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¿Es rentable ser generoso?

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Miriam Esteban Benito - publicado el 01/04/21
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Quien es generoso, multiplica sus bendiciones; o bien, como dice la sabiduría popular, “el que por otros pide, por sí aboga”

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La generosidad es la virtud de dar o compartir con el prójimo, sin recibir nada a cambio. Sí, es eso de hacer las cosas “gratis”, aunque a algunos pueda parecerles extraño.

Por suerte somos muchos los que consideramos que la generosidad es una de las mayores virtudes e incluso la impulsora de todas las demás. Pero en ciertos ámbitos, como por ejemplo el laboral, puede que no parezca muy rentable esta forma de proceder. ¿Es posible despuntar y alcanzar grandes metas siendo generoso?

¿Es esa la manera más efectiva y productiva de vivir la vida? ¿De dónde viene nuestro éxito?

Sonja Lyubomirsky, de la Universidad de California Riverside, realizó un estudio entre los trabajadores de Coca-Cola Iberia. Analizó durante unos meses la forma de actuar de sus empleados y llegó a deducir que los trabajadores más generosos eran los que obtenían mayor ventaja emocional y se sentían más a gusto en el trabajo.

El actuar de una manera generosa establecía en ellos una conexión directa con un estado de felicidad. Ya lo decía San Josemaría Escrivá: “Cuanto más generoso seas, por Dios, serás más feliz.”

La generosidad cristiana es fruto de la gracia de Dios. Hemos sido creados para servir. “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. El que intenta vivir con la conciencia de entrega y generosidad nos muestra lo beneficiosos que podemos ser para los demás y experimentará la alegría del “darse” por amor.

El hecho de cultivar una actitud generosa no es un valor pasado de moda. Aunque a veces se nos olvide, la generosidad va en nuestro ADN: es el motor de nuestra humanidad y del mundo. Ninguno estaríamos aquí si no fuese por la generosidad de nuestros padres.

La generosidad es una cualidad estrella en la espiritualidad cristiana. Dios no se deja ganar en generosidad. Además, dentro de nosotros, instauró el deseo de vivir una vida generosa. La generosidad nace de la confianza en Dios. Y como decía San Francisco de Asís: “es en el dar que recibimos”.

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Seguramente, todos somos capaces de dar sin amar, pero no podemos amar sin dar, sin darnos. La generosidad nos empodera el corazón y nos lleva a amar sin medida.

Ahora bien, aterrizando a la miseria humana, ¿es rentable ser generoso?

Si quieres alcanzar la “Riqueza”, haz de la generosidad tu forma de vida.

-Tu generosidad te permitirá vivir cada momento como una oportunidad.

A veces no somos conscientes del regalo que esconde cada momento del día. Si buscamos el servicio en cada uno de nuestros actos, estaremos continuamente en el camino de ser felices.

-Ser generoso te ayuda a ser agradecido. Pues te hace consciente continuamente de la suerte que tienes con todo lo que diariamente se te es dado.

-Tu generosidad ayuda a dar a cada problema el peso correcto. Te empuja a ser positivo. La generosidad nace de la confianza en Dios y eso mismo es lo que hace que pesemos cada circunstancia con la balanza correcta.

-Ser generoso crea fuertes relaciones personales y de amistad. Si nos entregamos a los demás, agrandamos el sentido de comunidad. Esto hace que nos sintamos más cerca de otros y ellos de nosotros. La generosidad, poco a poco, va reforzando ese vínculo de interconexión.

-Tu generosidad promueve la generosidad de los demás. Pues te hace salir de ti mismo y buscar aquello que es más importante para el otro. Nadie se siente indiferente ante un acto de amor. El amor genera más amor.

-La generosidad te hace gozar de una buena salud emocional y mental. Por tanto, te ayuda a tener una vida saludable con menos estrés.

En definitiva, como nos recuerda Clemente Alejandrino, "«Dios ama a quien da con alegría» (2 Co 9, 7), a quien goza dando y no siembra con mezquindad, para no recoger del mismo modo, sino que comparte sin tristeza, sin hacer distinciones y sin dolor; esto es auténticamente hacer el bien" (31, 8: Collana di Testi Patristici, CXLVIII, Roma 1999, pp. 56-57).

Esta es la auténtica rentabilidad de nuestra generosidad: obtener la felicidad que viene de Dios y que dura eternamente.

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