Esta es la frase de Julio César Urías Acosta el pitcher mexicano que le dio a los Dodgers de los Ángeles su última corona en la Serie Mundial en las grandes ligas el año pasado, Julio Cesar Urias es mexicano y tiene detrás de su vida de éxito, el amor por sus papás, el amor por su fe en Dios, y su amor por la Virgen de Guadalupe
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Que dolor es tener un hijo con un tumor. Y los papás de Julio Cesar Urias tuvieron que que cargar con ese dolor, al saber que su hijo tenía un tumor en el ojo izquierdo. Más de diez cirugías pusieron aprueba la fe de estos padres, que veían con dolor que su hijo podría perder por completo uno de sus ojos, y vivir una vida de sufrimiento.
Todos sabemos como es la vida entre niños, y lo crueles que pueden llegar a ser ante un defecto físico. Esto le esperaba a Julio Cesar, el acoso; pero eso no disminuyó la fe de los papás: se encomendaron en todo momento a Dios y a la Virgen de Guadalupe.
Según ellos lo han expresado en varios medios de comunicación, su fe católica fue fundamental para enfrentar el tumor y las cirugías de su hijo: su fe en Dios y en la Virgen de Guadalupe les dieron la fuerza y la esperanza de que su hijo saldría adelante.
La familia del Sr. Carlos Urias y su esposa Juana Isabel Acosta, originarios del poblado La Higuerita en Culiacán Sinaloa México, tenían claro que el amor de ellos y su devoción católica los sacaría adelante.
Estos sentimientos y principios le dieron seguridad a Julio Cesar, a pesar del riesgo de perder por completo el ojo izquierdo. Las oraciones y las cirugías surtieron efecto: su ojo fue salvado.
Ciertamente su visión es casi nula, muy baja y en apariencia se le nota chiquito el ojo, casi como si fuera un guiño, pero se había salvado. Julio Cesar seguiría viviendo con un ojo disminuido.
Un brazo prodigioso
Pero la afición del papá por el béisbol, y las ganas de jugar a este deporte del pequeño Julio Cesar, lo llevaron poco a poco a desarrollar un brazo superdotado. Un brazo privilegiado, que poco a poco lo fue empujando en equipos pequeños de béisbol, hasta llegar a las grandes ligas.
Su potente pitcheo y sus potentes curvas tenían un destino, un equipo de otro mexicano: Fernando Valenzuela. Ese mítico pitcher mexicano, que también le dio triunfos por muchos años a los Dodgers de los Ángeles.
Pero era ahora el momento de un jovencito con un ojo disminuido, pero con un potente y privilegiado brazo con un alto grado y rango de ponches.
Los bateadores poco a poco sintieron la potencia del brazo del mexicano Urias. El mundo fue testigo de un milagro de esfuerzo, de dolor, de lágrimas, pero sobre todo de amor a Dios.
Los papás de Julio Cesar nunca renegaron de Dios por el tumor en el ojo izquierdo de su hijo. El amor de su familia y hermanos, el amor de sus papás, le dieron seguridad al niño, la fe católica fue fundamental para cimentar principios y valores, para que no se doblegara el jovencito Julio Cesar ante la adversidad.
El amor de los papás, el talento de los doctores que no claudicaron por salvar el ojo izquierdo y el poder de los milagros de Dios se hicieron presentes.
Hoy Julio Cesar es todo un mito. El año pasado, gracias a su pitcheo en la última entrada, los Dodgers de los Ángeles se coronaron en la Serie Mundial después de más de 30 años de no lograrlo.
“Así es como funciona Dios…”
Julio Cesar, desde el montículo, lanzó su bola ofreciéndole a Dios, a su México lindo y querido. Lanzó por el honor y orgullo de sus papás que no lo abandonaron en ninguna de las cirugías. Lanzó perfecto y elevó su mirada al cielo para dar gracias a la Madre de Dios.
Es sabido que Julio Cesar Urias es muy devoto de la Santísima Virgen de Guadalupe y que en su casillero tiene la imagen de la madre de Dios. Se declara católico, como su papá el señor Carlos Urias. No se cansan de decirlo y de dar gracias a Dios, y de declarar que sin Dios no es nada.
Y cuando se le pregunta a Julio Cesar por su ojo y su tumor, él solo responde: “Así es como funciona Dios. Me dio un ojo izquierdo malo pero un brazo izquierdo bueno”.
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