Un poco tétrica, la iglesia de Santa María de la Oración y de la Muerte se erigió para dar sepultura a los cadáveres sin nombre de la Ciudad Eterna
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En la famosa calle medieval de Roma Via Giulia (llamada así por el papa que la proyectó Julio II), se encuentra una iglesia muy particular… algunos dirían tétrica o macabra, por el modo en la que la decoraron: con calaveras y esqueletos.
Pero todo tiene sentido y significado si conocemos su importante historia.
La iglesia, llamada originalmente Santa Maria dell’Orazione e Morte (Santa María de la Oración y Muerte), para muchos más conocida como la iglesia de la Buena Muerte, fue fundada por una compañía, más tarde Archicofradía, denominada Oración y Muerte.
Esta compañía se encargaba de dar una buena sepultura cristiana a todos aquellos difuntos que se encontraban en las calles, campos o los ahogados en el Tíber, que no tenían familia y ni siquiera un nombre.
Fue la misma compañía que compró los terrenos para edificar la iglesia, que fue consagrada el 25 de marzo de 1576, con un oratorio contiguo y un gran cementerio, que llegaba hasta las orillas del río del Tíber, donde actualmente se encuentran las murallas de contención. Estas fueron construidas en 1886 para preservar la ciudad de las crecidas del río.
El cementerio dividido en salas, y sus muros están decorados con los huesos de los muertos, en forma de cuadros, lámparas, etc.
No es la única iglesia de este estilo en Italia, aunque hoy nos parezca un gusto bastante macabro. Era una costumbre de tiempos pasados, que recordaba la admonición de la Cuaresma: “polvo eres y en polvo te convertirás”.
Servía para recordar que el paso del hombre por esta tierra es muy corto y que la muerte, como decía san Efrén, “es para los hombres una especie de nacimiento. Los que nacen lloran al dejar el universo, madre de dolores, para entrar en el Paraíso de delicias”.
La compañía ha cambiado a través de la historia, pero después de 500 años sigue existiendo y comprometiéndose con la vida religiosa y pastoral de la ciudad, dando continuidad a la tradición de la “memoria de los muertos”, rezando en sufragio de las almas de los fieles difuntos, sobre todos los días 2 de noviembre.