“Señor, lo que Tú quieres, cuando Tú quieres y como Tú quieres”, María forma parte de la multitud de los “humildes de corazón” de Dios“¡Qué bonito si nosotros también podemos parecernos un poco a nuestra Madre!”, dijo el papa Francisco, pidiéndonos aprender a rezar como la Virgen María. Lo hizo durante la Audiencia General de este miércoles 18 de noviembre en la Biblioteca del Palacio Apostólico en el Vaticano.
En la tradicional audiencia semanal, sin fieles presentes debido a las restricciones por la emergencia sanitaria por el coronavirus, el Papa ha puesto como ejemplo a la Virgen María y su forma humilde de rezar: como los “humildes de corazón”.
“Señor, lo que Tú quieres, cuando Tú quieres y como Tú quieres”. “Ella, Mujer de oración, forma parte de la multitud de los “humildes de corazón”, con los que Dios preparó la venida de su Hijo”, afirmó el Papa.
El pontífice destacó que la Virgen María como la primera discípula de Jesús tenía un corazón silencioso, obediente, abierto a aceptar la voluntad de Dios por el bien de la Iglesia.
¡Qué bonito si nosotros también podemos parecernos un poco a nuestra Madre! Con el corazón abierto a la Palabra de Dios, con el corazón silencioso, con el corazón obediente, con el corazón que sabe recibir la Palabra de Dios y la deja crecer como una semilla por el bien de la Iglesia”.
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La Virgen María, mujer orante
En su discurso, el Papa continuó el ciclo de catequesis sobre la oración y centró su meditación en el tema “La Virgen María, mujer orante” (Lectura: Lc 2,39-40.51).
El Papa recuerda que la Virgen María, “cuando el mundo todavía la ignora, cuando es una sencilla joven prometida con un hombre de la casa de David, María reza”.
Una mujer en continuo diálogo con Dios, que pronto le encomendaría su misión. “Ella está ya llena de gracia e inmaculada desde la concepción, pero todavía no sabe nada de su sorprendente y extraordinaria vocación y del mar tempestuoso que tendrá que navegar”.
Subrayó que “María pertenece al gran grupo de los humildes de corazón a quienes los historiadores oficiales no incluyen en sus libros, pero con quienes Dios ha preparado la venida de su Hijo”.
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Corazón abierto a la voluntad Dios
El Papa invita a rezar como María en una actitud de apertura con el corazón siempre abierto a la voluntad de Dios ¡Cuántos creyentes viven así su oración! Aquellos que son humildades de corazón rezan así, con la humildad esencial, con humildad sencilla: “Señor, lo que Tú quieres, cuando Tú quieres y como Tú quieres”.
En su predicación afirma que los humildes de corazón rezan como María: “no enfadándose porque los días están llenos de problemas, sino yendo al encuentro de la realidad y sabiendo que en el amor humilde, ofrecido en cada situación, nos convertimos en instrumentos de la gracia de Dios: “Señor, lo que Tú quieres, cuando Tú quieres y como Tú quieres”.
El Papa aseguró, ‘todos podemos rezar así, casi sin palabras’: “Señor, lo que Tú quieres, cuando Tú quieres y como Tú quieres”.
Rezar como la Virgen que sabe calmar la inquietud
La oración sabe calmar la inquietud, sabe transformarla en disponibilidad: “Yo estoy inquieto y la oración me abre el corazón y me hace disponible a la voluntad de Dios”.
El Papa lamentó que a menudo somos ‘inquietos’, pedimos las cosas antes de anhelarlas y las queremos enseguida, que lleguen al instante.
“La vida no es así. Esta inquietud nos hace daño y la oración amansa la inquietud, sabe transformarla en disponibilidad” a Dios y las personas que sufren y necesitan.
Rezar como la Virgen para enfrentar el miedo y las pruebas más duras
El Papa indicó lo importante de pedir a Dios para que se quede siempre junto a nosotros en cada momento de la vida: “que no nos abandone en la tentación, en los momentos malos”. Así como pedía Jesús al final del Padrenuestro y María enseñó con su vida misma.
La Virgen María, en esos pocos instantes de la Anunciación, ha sabido rechazar el miedo, aun presagiando que su “sí” le daría pruebas muy duras. Si en la oración comprendemos que cada día donado por Dios es una llamada, entonces agrandamos el corazón y acogemos todo.
Se aprende a decir: “Lo que Tú quieres, Señor. Prométeme solo que estarás presente en cada paso de mi camino”.
María acompaña a los discípulos y la Iglesia
El Papa afirmó que María siempre en silencio acompañó a la Iglesia que nacía. Ella acompañó a los discípulos de Cristo con la oración silente, cuando sufrían, se desesperaban y añoraban a su maestro y se sentían perdidos.
“María acompaña en oración toda la vida de Jesús, hasta la muerte y la resurrección; y al final acompaña los primeros pasos de la Iglesia naciente (cfr Hch 1,14). Reza con los discípulos que han atravesado el escándalo de la cruz.
Reza con Pedro, que ha cedido al miedo y ha llorado por el arrepentimiento. María está ahí, en medio de los hombres y las mujeres que su Hijo ha llamado a formar su Comunidad.
Reza con ellos y por ellos. Y, nuevamente, su oración precede el futuro que está por cumplirse: por obra del Espíritu Santo se ha convertido en Madre de Dios, y por obra del Espíritu Santo, se convierte en Madre de la Iglesia”.
“María es silenciosa, solamente el Evangelio nos cuenta una oración de María”. Y recordó las bodas de Caná, cuando María le pide a su hijo, Jesús, de convertir el agua en vino. “Ella reza y deja el problema para que lo resuelva su hijo…”.
María, mujer de oración, unidad a Dios
Francisco destacó que siempre la presencia de María es una oración, entre los discípulos, en el cenáculo esperando el Espíritu Santo: “Así María da a luz la Iglesia, es madre de la Iglesia”.
El Catecismo explica: «En la fe de su humilde esclava, el don de Dios encuentra la acogida que esperaba desde el comienzo de los tiempos» (CCE, 2617).
En la Virgen María, la natural intuición femenina es exaltada por su singular unión con Dios en la oración. Por esto, leyendo el Evangelio, notamos que algunas veces parece que ella desaparece, para después volver a aflorar en los momentos cruciales: es la voz de Dios que guía su corazón y sus pasos allí donde hay necesidad de su presencia.
Presencia silenciosa, presencia de madre y de discípula
María – sostuvo el Papa – está presente porque es madre, pero también está presente porque es la primera discípula, aquella que ha aprendido mejor las cosas de Jesús.
María jamás dice: ‘ven que yo resolveré las cosas’ ¡no! ‘Hagan todo lo que él les dirá’. Siempre con el dedo señalando hacia Jesús (gesticula el Papa). Esto lo que hace el discípulo. Y ella es el primer discípulo: reza como Madre y como discípula’.
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19)”, dijo citando el evangelista Lucas que retrata a la Madre del Señor en el Evangelio de la infancia.
“Todo lo que pasa a su alrededor termina teniendo un reflejo en lo más profundo de su corazón: los días llenos de alegría, como los momentos más oscuros, cuando también a ella le cuesta comprender por qué camino debe pasar la Redención.
Todo termina en su corazón, para que pase la criba de la oración y sea transfigurado por ella. Ya sean los regalos de los Magos, o la huida en Egipto, hasta ese tremendo viernes de pasión: la Madre guarda todo y lo lleva a su diálogo con Dios”.
Francisco comparó el corazón de María “con una perla de esplendor” formada por la paciente acogida de la voluntad de Dios a través de los misterios de Jesús meditados en la oración”.
¡Qué bonito si nosotros también podemos parecernos un poco a nuestra Madre!, concluyó el Papa. Al final, la Audiencia General terminó con el rezo del Pater Noster (Padre Nuestro) y la Bendición Apostólica.