Cuando las tres C de “calle, cárcel y cementerio” son reemplazadas por “capilla, colegio y club” son muchos los que pierden
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El sacerdote Nicolás Angelotti, miembro del equipo de curas de pastoral de las villas en Buenos Aires, fue interceptado llegando a su parroquia de San José, en La Matanza, por 8 individuos en 4 motos. El cura, reconocido por su labor social, fue golpeado para robarle el teléfono y su vehículo, y fue amedrentado con 6 disparos contra el piso. Los delincuentes lo identificaron por su apodo “Tano”.
El hecho delictivo, que el propio padre Angelotti denunció posteriormente, motivó la solidaridad del conjunto de los Curas de las Villas y Barrios Populares de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, que aclararon en solidaridad con el sacerdote: “Si tocan al padre Tano, nos tocan a todos”.
Aunque un sector de la prensa argentina asoció el violento amedrentamiento con la toma de terrenos, fenómeno en el que confluyen la necesidad de techo de numerosas familias y poderosas mafias que organizan las tomas y comercializan ilegalmente los terrenos, fuentes consultadas no confirmaron esta vinculación. Los curas villeros habían denunciado recientemente este accionar.
En la foto, a la derecha, padre “Tano”, el que aplaude frente al pastel de cumpleaños
Es que los intereses por amedrentar a los curas villeros pueden ser múltiples, y no son poco habituales las amenazas que reciben, por ejemplo, de grupos narcotraficantes. Con un completo programa de actividades formativas y educativas con epicentro en las capillas, entre otras, los curas villeros logran que niños y jóvenes encuentren sentido y ocupación, alejándolos tanto del consumo de ilícitos como de la posibilidad de ser mano de obra de los narcos.
Es un rasgo distintivo de la pastoral de las villas, como hizo en la zona y las comunidades de la parroquia del padre “Tano”, la creación de colegios y clubes donde antes operaban narcos, para convocar en aulas y patios a niños que, como una investigación policial en esas villas reveló hace dos años, son empleados para el narcomenudeo o para advertir la presencia de policía a cambio de poco más que una gaseosa.
En poco tiempo, la comunidad que encabeza el padre Tano creó para los vecinos de cuatro villas una escuela primaria, una secundaria, un jardín de infantes, un club deportivo, una granja para rehabilitación, más de 10 casas del Hogar de Cristo, comedores, entre otras acciones de promoción.
Cuando las tres C de calle, cárcel y cementerio son reemplazadas por capilla, colegio y club son muchos los que pierden.
Uno de los que leyó el comunicado de solidaridad con el padre “Tano” es el padre José María “Pepe” di Paola, quien años atrás dejó la Villa 21 en la diócesis de Barracas para proteger a la gente con la que trabajaba. El propio Jorge Bergoglio había sido el principal altavoz del riesgo que corría la vida de los curas y las comunidades pastorales de las villas. El padre Tano, de 36 años, maduró su vocación justamente en esa comunidad que tenía como párroco al padre Pepe.
“Este hecho lamentable nos toca a todos. La tarea pastoral, con fuerte resonancia social, que realiza Él junto a otros hermanos sacerdotes, en varias Villas y barriadas de la Matanza, forma parte de nuestra Misión de Iglesia. Es decir desde una fe que obra por el amor, buscar animar a las comunidades y ayudar a que sean protagonistas de su desarrollo humano integral”, expresó el Equipo de Curas de las Villas y Barrios Populares de Buenos Aires y Gran Buenos Aires.
Se trata del mismo equipo de curas que recientemente despidió al padre Basilicio “Bachi” Brítez, fallecido por COVID, cura referente de la misma zona que el padre “Tano” por el que el papa Francisco había pedido rezar.
Estar cerca de los más pobres dándolo todo por ellos expone a los peligros de todo tipo de enfermedades, también las de la violencia y la corrupción.
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