“Amado Dios. Te pido acojas en tu corazón, a todas y cada de las personas que bondadosamente han orado por mí, me han acompañado, me han llenado de gestos de bondad. He visto tu rostro en cada uno de ellos. He sentido tu amor a través de tus hijos, y mi corazón está lleno de gratitud hacia cada uno de ustedes”, fueron las más recientes palabras de Miguel Emiliano Vargas López, un sacerdote de 51 años de edad, que el jueves 15 de abril, falleció a consecuencia del Covid-19, en Caracas.
“Mi espíritu reboza en alegría en plenitud porque nuestro amado Dios, me ha hecho sentir a través de las distintas manifestaciones de amor que he recibido, que junto a Dios y la Virgen todo es posible. Hoy más que nunca repitamos: ¡Jesús en ti confío!”, se lee en video difundido por la Iglesia primada de Venezuela.
Antes de Semana Santa, al igual que muchos sacerdotes, religiosos y religiosas del país bolivariano, el padre Miguel ya estaba afectado por el virus. Su deseo era recuperarse durante la fiesta de la Divina Misericordia, pero no fue así. El virus fue implacable.
Ahora sus familiares, amigos y los feligreses de la parroquia “Dulce nombre de Jesús” de Petare (estado Miranda), donde era párroco, sumidos en la fe y esperanza que les enseñó, pero en medio de carencias y abarrotados hospitales públicos y privados, lo recuerdan junto a los otros 24 sacerdotes que también murieron debido a la pandemia.
El impacto de la muerte del padre Miguel Vargas ha sido grande. Dejó sus huellas no sólo dentro de Venezuela, también en aquellos jóvenes que hace pocos años emigraron y ahora se encuentran en diferentes países de América Latina y Europa.
Es el caso de Katherine Pérez, quien fue responsable de la pastoral juvenil en Caracas, y desde Argentina lamenta el fallecimiento de su amigo y guía espiritual.
“De mi parte, hoy no hay discursos. Me duele el alma”, escribió inicialmente en Facebook. “Me adoptó espiritualmente a los 9 años y nunca me soltó. De él aprendí los significados concretos de amistad, alegría y esperanza. También me animó a soñar, creer en mis dones, ser audaz y romper paradigmas. Un lujo de maestro”.
Luego fue contactada por Aleteia, confirmando la personalidad de Vargas quien estuvo en todos los procesos y encuentros vinculados con la pastoral juvenil a nivel nacional e internacional. “Me atrevo a decir que las últimas dos décadas de la pastoral juvenil de Caracas, tienen la huella del padre Miguel Vargas”, expresó.
“Toda su inventiva: buscar la manera de llegar a los jóvenes; ser originales para anunciar el Evangelio de formas no tradicionales; y el salir de lo acartonado, viene de Miguel”.
Katherine argumenta que lo hizo porque siempre fue un sacerdote cercano y nunca discriminó. “Miguel trataba de tú a tú a las personas; se les acercaba a los jóvenes para motivar en ellos el cambio. Así como podía tratar a una religiosa, a un abuelito, trataba personalmente con todos. Miraba de frente y hablaba con misericordia. Le llegaba a la gente con caridad y hablando en su idioma”, dijo en sonido de voz.
“Por eso es tan querido y su muerte ha impactado. Pero no es el dolor lejano hacia un pastor que nadie conocía; es un dolor en tono de amistad y de cercanía, porque además de ser sacerdote y pastor, Miguel era amigo de la gente. Pero no llevaba a las personas hacia él mismo sino hacia Dios”, pronunció Katherine.
“En su dimensión pastoral fue profundamente eucarístico. Era un apasionado por Jesús Eucaristía. Vivir sus eucaristías no era nada rutinario”, indicó.
Aunque externamente parecía ser apegado y conocía la realidad del mundo, Miguel era un verdadero místico y tenía unos dones espirituales bellísimos. De hecho, estudió demonología en Roma. “Sus prédicas eran como si nos hablara personalmente. Así como te hacía reír, de pronto te llevaba a la reflexión y hasta podías estar en llanto”.
En lo atinente a la labor social, le gustaba colaborar con las personas muy necesitadas, especialmente con los jóvenes, los estudiantes, enfermos y la niñez abandonada.
“Él acompañó muchas obras de caridad. Miguel era de conseguir donaciones y de ayudar a la gente sin publicarlo”. En ese orden, Katherine informó, que el sacerdote de 51 años, ayudó por mucho tiempo a la casa de las Hermanas de la Misericordia en Maiquetía.
El cardenal Baltazar Porras presidió las exequias del padre Miguel el 16 de abril, en horas del mediodía. Aunque sus amigos no le pudieron acompañar, siguieron la misa en Instagram, que es la modalidad implementada por la iglesia para evitar aglomeraciones.
El legado de Miguel Vargas permanecerá por mucho tiempo; pero junto a él, cumpliendo el incesante trabajo pastoral, cayeron otros clérigos víctimas de la pandemia.
“La Pascua nos toca de cerca con su incomprensible carga de muerte y vida, difícil de asimilar si no es en la empatía espiritual con Jesús nuestro hermano y guía”, expresó Porras. “La muerte con diferencia de pocas horas nos trajo anoche la noticia del fallecimiento del padre Miguel Pan, Scalabriniano y párroco en Alta Florida”.
“La pandemia no nos permite despedirlos como se merecen, pero el afecto y la cercanía que se haga presente”, dijo el administrador apostólico de Caracas, agregando una alerta al clero: “Cuidémonos para poder cuidar y seguir sirviendo a nuestra gente”.
El listado de duelos no terminaría con Miguel Vargas y Miguel Pan. El mismo viernes 16 abril, se agregaron los salesianos Luigi Verdecchia, en Caracas, y Bruno Masiero, en Valencia (Carabobo). Luego, la Conferencia Episcopal Venezolana informó de las cifras actualizadas de sacerdotes contagiados y fallecidos durante la pandemia.
Incluso con las restricciones en los templos y las medidas de bioseguridad, se demuestra que los sacerdotes, priorizando su vocación al servicio de los demás, no han ignorado su misión como “médicos del alma”, aun con los riesgos de contagio y muerte que implica.
LOS DATOS DE LA CEV: “Desde la llegada del Covid-19 al país, en marzo de 2020, hasta abril de 2021, la Conferencia Episcopal Venezolana ha contabilizado 201 contagiados y 24 fallecidos, entre los 2.002 sacerdotes presentes en Venezuela”, informó desde la CEV el periodista y sacerdote Pedro Pablo Aguilar.
“La cifra de los contagiados representa el 10% del total del clero venezolano, mientras que los fallecidos a causa del virus retratan el 11,9% de los contagiados, y el 1,2% del total de presbíteros en el país”. Entretanto, la población sigue orando en sus hogares.