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Guía para quienes no podrán participar en la santa Misa del Domingo de Resurrección de Jesucristo o para quienes quieran prepararse espiritualmente para este momento culminante del año litúrgico.
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Esta celebración de la Palabra de Dios en casa se dirige a quienes no puedan participar en la santa Misa del Domingo de Resurrección en su parroquia a causa de la pandemia o de otros impedimentos.
Asimismo, esta celebración puede convertirse en una excelente preparación para vivir con provecho el misterio central de nuestra vida cristiana: la Resurrección de Jesucristo.
Guía general a la celebración
- Si usted se encuentra solo, es preferible leer las lecturas y oraciones de la misa de este domingo (que también podrá encontrar en esta guía) o seguir la misa por televisión o en Aleteia a través de esta página especial creada por Aleteia para Semana Santa. Esta celebración requiere al menos la participación de dos personas.
- Puede escogerse el horario más conveniente, en la mañana o en la tarde.
- Esta celebración se adapta particularmente a un marco familiar, de amistad o de vecinos. Ahora bien, en el respeto de las medidas del confinamiento, es necesario verificar si está permitido invitar a los vecinos o amigos. En todo caso, durante su celebración, deberán respetarse estrictamente las consignas de seguridad.
- Se ha de colocar el número de sillas necesario ante un espacio de oración, respetando la distancia de un metro entre cada uno.
- Podrán colocarse los ornamentos del espacio de oración que habíamos retirado el Viernes Santo: estatuas, imágenes, iconos, velas, flores. Para subrayar el carácter festivo, se podrán añadir dibujos de los niños, flores de papel, huevos de colores, e incluso bellas guirlandas de Navidad.
- Una cruz o un crucifijo deberán siempre ponerse en el fondo.
- Se encenderán una o varias velas, que deberán colocarse en un soporte incombustible (por ejemplo, un plato de porcelana o cristal). Al final de la celebración, se apagarán las velas.
- Se designa a una persona para dirigir la oración, quien establecerá la duración de los momentos de silencio y preparará la celebración.
- Se designan los lectores para las diferentes lecturas.
- Se pueden preparar cantos apropiados.
DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
Celebración de la Palabra
“Cristo ha verdaderamente resucitado”
La persona que guía la celebración toma la palabra:
Hermanos y hermanas,
Pascua es la victora definitiva del Amor
sobre las potencias del mal y de la muerte.
De este modo, el designio creador de Dios nuestro Padre,
traicionado por el pecado, ha quedado regenerado
por la entrega que su único Hijo ha hecho de su vida
por nosotros, sus hermanos, y por nuestra Salvación.
Alegrémonos, hermanos y hermanas,
nuestra vida no termina
y, tras nuestra peregrinación, terrena continuará para siempre
acogida, por amor, en el seno mismo de la Vida divina,
para nuestra felicidad inconmensurable.
Por este motivo, la Iglesia invita a todos sus hijos a reunirse
para elevar a Dios nuestro Padre una misma acción de gracias:
nuestra vida, ofrecida por amor, en comunión con la Eucaristía
de su único Hijo, Jesucristo,
nuestro hermano y nuestro Salvador.
En este Domingo de Pascua,
continúan las circunstancias excepcionales
que nos impiden participar en la celebración de la Eucaristía.
Sin embargo, sabemos que cuando nos reunimos en su nombre,
Jesucristo está presente en medio de nosotros.
Y recordamos que cuando se lee la Escritura en la Iglesia,
es el Verbo mismo de Dios quien nos habla.
Su Palabra se convierte entonces
en auténtico alimento para nuestra vida.
Por este motivo, vamos a conmemorar juntos
la Pascua del Señor, escuchando su Palabra de Vida.
Y lo hacemos con la esperanza
de participar en su triunfo sobre la muerte
y de vivir con Él para siempre en Dios.
Pausa
En comunión de corazón y espíritu con toda la Iglesia,
celebremos la Luz de Cristo
y pongámonos a la escucha de su Palabra que salva.
Después de tres minutos de silencio,
todos hacen la señal de la cruz, diciendo:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
El guía de la celebración sigue diciendo:
Para prepararnos a acoger la Palabra de Dios
y se convierta en motivo de purificación para todos nosotros,
reconozcamos con humildad nuestros pecados.
Sigue el rito penitencial:
Señor, ten misericordia de nosotros.
Porque hemos pecado contra ti.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Y danos tu salvación.
Que Dios Todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados,
y nos lleve a la vida eterna.
Amén.
Se pronuncia o canta:
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Se recita o canta el Himno del Gloria.
Amén.
Gloria in excelsis Deo,
et in terra pax hominibus bonae voluntatis.
Laudamus te,
Benedicimus te,
Adoramus te,
Glorificamus te,
Gratias agimus tibi propter magnam gloriam tuam,
Domine Deus, Rex caelestis, Deus Pater omnipotens.
Domine fili unigenite, Jesu Christe,
Domine Deus, Agnus Dei, Filius patris,
Qui tollis peccata mundi, miserere nobis.
Qui tollis peccata mundi, suscipe deprecationem nostram.
Qui sedes ad dexteram Patris, miserere nobis.
Quoniam tu solus sanctus,
Tu solus Dominus,
Tu solus Altissimus, Jesu Christe,
Cum Sancto Spiritu in gloria Dei Patris. Amen.
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios por los siglos de los siglos.
Nos sentamos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (10, 34a. 37-43)
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: “Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de cuanto él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano, había escogido: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre los muertos.
Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que cuantos creen en él reciben, por su medio, el perdón de los pecados’’.
Palabra de Dios.
R/.Te alabamos, Señor.
SALMO 117
Este es el día del triunfo del Señor. Aleluya.
R/. Este es el día del triunfo del Señor. Aleluya.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno,
porque tu misericordia es eterna.
Diga la casa de Israel:
“Su misericordia es eterna”.
R/. Este es el día del triunfo del Señor. Aleluya.
La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es nuestro orgullo.
No moriré, continuaré viviendo
para contar lo que el Señor ha hecho.
R/. Este es el día del triunfo del Señor. Aleluya.
La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente.
R/. Este es el día del triunfo del Señor. Aleluya.
Palabra de Dios.
R/.Te alabamos, Señor.
SECUENCIA
Recitamos la Secuencia de Pascua de manera alternada.
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado;
celebremos, pues, la Pascua.
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Al final del Evangelio, volvemos a aclamar la Resurrección.
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
Todos se sientan. El guía repite lentamente,
como si se tratara de un eco lejano:
“Cristo ha resucitado verdaderamente”
Aleluya, aleluya.
Permanecemos tres minutos en silencio de meditación personal.
A continuación, todos se levantan y profesan la fe de la Iglesia
con el símbolo de los apósoles.
ORACIÓN UNIVERSAL
Seguimos de pie. Los presentes pueden pronunciar las intenciones de oración que hayan preparado o pueden elevarse las que aquí presentamos. Entre cada una se dejará un momento de silencio.
Para que toda la Iglesia sea portadora, con sus obras y su doctrina, de la verdad de Cristo resucitado. R/. Roguemos al Señor.
Para que los gobernantes de las naciones sepan orientarlas por caminos de paz y de justicia, buscando siempre lo que conduce verdaderamente al bien completo de los hombres.
R/. Roguemos al Señor.
Para que el misterio de Cristo muerto resucitado ilumine y transforme nuestro mundo angustiado por el odio, la duda y la muerte.
R/. Roguemos al Señor.
Para que los enfermos víctimas de la epidemia, los agentes sanitarios, los que han perdido a sus seres queridos y cuantos sufren sientan la ayuda y el consuelo del Espíritu de Jesús resucitado.
R/. Roguemos al Señor.
Para que Dios Padre acoja en su seno de Amor a las personas que han perdido la vida a causa de la epidemia.
R/. Roguemos al Señor.
Para que todos los aquí reunidos vivamos la realidad de la Pascua, renovados por la gracia del Señor resucitado, y llevemos a todos nuestros hermanos el amor y la paz.
R/. Roguemos al Señor.
Los presentes pueden añadir intenciones de oración.
Te glorificamos y te pedimos que tu gracia renueve nuestras vidas, las sumerja en tu misterio y un día disfrutemos en plenitud de tu resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén
PADRE NUESTRO
El que guía la celebración introduce el Padre Nuestro.
Fieles a la recomendación del Salvador,
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
Se reza o canta el Padre Nuestro:
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
E inmediatamente todos proclaman:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
El guía sigue diciendo:
Acabamos de unir nuestra voz
a la del Señor Jesús para orar al Padre.
Somos hijos en el Hijo.
En la caridad que nos une los unos a los otros,
renovados por la Palabra de Dios,
podemos intercambiar un gesto de paz,
signo de la comunión
que recibimos del Señor.
Todos intercambian un gesto de paz. Si fuera necesario, siguiendo las indicaciones de las autoridades, este gesto puede hacerse inclinando profundamente la cabeza hacia el otro o, en familia, enviando un beso a distancia con dos dedos en los labios.
Nos sentamos.
COMUNIÓN ESPIRITUAL
El guía dice:
Dado que no podemos recibir la comunión sacramental,
el Papa Francisco nos invita apremiantemente a realizar la comunión espiritual,
llamada también “comunión de deseo”.
La Iglesia nos recuerda que
“se trata de un ardiente deseo de alimentarse con este Pan celestial,
unido a una fe viva que obra por la caridad,
y que nos hace participantes de los frutos y gracias del Sacramento”.
El valor de nuestra comunión espiritual
depende, por tanto, de nuestra fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía,
como fuente de vida, de amor y de unidad,
así como de nuestro deseo de comulgar, a pesar de las circunstancias.
Podemos ahora inclinar la cabeza,
cerrar los ojos y recoger nuestro espíritu.
Pausa en silencio
En lo más profundo de nuestro corazón,
dejemos crecer el ardiente deseo de unirnos a Jesús,
en la comunión sacramental,
y de hacer que su amor se haga vivo en nuestras vidas,
amando a nuestros hermanos y hermanas como Él nos ha amado.
Permanecemos cinco minutos en silencio en un diálogo de corazón a corazón con Jesucristo.
A continuación, cantamos o recitamos el Aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Todos juntos mirando hacia la cruz,
piden la bendición del Señor:
La persona que guía la celebración, con las manos juntas,
pronuncia en nombre de todos la fórmula de la bendición:
Dios Padre, que por la resurrección de su Unigénito
nos ha redimido y nos ha dado la gracia de la adopción filial
nos colme con el gozo de su bendición.
R. Amén.
Cristo, que por su redención nos obtuvo la perfecta libertad,
nos conceda participar de la herencia eterna.
R. Amén.
Y que, resucitados con él en el bautismo por la fe,
por medio de una vida santa
podamos llegar a la patria celestial.
R. Amén.
Y todos juntos, con las manos unidas, dicen:
Y la gracia de Dios descienda sobre nosotros
y permanezca para siempre. Amén.
Todos hacen la señal de la cruz.
Los padres pueden hacer la señal de la cruz en la frente de sus hijos.
Es posible concluir la celebración elevando un canto eucarístico.
Podemos concluir entonando un canto a María, como por ejemplo el “Regina caeli”.
Regina caeli, laetare, alleluia,
quia quem meruisti portare, alleluia,
resurrexit sicut dixit, alleluia;
ora pro nobis Deum, alleluia.
Reina del cielo, alégrate, aleluya.
Porque aquel a quien mereciste llevar, aleluya,
resucitó según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
Para seguir santificando la Resurrección del Señor, Aleteia le ofrece recursos de oración y celebración en su página especial de Pascua.
Asimismo, usted podrá encontrar, de manera gratuita, otros recursos en la página web de Magnificat.