A principio de este año el Gobierno de Cuba decidió dar un paso adelante en la conversión monetaria emprendiendo un proceso de seis meses mediante el cual las dos monedas oficiales: CUP (pesos cubanos) y CUC (pesos convertibles),se convertirán en una sola. En otras palabras, se eliminará el CUC y así se dejará circulando solamente el peso cubano (CUP) junto a divisas extranjeras.
Esta unificación, que en la pizarra funciona aparentemente bien, en la realidad lo que ha provocado es inflación, desempleo, más pobreza y larguísimas colas para todos: desde el cambio o la conversión de CUP en CUC hasta para comprar lo indispensable para la supervivencia humana. Si a ello se le aúnan los efectos de la pandemia, el asunto se complica, especialmente en ciudades como La Habana.
Sin embargo, el ingenio cubano aflora a la menor provocación. Y personas que no tienen trabajo o que necesitan ganar un poquito más, han hecho de la necesidad de hacer colas una virtud. Se alquilan para hacer cola por otras personas y cuando éstas lleguen a la tienda, ya no tengan que esperar por horas su turno de comprar lo poco que hay que comprar en la isla caribeña. A esta nueva “profesión” se le llama la de los coleros.
En muchos lugares del mundo, ir de compras puede ser una distracción. En Cuba no lo es. Habrá ocasiones en que, al llegar a una tienda, el cubano pueda encontrarse una fila de hasta 200 personas. Muchas de ellas son coleros, gente que se ha quedado sin trabajo y que se gana la vida alquilando su bien más precioso: el tiempo.
Por lo demás, el coronavirus, con 90.000 casos y 487 muertes, ha entorpecido aún más la salida de los cubanos a la calle. La crisis económica y de pagos en la isla se ha recrudecido por las pérdidas pronunciadas de uno de los recursos con los que contaba el gobierno castrista para enfrentar el evidente deterioro de una economía centralizada: el turismo.
Los coleros se sitúan sobre todo en las tiendas de comestibles y de productos de primera necesidad. De acuerdo con las existencias de las tiendas, un día se puede hacer cola para la carne y otro día para el aceite con el cual freír. Pero de ninguna manera se pueden hacer las dos filas en un mismo día. Y eso es justamente lo que hace que las colas no cesen.
La gente –sobre todo los mayores—temen contagiarse del coronavirus si se mantienen mucho tiempo haciendo cola. La distancia social no es una de las características de la idiosincrasia cubana. Y el cansancio por estar horas de pie, bajo el inclemente sol del Caribe, no es algo muy recomendable para los ancianos. Es la razón para recurrir a un colero. Y éste puede aprovechar, también, para comprar algo con el dinero que le pagaron y revenderlo después a mayor precio en el mercado negro.
Entre los coleros abundan profesionistas que fueron despedidos tras la conversión de la moneda, a principios de año. Desde oftalmólogos hasta agrimensores, pasando por una variopinta cantidad de profesiones que ahora tienen que hacer cola para otros y sacar algo con que mantener a su familia. Cálculos de algunos coleros indican que ocho de cada diez personas que están en la fila, venden su lugar.
Las medidas de higiene y los horarios restringidos han hecho que las colas comienzan muy temprano y se hagan muy largas, incluso antes de que las tiendas abran sus puertas. Según testimonios de los coleros, la gente, desde la cinco de la mañana va y “marca” su lugar, de tal suerte que las colas en Cuba no crecen hacia atrás, sino hacia adelante. Y las tiendas abren a las nueve de la mañana, con filas en las que los últimos encontrarán cualquier cosa para llevar a casa.
Un colero que trabaje tres veces a la semana, suele ganar entre 40 y 50 dólares, tres veces más que lo que ganaba como profesionista asalariado por el gobierno. Cuba sigue siendo un misterio de supervivencia, de perspicacia, de ingenio para vivir con lo mínimo y de una sórdida ira acumulada que poco a poco va resquebrajando la férrea conducción de toda la economía del Partido Comunista Cubano.
Por cierto, la “profesión” de colero no está reconocida por el Gobierno y si pillan a alguno haciendo cola por otro y cobrándole por hacerlo, lo pueden multar severamente.