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Mi cuñada Alma que vive en España salió a caminar, de excursión, con su esposo Juan Carlos y en el camino se toparon con una antigua ermita. Tomaron algunas fotos y me las enviaron.
“Seguro te va a gustar el mensaje grabado en el reloj sobre la pared de la ermita”. Amplié la foto y leí:
La verdad es que me encantó y me dio motivos para pensar un buen rato y reflexionar sobre nuestra fe y lo que creemos y repetimos al rezar el CREDO.
He recordado la ocasión en que un sacerdote amigo me preguntó por mis libros:
“¿Cómo va tu apostolado, Claudio?”
Su pregunta me estremeció. En esos segundo reflexioné sobre mi vida y lo que hacía con ella, lo poco que realmente confiaba en la Providencia Divina, lo poco que amaba, y sobre mi pobre fe.
Fueron apenas unos segundos, pero se hicieron eternos y me pareció que estuve una hora pensando en ello y en mi respuesta.
Lo miré agradecido y respondí:
“¡Ánimo!”, me respondió. Y señaló al oratorio donde estaba el sagrario con Jesús Sacramentado. “Pídele que te aumente la fe y seguro lo hará”.
A menudo le digo a Jesús como los apóstoles le dijeron en cierta ocasión, maravillados:
Cuántas cosas podríamos hacer con la fe...
La Biblia nos narra un momento imperdible en que los apóstoles se acercan a Jesús y le preguntan por qué ellos no pudieron echar fuera el demonio de un poseído.
La respuesta de Jesús trasciende el tiempo y nos muestra lo que seríamos capaces de lograr con un poco de fe.
Ahora lo sabes: con un poquito de fe, si tuvieras esa fe, “nada sería imposible para ti”.
Y si aún lo dudas, Jesús te lo vuelve a decir. No son palabras sin sentido, es así: