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Fray Ñero, un verdadero ‘callejero’ de la misericordia

COLOMBIA
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Lucía Chamat - Aleteia Colombia - publicado el 27/07/20
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Fray Gabriel Gutiérrez, protector de miles de colombianos en condición de calle, ha intensificado su ayuda y su llamado ante la indefensión y el olvido que sufren, especialmente en esta pandemia.

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La situación de los habitantes de calle de Bogotá en medio de la pandemia la conoce, como pocos, Fray Ñero, un franciscano que se ha dedicado a evangelizar con los más pobres en las calles, el “gran altar donde está el Cristo vivo”.

Él no le huye a los que todos evaden por su aspecto, él no teme a los que son considerados delincuentes o a los que deambulan víctimas de la drogadicción. Por el contrario, los abraza, los consuela, los asiste al momento de la muerte y les lleva alimentos y palabras de consuelo para soportar el frío, la soledad y el rechazo de la sociedad y de sus propias familias.

Su mayor preocupación actualmente son las 15.000 personas que pasan la cuarentena del coronavirus en los fríos andenes de la capital colombiana:

“Hago un llamado a las autoridades, quiero saber cuál es el plan para atender a esos 15 mil seres humanos que viven en las calles mientras hay cuarentena obligatoria. Los centros del gobierno no tienen capacidad para todos ellos, muchos están enfermos y otros han muerto solos, es imposible pedirles que usen tapabocas o se laven las manos de 4 a 5 veces al día”.

 

Los leprosos de nuestro tiempo

Fray Gabriel Gutiérrez Ramírez, de 63 años, nació en un hogar de ocho hermanos, con muchas necesidades económicas. Hace 32 años se ordenó sacerdote y ha trabajado con la población en zonas afectadas por el narcotráfico, el conflicto armado y la pobreza.

Hoy vive con su comunidad en pleno centro de Bogotá, pero desde que descubrió su vocación se expandieron para él los límites de su convento y se dedica a trabajar en los barrios cercanos con las personas que se refugian en parques, caños o canales, atrios de iglesias y plazas, en condiciones de vulnerabilidad, explotación y pobreza.

Hasta allí llegan fray Ñero y los voluntarios de la Fundación Callejeros de la Misericordia, dedicada a apoyar pastoralmente diferentes fenómenos sociales de calle como vendedores informales, trabajadoras sexuales, migrantes, artistas callejeros, afrodescendientes, comunidad LGTBI y todos los seres humanos que se han visto obligados o que por decisión propia se han ido a vivir a las calles de ese sector de Bogotá.

El 30 de julio de este año se cumplen 4 años desde que el sacerdote descubriera este fenómeno social y el drama que encierra la vida en condición de calle.

“En 2016 bajé por primera vez a un caño y encontré a una multitud de rostros que reflejaban momentos crueles de la vida. Allí me empezaron a llamar Fray Ñero, que entre ellos significa compañero, lo que es un honor para mí como sacerdote y como franciscano”.

Sin embargo, en general ñero es un término despectivo para llamar a una persona que vive en la calle y hace daño, viste mal o huele mal.

El religioso empezó a llevarles alimentos y medicina y se fue ganando su confianza. Así empezó a estudiar y comprender este fenómeno y a dar respuesta desde el Evangelio y desde el pensamiento de San Francisco a la realidad que viven “los leprosos de nuestro tiempo”.

La fundación les organiza jornadas de salud; les celebra la Navidad; los ayuda a contactar a sus familiares; les lleva comida, ropa y la palabra de Dios; los apoya en rehabilitación; los asiste en las más variadas necesidades y los ayuda a prepararse para la inclusión social.

 

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Fundación Callejeros de la Misericordia

Un ‘callejero’ incansable

Fray Ñero aclara que a las calles no se llega solamente por las drogas, la misma estructura social obliga a muchos a estar ahí; el desempleo, los problemas familiares, las enfermedades mentales, la pobreza lleva a muchas personas a la calle.

Es muy crítico de las políticas gubernamentales de gentrificación, que llevaron al gobierno de Bogotá a desalojar una gran “olla” conocida como el Bronx, el principal centro de expendio y consumo de drogas de la ciudad. “Recuperaron lugares pero no seres humanos. El Estado decidió acabar con ese lugar pero sin pensar en las personas, no se acercaron con ojos de misericordia o con una dimensión humanitaria y los desplazaron por toda la ciudad”, dijo hace algunas semanas al programa católico La Ventana.

A esos desplazados del Bronx fue a los que Fray Ñero encontró en un canal repleto de basura donde desembocan aguas negras y gracias a ellos empezó su labor en las calles, poco tiempo después de regresar de Mozambique, donde también hizo una gran labor social.

A ellos se agregan hoy los rostros de miles de migrantes que han llegado a Colombia en busca de mejores oportunidades y las familias indígenas embera chamí y embera katíos que llegan a Bogotá desplazadas por la violencia que aún persiste en algunas zonas.

Entre las más de dos mil personas las que asiste Fray Ñero regularmente también hay amas de casa, profesionales, vendedores, desempleados, artistas… Personas de todas las edades que han encontrado refugio en las calles, como el General Sandúa, un adorable anciano que vivía cerca a la iglesia de San Francisco y cuya muerte lloraron muchos el pasado mes de junio.

 

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Fundación Callejeros de la Misericordia

 

Su labor no se detiene, ni la muerte de su madre, hace menos de un mes, interrumpió sus recorridos por las frías calles llevando panes, bebidas calientes y tamales que donan los voluntarios que se unen a esta causa solidaria. Tampoco se detienen sus llamados a través de las redes sociales y los medios de comunicación para visibilizar a esta población y pedir para ellos un campamento humanitario donde reciban atención y se protejan de esta pandemia, para no aumentar drásticamente la cifra de 4.000 habitantes de calle asesinados y 27.000 afectados por lesiones personales en Colombia, durante los últimos diez años.

Con su sonrisa y su la calidez de su sonrisa, Fray Ñero seguirá siendo un ‘callejero’ de la fe y la misericordia porque está convencido de que “arrodillarnos delante del altar tiene sentido cuando hemos descubierto el altar del mundo, donde hay miles de seres humanos que necesitan ser acogidos ayudados y atendidos”.


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