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Mística, científica, compositora… esta brillante abadesa alemana definió las cualidades del lúpulo que se incorporó a la cerveza en la Edad Media.
A lo largo de los siglos medievales, y gracias al impulso dado en los monasterios, la cerveza se convirtió en una bebida muy popular. Un siglo antes de que naciera Hildegarda de Bingen, muchos monjes y religiosas eran ya expertos fabricantes de cerveza que se utilizaba a menudo durante los tiempos de ayuno. Sus cualidades nutritivas la convertían en un “alimento” perfecto.
Antes la cerveza no sabía igual
En aquellos años de expansión de la fabricación cervecera, ésta se solía elaborar con una mezcla especial formada por hierbas aromáticas conocida como gruit. Esta fórmula le daba a la cerveza un sabor endulzado que la hacía, a veces, excesivamente atractiva a sus admiradores. Y aquí es donde entra nuestra querida Hildegarda.
Nacida a finales del siglo XI, Hildegarda ingresó en el monasterio de Disibodenberg donde iniciaría una larga e intensa vida conventual. En este y los siguientes cenobios que ella misma fundaría, Hildegarda dedicó su existencia a la oración.
El Ora et labora de esta sabia
Además de consagrar su vida a Dios, Hildegarda hizo suyo aquello de Ora et labora. A pesar de su frágil estado de salud que durante toda su vida debilitó su cuerpo, Hildegarda fue una trabajadora incansable. Escribió obras místicas que ella misma iluminó con hermosas imágenes; compuso piezas musicales para ser cantadas por sus hermanas; predicó en grandes catedrales; mantuvo relación epistolar con papas y emperadores; escribió una lengua propia…
Además de toda esta obra excepcional, la santa de Bingen escribió una extensa obra científica dividida en varias temáticas. En su Physica, texto que describía infinidad de plantas, Hildegarda de Bingen hablaba del lúpulo en estos términos:
“La planta del lúpulo es cálida y seca, tiene una humedad moderada y no es muy útil para beneficiar al hombre, porque hace crecer la melancolía en el hombre y entristece el alma del hombre, y pesa sus órganos internos. Pero, sin embargo, por su propia amargura, evita algunas putrefacciones de las bebidas, a las que se puede agregar, para que duren mucho más ”.
Esta fue la primera vez que aparece en un texto escrito las dos principales cualidades del lúpulo. Por un lado, tenía unas cualidades específicas que eliminaba bacterias del líquido lo que permitía una mejor conservación. Por otro lado, la cerveza, cuando se mezclaba con el cruit le daba un sabor tan dulce que creaba una especie de adicción.
Respecto a sus cualidades amargas, el lúpulo hacía que la cerveza no tuviera un gusto tan dulce, lo que “animaba” a un consumo a veces demasiado excesivo. La amargura incorporada por esta planta, “frenaba” en cierta manera su consumo.
Consejos prudentes en su época
En otra de sus obras científicas, Causas y remedios, Hildegarda de Bingen habla a menudo de la utilidad de la cerveza aunque también de los peligros que conlleva el abuso en su ingesta. “Ya esté sano o enfermo, si tiene sed después de dormir, beba vino o cerveza y no agua, porque el agua dañaría su sangre y sus humores más que favorecerlos”. Pensemos que en aquella época, el agua podía ser un líquido letal porque a menudo se recogía en condiciones insalubres y transmitía muchas enfermedades.
Por eso, las bebidas elaboradas con sustancias que eliminaban el riesgo de infecciones se consideraban más saludables, tal y como explica la propia Hildegarda. “Que nadie beba mucho en invierno porque el aire humedece los humores y porque si bebiera mucho los humores que tiene se desatarían y le producirían enfermedades. Beba vino y cerveza y evite el agua, si puede, ya que en ese momento las aguas no son saludables a causa de la humedad de la tierra”.
“Sus entendederas se confunden”
Parálisis, fiebre, epilepsia eran algunas de las enfermedades que se podían paliar, a juicio de Hildegarda, tomando un poco de cerveza. Siempre con moderación, pues como ella misma advertía: “Cuando uno bebe más de lo debido y sin moderación, sea vino u otro licor que pueda emborracharle, toda su sangre se diluye y se mueve desordenadamente y se difunde por sus venas de modo que sus entendederas y sus sentidos también se confunden igual que los ríos que se desbordan cuando hay fuertes precipitaciones de lluvia y provocan abruptamente inundaciones”.
El lúpulo ayudaba en estos casos a frenar el impulso de aquellos demasiado aficionados a la dulce cerveza elaborada hasta entonces.
En su amplia labor científica y médica, Hildegarda de Bingen dejó escritos remedios y consejos que incluso en la actualidad siguen vigentes. El lúpulo y su amargura aplicada a la cerveza fue uno de ellos.
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