La organización humanitaria internacional de la Iglesia católica se ha movilizado para ayudar con las crecientes tasas de hambruna y otros problemas de gran calado
La emergencia sanitaria global victimiza no solo a quienes contraen la enfermedad, sino también a los afectados por las ramificaciones económicas de la crisis. Esto es especialmente cierto en los países más pobres, donde las consecuencias del virus son ciertamente inimaginables para millones de personas.
Nos hemos reunido con Aloysius John, secretario general de Caritas Internationalis, la organización que coordina las organizaciones de Caritas nacionales y regionales de todo el mundo.
Costantini: Los efectos colaterales de la pandemia quizás sean incluso más complicados y mortíferos que el impacto del virus en sí, en especial para las comunidades más vulnerables de los países más pobres. ¿Cómo afronta Caritas esta emergencia?
Aloysius John: La primera mitad de 2020 ha sido una pesadilla para nuestro mundo globalizado. La COVID-19, declarada pandemia, hizo que todo el mundo fuera viral. Cientos de miles de personas murieron en todo el mundo y el planeta globalizado empezó a actuar en solidaridad contra la pandemia. Pillados desprevenidos, políticos y científicos empezaron a proponer –o, en algunos casos, a imponer– una serie de comportamientos sociales: la norma ha sido aislamiento de la población, cierre de fronteras, importantes medidas sanitarias y distanciamiento social. Los ciudadanos normales se volvieron conscientes en extremo de la existencia de los otros y de los otros como amenaza, ya que podrían transmitir el virus.
Las personas dejaron sus métodos de trabajo normales para adoptar nuevas formas y adquirir nuevos hábitos laborales. Teletrabajo, trabajo desde casa, smart working, etc., son sistemas que empezaron a hacerse cotidianos en un contexto en que todo era incierto, excepto una cosa: ¡desconocíamos el futuro y adónde nos llevaba el virus!
“Lo peor no ha llegado aún, será las secuelas de la pandemia”, dijo el papa Francisco cuando nos reunimos con él en marzo.
“Debemos prepararnos para el futuro. Hay que empezar hoy y debe implicarnos a todos”, instó.
Siguiendo sus palabras, estamos seguros de que el impacto de la COVID-19 y lo que va a producir esta pandemia serán el desafío más importante. El Programa Mundial de Alimentos ya ha anunciado que habrá un problema de inseguridad alimentaria con más de 300 millones de personas afectadas por la hambruna en el futuro próximo. El crecimiento de los países en desarrollo se verá afectado gravemente como consecuencia de la recesión económica en el norte.
Las actividades agrarias están en un estancamiento debido a las dificultades de trabajo durante el periodo de confinamiento. Los más pobres serán los más afectados y esto conduce a un empobrecimiento de los más vulnerables. El acceso a servicios básicos como ayuda médica y atención sanitaria básica para los más vulnerables será también una preocupación principal. La COVID-19 debe ser un nuevo comienzo en el que los pobres sean atendidos, se aborden como prioritarias sus necesidades básicas y vivan con dignidad.
Actividades de Caritas Internationalis en respuesta a la COVID-19
Caritas Internationalis, junto al Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, ha emprendido una serie de actividades para responder a la COVID-19.
En primer lugar, se creó el Fondo de Respuesta Covid-19 para apoyar a los proyectos para las comunidades más vulnerables de los países más pobres. Esto se produjo como respuesta al llamamiento del papa Francisco al testimonio a través de gestos concretos de la solidaridad universal de la Iglesia. Por ahora, se han financiado unos 30 proyectos. A través de estos fondos, Caritas local implementa diferentes tipos de actividades para concienciar, para distribuir paquetes de alimentos –porque las personas pobres no podían tener acceso a alimentos debido a la falta de medios y trabajos–, además de atención médica a través de kits de higiene, artículos sanitarios, etc.
Otro ámbito en el que Caritas se centra en la actualidad es el fomento de actividades de difusión que apunten a abordar la crisis económica pos-COVID-19 desde un punto de vista de justicia social. Hoy, es momento de ser ágiles y de actuar con convicción, de pedir la condonación o reducción de la deuda internacional y de usar estos fondos para un desarrollo basado en la comunidad local. Las organizaciones con base en la fe, en especial las oficinas de Caritas, están bien ubicadas y pueden ser protagonistas efectivas en la promoción de un microdesarrollo local a través de estos fondos. Caritas emprenderá actividades de promoción en este ámbito, motivando a los responsables políticos a implicarse en este sentido.
Las organizaciones miembros de Caritas también han contribuido a implementar proyectos por valor de unos 15 millones de dólares en diferentes partes del mundo bilateralmente para sensibilizar y movilizar ayuda inmediata en términos de ayuda alimentaria, distribución de kits de higiene y artículos sanitarios y otros elementos de primera necesidad entre los más pobres y la población más vulnerable.
Sin duda, la COVID-19 va a afectar e influir en la respuesta humanitaria.
Si vuelvo la vista sobre las últimas tres décadas, hay tres momentos importantes que influyeron en las actividades humanitarias.
En 1992, el ciclón de Chittagong y los maremotos en Bangladesh generaron la noción de la preparación para desastres y, con el tiempo, se convirtió en parte de las actividades humanitarias y de desarrollo.
Más tarde, el superciclón y el terremoto de Guyarat llevaron a dar un paso más en la integración de la preparación para desastres, poniendo énfasis en conectar asistencia, rehabilitación y desarrollo. Este fue un paso importante a la hora de mirar las actividades de desarrollo desde una perspectiva diferente. El tercer momento fue la experiencia del tsunami y supuso un paso adelante crucial.
Costantini: Trabajando con Caritas, usted fue director de las operaciones de tsunami en Asia, con las que afrontó la devastación del tsunami de 2004. Ahora estamos afrontando una especie de tsunami global. Como ha mencionado, el Programa Mundial de Alimentos proyecta para todo el mundo que el número de personas en el límite de la inanición se duplicará como consecuencia de la COVID-19 y podría alcanzar los 230 millones de personas. ¿Qué lecciones aprendió usted del tsunami que podrían ayudarle a afrontar la situación actual?
Aloysius John: La experiencia del tsunami fue importante porque fue una síntesis de todo lo que se ha emprendido desde comienzos de los años 1990 y que ha conducido a una reflexión sobre la reducción del riesgo de desastres. Responsabilidad hacia los beneficiarios, la importancia de fortalecer a los protagonistas locales y, en pocas palabras, una respuesta a los desastres centrada en las personas que era holística e integral porque tenía en cuenta el medio ambiente. La experiencia del tsunami fomentó la idea de implementar una acción apropiada para las necesidades relevantes de la gente.
Ahora, la COVID-19 nos está llevando un paso más lejos.
Trae al primer plano la necesidad de empoderar a los actores locales en el Sur global y también construir una relación de seguridad y confianza. Este desastre sin duda va a acelerar el plan de localización, en donde Caritas local debe empoderarse para implementar proyectos y también actuar con los medios apropiados.
Ahora existe concienciación de que la respuesta a los desastres o los proyectos de desarrollo no pueden ser una ocurrencia del norte y, en segundo lugar, la COVID-19 ha destacado también que la respuesta a los desastres debe abordarse con un espíritu de corresponsabilidad. Debe darse prioridad a los actores locales, que deben empoderarse, para que piensen, desarrollen e implementen técnicamente sus propios proyectos impulsando consigo a las comunidades locales.
El futuro de la lógica humanitaria será diferente con más espacio y funciones para que el Sur global desempeñe su papel legítimo.
Esto también llevará a los actores humanitarios tradicionales en el norte a definir su papel en el nuevo paradigma de colaboración.
La respuesta a la COVID-19 necesitará más medios y voluntad política para afrontar la pandemia pero, por desgracia, los medios disponibles están lejos de ser suficientes y existe una necesidad de continuar la solicitud de unir manos con Caritas y otras organizaciones para apoyar a los más vulnerables.
Costantini: ¿Cómo decidió usted dedicar su vida al servicio de nuestros hermanos y hermanas a través de Caritas? ¿Puede decirnos algo sobre su vocación para ayudar?
Aloysius John: En cuanto a mi compromiso personal en Caritas, es un asunto complejo de responder. Se remonta a finales de los años 1970. Corría el año 1977, Vijayawada en Andhra Pradesh (India) se vio afectada por una tormenta seguida de maremotos y el número de muertos fue muy alto. Algunos amigos mayores que yo fueron a ayudar a los más pobres. El padre Ceyrac, un jesuita francés al que conozco bien, estaba en primera línea organizando el apoyo a las víctimas. Su motivación para la acción era: “¿Cómo puede un ser humano encontrar felicidad y plenitud cuando su hermano está sufriendo y vive con tribulaciones?”. Sus palabras clave para emprender la acción eran “compasión, servicio y empoderamiento”.
Un día de 1978, me reuní con él y conversamos sobre la respuesta en Vijayawada y me explicó lo siguiente: “La necesidad de servir surge de la compasión, servicio con compasión para empoderar a la persona servida. Una vez que la persona está empoderada, vemos que se percata de que la dignidad viene de ella misma”. Esto aún me guía en mi misión en Caritas.
En 1980, me uní a un centro de Caritas en Chennai para ayudar a los más pobres de entre los pobres, los leprosos y sus hijos. El lema de este centro era: “Nadie tiene derecho a ser feliz solo”. Estas reflexiones me ayudaron a acercarme a los más pobres y servirles. Es el encuentro con el pobre, el encuentro con quienes han sido dejados al margen de la sociedad lo que alimentó mis valores y dio sentido a mi fe. Puedo decir que el encuentro con los pobres conduce a la conversión y la transformación de nosotros mismos y nuestras actitudes.
El servicio a mis hermanos más pobres se convirtió en una parte integral de mi fe e incluso hoy día anima y condiciona mi actitud profesional.
Costantini: ¿Cuál ha sido el momento más conmovedor en su vida de servicio en Caritas?
Aloysius John: El momento más conmovedor en mi servicio en Caritas es cuando veo a las comunidades que hemos ayudado convertirse en autónomas y libres. Ahí experimentas un sentimiento de realización, porque la comunidad ha encontrado su dignidad humana y puede vivir plenamente su vocación de seres humanos. La experiencia más conmovedora fue el desarrollo de las tribus chakmas en Chittagong Hill Tract en Bangladesh. Apoyé este proyecto con Caritas Bangladesh de 1989 a 1994-95. Me reuní con estas comunidades muchas veces y pude ver su crecimiento y desarrollo de formas concretas.
Costantini: ¿Cuál es el valor añadido de Caritas? ¿Cómo marca Caritas una diferencia en el mundo de hoy?
Aloysius John: Caritas es algo más allá de una organización de desarrollo o una ONG. Es el servicio de la Iglesia con una visión clara. El papa Benedicto XVI escribió que Diakonia o la obra de Caridad es una parte integral de la triple misión de la Iglesia católica. La Liturgia, la Proclamación del Evangelio y la obra de Caridad están interrelacionadas y se presuponen mutuamente. La obra de Caridad es la misión confiada a Caritas.
El propósito de esta misión confiada por la Iglesia es servir, acompañar, defender y expresar solidaridad y amor a través de acciones concretas en forma de proyectos y otras actividades. Esto es exactamente lo que hemos hecho a lo largo de la respuesta COVID-19.