Fundadora de la Congregación de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, la Madre Antonia María de la Misericordia trabajó durante años para dar asilo a las jóvenes desamparadas que quisieron alejarse de la prostitución
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Conocido como el “oficio más antiguo del mundo”, la prostitución ha sido y es una de las lacras más vergonzosas de las sociedades de todo el mundo. La explotación sexual ha llevado a muchas mujeres a vivir situaciones desesperadas. Pero algunas tienen la suerte de encontrar refugio y amparo en personas que quieren ayudarlas a salir de ese mundo opresivo.
Al principio, Antonia María sintió cierto rechazo hacia esas mujeres. Pero su fe y el amor por el próximo la llevaron a convertirse en su ángel guardián.
Infancia en Suiza
Antes de trabajar en Madrid, Antonia María de Oviedo y Schönthal había vivido en distintos países. De hecho, aunque su padre era de origen español, nació el 16 de marzo de 1822 en la ciudad suiza de Lausana. Allí se había instalado Antonio de Oviedo y había contraído matrimonio con Susana Schönthal.
Quedó huérfana de padre a muy temprana edad. Susana asumió la educación de la pequeña Antonia María a la que se transmitió también sus creencias religiosas.
Años más tarde ingresó en un prestigioso colegio de Friburgo. Hasta que, con dieciséis años, salió para ejercer de institutriz. Su protegida fue Rosalía Caro Álvarez de Toledo, hija de los Marqueses de la Romana, con quienes viajó a distintos lugares de Europa.
Gran educadora
Cuando terminó su labor como institutriz de la primogénita de los marqueses, Antonia María regresó a Friburgo. Y fundó un pensionado en el que ejerció como pedagoga.
Su reputación se extendió entre la alta sociedad europea hasta que el embajador de España en Berna le ofreció un puesto como institutriz de las tres hijas de la reina María Cristina de Borbón y el Duque de Riánsares, las infantas Amparo, Milagros y Cristina.
Antonia María permaneció en Madrid hasta que Cristina, la más pequeña, contrajo matrimonio y su labor como institutriz finalizó.
De Roma a Madrid
En 1860, a sus 38 años y sin ninguna intención de contraer matrimonio, se marchó a Roma. Allí pasó unos años centrada en el estudio y en su formación espiritual de la mano de José María Benito Serra, obispo de Daulia.
Con él se reencontró en Madrid. Corría el año 1863. María Antonia había llegado a la capital de España para visitar a su familia paterna.
El padre Serra tenía, entre otras responsabilidades, visitar a los enfermos del hospital madrileño de San Juan de Dios. En él se sintió muy sensibilizado por las mujeres que allí llegaban.
Muchas eran mujeres humildes que ejercían la prostitución como única salida a su trágica situación. Fue entonces cuando le pidió a Antonia María que lo ayudara para poder crear y organizar una casa de acogida para ellas.
Ayudando a las necesitadas
En un primer momento, Antonia María sintió un cierto rechazo hacia aquellas mujeres. Pero pronto dejó de lado sus prejuicios y vio en ellas a jóvenes que necesitaban su ayuda.
En 1864 nacía el Asilo de Nuestra Señora del Consuelo en la localidad madrileña de Ciempozuelos. Durante cinco años, la casa dirigida por Antonia María y Monseñor Jose Maria Benito Serra acogía a las enfermas que recibían el alta del hospital San Juan de Dios y no tenían a dónde ir.
Allí se les daba ayuda material pero también consuelo espiritual.
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Hermana Antonia María de la Misericordia
Poco a poco, se dieron cuenta de que el asilo debía continuar vivo. Para ello pensaron que lo más adecuado era crear una nueva congregación que se centrara en el trabajo que habían realizado todo ese tiempo.
Así, el 2 de febrero de 1870, nacía la congregación de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor. Antonia María tomaba los hábitos y se convertía en Antonia María de la Misericordia.
Alternativas a la prostitución
Desde entonces y hasta su muerte, se volcó en ayudar a aquellas mujeres a las que les ofreció una luz de esperanza. Ella y sus hermanas se convirtieron en algo así como sus ángeles protectores. Hicieron ver a aquellas chicas que habían otras salidas mejores que la prostitución para poder sobrevivir en un mundo hostil.
La hermana Antonia María de la Misericordia quiso con gran ternura a aquellas mujeres dispuestas a huir de la explotación sexual y reivindicar una vida más justa para ellas. Según sus propias palabras, “las chicas son la gracia de Dios”.
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Misericordia todavía hoy
Hoy, más de 150 años después de su creación, su misión continúa viva, tal y como explican las propias hermanas en su página hermanasoblatas.org:
“El Instituto de Oblatas del Santísimo Redentor ha sido fundado para que las religiosas que lo componen trabajen acogiendo e instruyendo [a las chicas], abriendo para ello asilos gratuitos donde se las recibe sin restricción alguna”.
Y no solo ofrecen ayuda en Madrid, pues desde su fundación, la congregación se ha ido expandiendo por distintas ciudades de España para cumplir con su “compromiso solidario con las mujeres que se encuentran en contexto de prostitución en el empeño de recorrer con ellas un camino de liberación”.
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La Reverenda Madre Antonia María de la Misericordia falleció el 28 de febrero de 1898 en la Casa Madre, la que había sido su hogar durante años y el hogar de muchas religiosas entregadas a Dios y al prójimo y jóvenes en busca de consuelo a las que quiso hasta el punto de afirmar:
“Quiero que veáis en ellas la imagen del Redentor”.
Décadas después de su muerte, el 7 de julio de 1962, la Iglesia le concedió el título de Venerable.