porque, antes de serle infiel a ella, tendría que serle infiel a Jesucristo, y es algo que no está en mis planes.

No con esto quiero decir que sea fácil, porque es una batalla de cada instante; ni siquiera de cada día sino de cada instante.

En cualquier momento, en cualquier lugar, va a haber una situación complicada; pero, siempre que llega una tentación, al mismo tiempo Dios nos da una salida, y tenemos que estar atentos para reconocer esa salida y poder huir de ese plan que el Enemigo tiene en todo  momento para hacerte caer.

Han pasado muchos años, y los años continúan pasando, pero nuestro compromiso sigue con Dios.

Y las tentaciones se van a seguir presentando, no solamente como futbolista sino como papá, como persona, como esposo, ¡en donde quiera que esté!

Y es ahí donde radica la relación con Dios, la fortaleza de Dios, y poder estar cubierto con la presencia de Dios.

Adolfo, ¿cómo evitar las tentaciones, por ejemplo cuando vas por la calle? ¿Cómo ejercitar la fuerza de voluntad para no caer en la tentación?

Es una batalla. Tienes que estar fortalecido; tienes que estar dispuesto a huir, ¡y tienes que huir de la tentación!

Por ejemplo, cuando jugábamos al futbol y había, en alguno de los equipos en donde estuve, un asado, un asado con los directivos, los entrenadores y con todo el equipo, aparecía el alcohol y hacía que comenzaran a tomarse decisiones un poquito complicadas.

El entrenador se iba, se iban los directivos y nos quedábamos nada más los jugadores, y no faltaba alguno que hiciera una llamada telefónica para invitar a algunas amigas, y  todo comenzaba a distorsionarse.

Pero tú sabes en dónde vas a tener una tentación y en dónde no; porque una tentación no llega por casualidad.

Si hay un hombre que le es infiel a su esposa, no es porque abrió la puerta y de repente se cayó encima de una chica, ¡no es así!, sino que es una situación premeditada, una cuestión imaginada y una cuestión preparada para ese momento,

En el momento en que tú sabes que te vas a encontrar con la tentación, debes tener el valor de huir de dicha tentación.

¡Debes tener el valor de darle el lugar que tu esposa y tu familia tienen, darles el respeto que se merecen!

Si eres capaz de darles en todo momento el valor que ellos representan para ti, entonces a donde quiera que tú vayas vas a llevar a tu familia contigo, aunque estés solo.

Y la presencia de Dios es la que te va a fortalecer para poder tomar las decisiones correctas.

Entonces, cuando en esos asados tú veías que la situación iba a distorsionarse, ¿te marchabas?

Sí, yo era un escapista, y mis compañeros sabían perfectamente que cuando comenzaba ese asunto yo ya no estaba.

Incluso a veces se organizaban algunas reuniones y a mí no me invitaban, porque sabían que yo no sólo no iba a aceptar sino que hasta iba a exigir a mis compañeros que no tomaran decisiones que afectaran físicamente al equipo, porque teníamos un propósito.

Sin embargo, muchos de esos propósitos no se cumplieron debido a la falta de compromiso que en un momento dado algunos de mis compañeros llegaron a tener.

Adolfo, ¿entonces tú de alguna manera tratabas de usar la corrección fraterna para hacerles ver que hay cosas que no están bien?

Sí, muchas veces yo compartí con muchos. Al principio tuve con ellos algún conflicto; pero, con el paso del tiempo, a veces venía alguno y me decía: “Adolfo, necesito que me hables, necesito que me des un consejo”.

¿Y por qué me lo pedían? Porque ellos podían ver el testimonio que yo ofrecía como familia.

Entonces tenía yo, en esa situación, la autoridad moral para decir: “No hagas esto” porque yo tampoco lo hago.

Muchos compañeros compartimos, y muchos de ellos retomaron su relación, su matrimonio, para enfocarlo por un buen camino.

¿Crees que eso también te permitió ser capitán, tener ese liderazgo?

Llevar el gafete de capitán es algo que decide el entrenador, y no es tanto por una situación de liderazgo sino de influencia.

Porque esa influencia, al final de cuentas, se contagia; y así como se contagia lo malo, también se contagia lo bueno.

Y hay que recuperar las buenas costumbres, y hacer que éstas comiencen a regir nuestra vida, nuestro caminar, nuestro hablar y nuestro entender.

¿Cuáles son tus sueños, tus proyectos? ¿Ahora en qué te vamos a ver? ¿En qué andas y cómo te vamos a seguir?

Hemos tenido propuestas de regresar a temas con equipos de fútbol, estamos en ese análisis.

Hoy en día estamos disfrutando mucho a la familia, porque Dios nos ha dado una enseñanza grande de que lo que antes veíamos como salud lo veíamos normal, lo veíamos como lo que tenía que ser.

Y hoy en día, cuando todas las familias hemos sido vulneradas debido a seres queridos que han perdido la vida, entonces la salud cobra una relevancia mucho más importante. Y en ese cuidado también está la fe.

¿Cómo es Adolfo Ríos como papá? ¿Es duro, exigente, o es amigo?

Yo creo que tiene que haber un equilibrio. Pero lo único que te puedo decir es que Adolfo Ríos como papá no es perfecto, porque el hecho de ser padre significa aprender.

Cuando tienes un hijo de diez años, necesitas aprender a ser padre de un hijo de diez años; cuando él tenga quince, nadie te ha enseñado a ser papá de un hijo de quince años; y cuando tenga dieciocho, nadie te va decir lo que tienes que hacer con un hijo de dieciocho.

Tienes que aprender conforme el proceso de tiempo va llevando.

Cuando tenga veinte, vas a encontrarte con un joven que va a de batirte las reglas en la casa, que va a debatir lo que tú piensas; pero eso sigue siendo un aprendizaje.

Mi hijo mayor tiene 27 años, y ha sido todavía para nosotros un aprendizaje el seguir en este proceso.

Él está a sólo unos meses de formar su propia familia, de casarse, y lógicamente en ese sentido nosotros, como padres, ya sembramos lo que teníamos que sembrar, ya enseñamos lo que teníamos que enseñar.

Y ahora lo que hacemos es decir: “Señor, lo entregamos en tus manos”. A continuación a nuestros hijos les toca tomar su propia decisión.

Adolfo, ¿qué nos une a los cristianos católicos y a los cristianos protestantes?

Es muy complicado hablar de religiones, es muy difícil. En realidad es como ponerse de acuerdo en la cuestión política. ¡Es imposible!

Pero sí te hablo de una relación, una relación con Dios. Cada uno tiene su propia relación con Dios.

Lo que llena mi fe no determina que sea lo que llena la fe de la persona que está al lado. Eso es una situación personal con Dios. ¡Directamente! ¡Cada uno!

A uno puede ser que, para estar en comunión con Dios, esté orando una hora, y él se va a llenar.

Pero eso no quiere decir que la persona que está al lado tenga que orar una hora para lo mismo; hay personas que pueden orar cinco minutos, pero cada media hora.

Esa situación determina que la relación con Dios es diferente. Así como hay buenos católicos, hay malos católicos; como hay buenos protestantes, hay malos protestantes; como hay buenos judíos, hay malos judíos.

En toda esta gama religiosa en todo el mundo, hay personas no buenas. Lo que va a hacer la diferencia es la conexión que cada uno tenga directamente con Dios.

¿Crees que podemos caminar en armonía cristianos católicos y cristianos protestantes? ¿Crees que hay muchas cosas en que podemos trabajar juntos?

¡Por supuesto! ¡Por supuesto que sí! Porque la intención sigue siendo la persona, y sigue siendo el propósito de que haya habido Alguien que dio su vida por todos, no sólo por los protestantes o sólo por los católicos o sólo por los judíos.

¡Dios dio su vida por todos! Y en esa situación nos colgamos prácticamente de esa promesa para poder decir: “¡Soy hijo de Dios!”.

Po último, háblanos de tus sueños en el servicio público, como servidor público. ¿Alguna vez te veremos todavía queriendo servir a la patria, a México, en algún puesto de elección popular?

Mis experiencias con los partidos políticos no fueron buenas experiencias.

Porque siempre hubo intereses de personajes o personalidades de alto rango, que son las que quieren tomar las decisiones y poner su voluntad por encima de la nuestra.

Y por eso es que di un paso de costado, porque tenemos que saber el momento de decir “sí” y el momento de decir “no”. ¡Y el momento llegó!

No quiere decir con esto que estemos exentos de una situación de servir. Al contrario, tenemos que buscar nuestra propia identidad, y nuestra propia comunión con las personas que en un momento dado puedan tener un propósito como el que tenemos nosotros: de servir, de integridad, de honestidad. 

Ver a las personas que van a buscar los cargos por lo que son. Y creer en ellos,  confiar en ellos. ¡Pero para eso tenemos que conocerlos!

¿Eres un pro-vida convencido, un pro-familia?

Es correcto. Esto, siendo respetuoso de las convicciones de las personas. Porque quiero ser bien claro: yo no hablo de partidos, de ninguno.

¿No crees en el aborto?

Yo creo en la vida. Porque si yo no creyera en la vida no estaría aquí. No estoy en contra de nada sino estoy en favor de la vida. Pero, repito, yo soy alguien que estoy acá porque mis padres decidieron que yo naciera.

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