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Los matrimonios y las parejas también se pueden reparar

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Ignasi de Bofarull - publicado el 21/03/21

La obsolescencia programada es cosa de electrodomésticos. En el matrimonio, el amor verdadero busca un "para toda la vida"

No todo son malas noticias para los sufridos ciudadanos de a pie. Los gobiernos y las organizaciones supranacionales defienden sus derechos y demuestran que son capaces de dar un respiro a la economía familiar que anda muy baqueteada en estos tiempos de la Covid 19.

Obsolescencia programada

Parece ser que la obsolescencia programada de muchos productos electrónicos (fundamentalmente electrodomésticos) tiene los días contados. ¿Qué es esto de la obsolescencia programada? Encontraremos la definición en Wikipedia:

La obsolescencia programada u obsolescencia planificada es la determinación o programación del fin de la vida útil de un producto, de modo que, tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa durante la fase de diseño del mismo, este se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible por diversos procedimientos, por ejemplo, por falta de repuestos y la ausencia de herramientas, y haya que comprar otro nuevo que lo sustituya. Su función es generar más ingresos debido a que induce a compras más frecuentes para generar relaciones de adicción que redundan en beneficios económicos continuos por periodos de tiempo más largos para empresas o fabricantes.

La noticia que nos informa con todos los detalles de este cambio legislativo la encontramos en la prensa digital del 6 de marzo pasado:

“Los ‘manitas’ y los protectores de la economía familiar están de enhorabuena. Esta semana ha entrado en vigor en la UE y el Reino Unido el ‘Derecho a reparar’, una ley aprobada por el Parlamento Europeo (PE) en noviembre de 2020 que obliga a los fabricantes de neveras, lavadoras, secadores de pelo, televisores y otros productos de electrónica de consumo a garantizar que sus electrodomésticos puedan repararse durante al menos un periodo de diez años.”

Beneficiarios y perjudicados

El objetivo es aminorar la huella ambiental dado que, según las Naciones Unidas, los residuos electrónicos en 2019 generaron 53,6 millones de toneladas en todo el mundo.  En Europa la mitad de estos residuos son electrodomésticos estropeados y la UE es capaz de reciclar solo el 40%.

Los beneficiarios son por un lado la sostenibilidad del planeta y por otro los consumidores europeos mientras que los perjudicados son algunas empresas cuyo beneficio económico se verá reducido.

Seguro que si pudiéramos conocer la producción industrial de todo tipo de empresas veríamos que la mayoría trabaja muy bien, a fondo, con unos costes y precio razonable, pagando unos buenos salarios y velando por la salud de la tierra. Pero siempre existen unos listillos, a veces muy gordos, que aprovechan todas las rendijas para obtener el máximo beneficio.

Los matrimonios también son reparables

Sin embargo, el título habla de matrimonios y parejas reparables.

Pues sí, la primera parte de este artículo es solo una excusa para comparar los electrodomésticos con los matrimonios. Se puede. Parece como si las parejas se construyeran también con una obsolescencia programada. ¿Es así?, no está claro, pero desde luego hay analogías que nos pueden hacer pensar esto.

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Di simona pilolla 2|Shutterstock
¿Quién dijo que no habrá problemas? Pero se trata de resolverlos juntos.

Vamos a proponer una comparación en la que subrayaremos cómo en los últimos 60 o 70 años los matrimonios progresivamente duran menos. Se estropean a la mínima. Proponemos una afirmación más común de lo que parece: “Mi marido no funciona: lo echo de casa: que me traigan otro”.

¿Las parejas se rompen y no hay forma de arreglarlas? Desde luego no hay pliego de garantía, no hay piezas de recambio, no existen las herramientas sofisticadas que ajusten la pieza (¡una sola pieza!) que no funciona. Duran poco.

Según el INE, los matrimonios en los últimos diez años han durado entre 15 y 16 años. Y lo que vemos es que el matrimonio se acaba cuando los hijos andan en plena adolescencia. ¡Ay! Una época conflictiva en la que los hijos necesitan mucho a unos padres unidos, bien avenidos, con patrones, como guía coherente y asequible.

Pero las cosas no son tan fáciles. Los matrimonios se gastan, se deteriora la convivencia. Las iniciales expectativas puestas en el otro miembro de la pareja son letales. Unas veces por impaciencia, otras veces por razones muy serias, pero también a causa de mucha frivolidad.

Este tiempo de crisis no ayuda, desde luego. La pregunta del millón está en saber cuáles son las razones de tanta separación, divorcio, ruptura. La respuesta es dificilísima. Sin embargo, vamos a aventurar una posibilidad que anda detrás de muchas rupturas: el fatalismo, la desesperanza, el miedo. Y a la vez una egoísta lucha por el poder.

Consecuentemente, las últimas décadas del siglo XX y las dos primeras del siglo XXI se ha consolidado la creencia de que el amor dura lo que dura: “Fue bonito mientras duró”.

El amor es un sentimiento, se afirma, y nada se puede hacer frente a la fragilidad de este afecto que empieza con vientos poderosos y acaba con una desazón y un cansancio que no permiten enderezarlo. ¿Seguro que un matrimonio solo puede durar 15 años? Algunos estudiosos de estos temas señalan que el destino del amor matrimonial no es tan inexorable. Argumentan a favor de un nuevo concepto de amor menos voluble y más regido por la voluntad y la inteligencia. Insisten en que, el amor de pareja, uno de los afectos del cual dependen nuestras vidas de un modo tan acentuado, no puede quedar al albur del destino.

Sí se puede formar a los novios

Los novios deberían poder decirse: “Te quiero, y quiero quererte, y te querré y haré lo posible para que esto dure porque nos jugamos mucho”. Y la novia podría seguir: “¡y para alcanzar este objetivo voy a buscar las herramientas para que nuestro matrimonio dure: vamos a poner la voluntad y la inteligencia al servicio del bien de esta pareja que ahora tú y yo iniciamos!”.

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Sharomka | Shutterstock
El matrimonio tiene un fuerte componente de entrega y renuncia.

Existe un libro de un experto en estos temas, Javier Vidal-Quadras, que argumenta en esta dirección y que ha titulado su obra con mucha acierto: Después de amar te amaré. El amor matrimonial no es solo afecto, entrega corporal, pasión (planos vitales e importantes); sino que es fundamentalmente entrega personal, don de sí, proyecto, resiliencia, voluntad (planos imprescindibles). 

Matrimonios y parejas hiperrománticos

Podría ser que en la corriente dominante (mainstream), en la calle, en la sociedad, sin querer, se impusiera un concepto de matrimonio ligado solo a un relato romántico, apasionado, sublime lleno de todas las ficciones del mundo audiovisual y por eso mismo imposible de mantener tan arriba.

¿Es una definición calculada por los más poderosos para ganar más dinero? No en sentido estricto, pero a la ficción le resulta más rentable una historia de amour fou (amor loco) que una narración protagonizada por una pareja que vive heroicamente el día a día, la vida corriente.

Una pareja capaz de vivir la virtud de la fortaleza, la paciencia, la justicia diariamente para mantener vivo ese compromiso: ¡Qué poco vendería! Hay una película que habla de un matrimonio que lleva hasta el heroísmo su sentido de la justicia, pero no es lo usual. Estamos hablando de una película de Terrence Malik: Vida Oculta, (A Hidden Life, 2019). Ojalá estos fueran los nuevos temas de un cine orientado a la belleza de la verdad.

Beneficiarios y perjudicados de los matrimonios rotos

Los matrimonios cuando se rompen producen beneficios, desde luego, en la industria de los singles, de la belleza, de la ropa, del “coqueteo”, de los mediadores familiares, a veces psicólogos y abogados picapleitos que no quieren reparar el electrodoméstico-matrimonio si no que proceden al desguace.

más, algunos abogados, sotto voce, reconocen que es más rentable para el bufete la ruptura que la reconciliación. Esto se ve muy claro en la siguiente película: Historia de un matrimonio (Marriage story, Noah Baumbach, 2019). Pero es que además las herramientas que manejan los mediadores y abogados, a veces terapeutas familiares, son muy torpes. No tienen herramientas. O no las saben utilizar. Nadie se atreve a decir a la esposa, o al esposo: “¡Perdónale, no es tan grave! hay cosas más importantes que este conflicto tan nimio, por ejemplo, vuestros hijos”.

Y luego llega el dolor, cuando no el odio mutuo, que dura y puede durar toda la vida. El amor-romántico de hoy es obsolescencia pura. Y luego a buscar nueva pareja que puede que tampoco dure. Las parejas y matrimonios rotos no se pueden medir como un aumento de contaminación medioambiental. Sin embargo, hablando desde la ecología social es mucho lo que se pierde. ¡Donde están los “manitas” que reparan matrimonios! Hablemos al final desde el Evangelio: cuando la pareja vive en gracia de Dios es más fácil que el matrimonio no se estropee.




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