Mientras el mundo continúa avanzando fatigosamente a través de los efectos devastadores de la pandemia de coronavirus, con muertes, hospitalizaciones y daños económicos incalculables, puede resultar útil mirar el modo en que el mundo estuvo plagado por un virus similar y cómo cierto santo reaccionó a estas circunstancias.
Hace poco más de 100 años, el mundo fue azotado por un virus de la gripe H1N1 comúnmente conocido como gripe española.
Esta pandemia, que duró desde febrero de 1918 a abril de 1920, infectó a más de 500 millones de personas de todo el mundo, prácticamente un tercio de la población mundial de entonces.
El número de muertos se calculó entre 20 millones y 50 millones, aunque algunos expertos creen que llegaron a morir hasta 100 millones a causa de la pandemia. Estas cifras la convierten en una de las pandemias más mortales de la historia de la humanidad.
San Padre Pío, que acababa de recibir los estigmas, también se infectó. También se infectaron las personas cercanas a él en San Giovanni Rotondo y Pietrelcina: compañeros frailes, hijos e hijas espirituales e incluso su propios familiares en Pietrelcina.
Todas estas personas, incluyendo el Padre Pío, experimentaron un sentido de abandono y sufrimiento.
Para su nuevo libro, The Pandemic of Padre Pio: Disciple of our Lady of Sorrows (“La pandemia de Padre Pío: Discípulo de Nuestra Señora de los Dolores”), Stefano Campanella investigó este periodo. Como director de Tele Radio Padre Pio en San Giovanni Rotondo, Campanella utilizó su acceso a numerosa correspondencia entre Padre Pío y otros para reconstruir este periodo poco conocido de la juventud de Padre Pío.
Lo que queda claro inmediatamente es que Padre Pío vio la obra providencial de Dios a través de este calvario, a pesar de su sufrimiento personal y el de los que le rodeaban.
En la última parte de 1918, Padre Pío estuvo postrado en cama entre septiembre y diciembre debido a la gripe española. Aunque no experimentó los peores efectos de la enfermedad, le causó un sufrimiento tremendo debido a que sí afectó a muchas personas cercanas a él.
Muchos compañeros frailes capuchinos cayeron enfermos o fueron reclutados para el ejército italiano y obligados a partir a las líneas del frente en la Primera Guerra Mundial.
De hecho, la comunidad de Padre Pío de San Giovanni Rotondo quedó reducida a solo tres frailes, ya que los demás estaban enfermos o prestando servicio militar.
En una carta a una de sus hijas espirituales, Antonietta Vona, fechada el 27 de octubre, el Padre Pío escribió:
En otro intercambio de cartas con fray Benedetto Nardella, su director espiritual y ministro provincial, su superior preguntó a Padre Pío por su perspectiva sobre la situación. Pío ya era conocido por sus dones espirituales y fray Benedetto acudía a él para que le ayudara a interpretar los eventos que estaban teniendo lugar.
En una carta fechada el 19 de octubre de 1918, fray Benedetto preguntó a Padre Pío: “Dime, ¿adónde nos dirigimos con estos azotes? ¿Qué nos depara el futuro? Temo observar que la justicia no se apacigüe y que el cielo se esté volviendo cada vez más oscuro”.
Padre Pío le respondió:
En ambas cartas, vemos la pertinaz fe de Padre Pío en Dios en cualquier circunstancia. El santo discernió la Mano de Dios incluso durante la brutal pandemia que estaba causando estragos por todo el mundo.
Aunque Dios no sea el agente o actor causal detrás de la gripe española, el Padre Pío vio que Dios la usaba para “fines primarios y secundarios”; es decir, para acercar al ser humano más a Él, para promulgar la justicia divina y la misericordia y para aplastar la inequidad.
En otro artículo, abordaremos cómo Padre Pío afrontó el sufrimiento personalmente, en su ministerio, y cómo Nuestra Señora de los Dolores lo acompañó en su ministerio.