En la página del I.R.C.C.S. Ospedale San Raffaele (Italia) apareció una publicación interesante sobre las consecuencias psíquicas a largo plazo de las formas graves de Covid-19.
La investigación, publicada en la revista científica “Brain, Behavior and Immunity”, fue realizada en 226 pacientes (149 hombres, 77 mujeres, de una edad media de 58 años).
Estos son atendidos en la clínica de seguimiento post infección del Hospital San Rafael dese mayo de 2020. Allí se les realizaron controles periódicos hasta seis meses después del alta por parte de un equipo multidisciplinar formado por infectólogos, cardiólogos, internistas, nefrólogos y psiquiatras.
Estos pacientes, que se recuperaban de formas graves de la infección, recibieron cuestionarios y entrevistas clínicas 3 meses después del alta hospitalaria.
El 36% de ellos en las respuestas al cuestionario se quejaban de síntomas psicológicos relevantes.
Y el 24%, después de una cuidadosa evaluación clínica, cumplían con los criterios del DSM V (la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) para al menos uno de los los siguientes trastornos: depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático (TEPT), insomnio.
El coordinador del estudio, el profesor Francesco Benedetti, psiquiatra y líder de grupo de la Unidad de Investigación en Psiquiatría y Psicobiología Clínica, afirma:
Los otros tres trastornos destacados (ansiedad, insomnio, TEPT) muestran una mejoría progresiva, independientemente del sexo y antecedentes psiquiátricos previos del paciente.
Sin embargo, los síntomas depresivos son más persistentes en el tiempo, y se correlacionan directamente con el índice de inflamación sistémica (IIS). Este puede permanecer elevado durante meses después de la recuperación clínica de la infección.
La depresión y la inflamación están relacionadas con la reducción del rendimiento cognitivo que se produce durante la convalecencia de estos sujetos. Esto incide en una ralentización en la velocidad del procesamiento de la información; así como en la disposición de los vínculos asociativos de los que derivan: deterioro de las habilidades de atención y memoria, baja coordinación psico motora, menor fluidez del lenguaje.
Todo esto debe tenerse en cuenta en el lugar de trabajo: no se puede exigir inmediatamente a estas personas que vuelvan a los niveles de rendimiento anteriores al covid.
El prof. Benedetti aclara con más detalle las relaciones bidireccionales entre inflamación y depresión:
Por lo tanto, si el estado inflamatorio poscovid no cede, puede surgir un trastorno depresivo después de la enfermedad aguda.
Evidentemente, todo esto confirma los profundos lazos que existen entre cuerpo y psique, una perspectiva dual propia de la cultura occidental frente a la oriental donde el ser humano es considerado unicum.
El estudio realizado en el San Rafael también concluye con un mensaje positivo para estos pacientes que han experimentado una forma severa de Covid-19: las terapias farmacológicas y psicológicas disponibles en la actualidad para la depresión permiten una personalización cuidadosa y, por lo tanto, son muy efectivas para combatir lo que era una vez llamado el "mal oscuro".
No hay que tener miedo, sino conciencia de las posibles consecuencias extra pulmonarias, psíquicas y no solo del virus para afrontarlas adecuadamente.