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Diálogos de consultorio sobre un error de juventud

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Orfa Astorga - publicado el 07/07/20

En el consultorio, la joven mujer apesadumbrada contaba su historia

—Cuando tenía 17 años, cometí el error de acceder a tener relaciones sexuales con quien era mi novio. Me encontraba muy enamorada y segura de su promesa de matrimonio. Más de pronto la relación terminó de forma abrupta, dejándome con un tremendo sentimiento de tristeza, temor y culpa.

Era joven y me recuperé. Consideré que esa triste experiencia no me paralizaría para encontrar el amor verdadero. Así que no perdí la ilusiones.

Estaba terminando la universidad, cuando conocí un joven. Surgió un romance sincero por lo que creí de justicia revelarle mi error de juventud. Fue doloroso verle desconcertado y apenado. Luego, simplemente, desapareció de mi vida.

Hoy, a los 25 años, el amor ha vuelto a llamar a mi puerta y me planteo ocultar para siempre ese error de mi pasado. Temo que, si vuelvo a sincerarme, puedo sufrir de nuevo, al correr el riesgo puedo ver cómo un hombre que puede hacerme feliz se aleja de mí. 

—¿Has pensado los pros y contras de tomar una decisión u otra? —le pregunté.

—Vaya que lo hecho, ya que, como no resulté embarazada, es algo que podría ocultar.

—¿Conoces de alguien que no se plantea este problema?

—Sí, tengo amigas han equiparado el noviazgo a la convivencia íntima. Es más, algunas ya llevan varias relaciones, todas inestables, y aun así no se ven preocupadas.

—Que no se vean preocupadas, no significa que en su interior no lo estén —comenté.

—Sí, lo he pensado, pues quienes viven así, quieran o no, además de arriesgarse a una enfermedad de transmisión sexual, van dejando en las redes sociales un rastro imborrable de sus vidas. Justamente el esposo de la hermana de una amiga, ya felizmente casada, se enteró de su pasado a través de las redes sociales. 

—¿Tienes ese temor?

—Tal vez… Pienso que con quien fue mi novio guardo una faceta desconocida por mí. Y tal vez, hay una posibilidad remota de que la desvele — prosiguió titubeante.

En una ocasión, ese fantasma pareció desaparecer, cuando alguien que me pretendía sin conocer mi historia. Expresó que cosas así no le importaban, que ya había madurado y era de “amplio criterio”. Luego, fui descubriendo que no era fiel a sí mismo, y no lo sería a una relación formal, por lo que su “comprensión y madurez” no tenían verdadero sustento.

—¿Por qué piensas que esa persona no era fiel a sí misma?

—Resultó ser un soltero muy promiscuo, que pensaba que jamás sería rechazado por su enamorada pareja, y cuando por las redes me enteré de su conducta, me decepcionó. En mi más íntima verdad quiero ser de una sola pieza, es decir, no quiero engañarme engañando.

Ahora se me presenta la oportunidad de una relación de noviazgo con un hombre que me atrae mucho, completamente distinto, honesto, trasparente, apegado a creencias religiosas y valores familiares, lo cual me consta, pues tenemos ya un tiempo de ser buenos amigos.

—Entonces… ¿Qué pesa más en tu duda? ¿La sombra de las redes o tu propia conciencia? —le pregunté con la mayor delicadeza.

—No sabría decirlo, lo cierto es que siento temor y vergüenza por ambas cosas.

—Es así porque estás tratando a un hombre virtuoso, que tal vez no tuviera la disposición o capacidad para darle la vuelta a esa página de su vida, valorando y amando a quien realmente eres hoy.  O tal vez, sí la tenga.

Entonces, la forma de liberarse de esos sentimientos de duda y temor que te abruman, es tomar una decisión que responda a tu más íntima verdad, como tú misma los has dicho. Y en esta verdad, ser honesta y trasparente es lo que verdaderamente purifica.

Debes hacerlo sin olvidar jamás que la persona es más que sus aciertos o errores, pues mientras se viva, siempre podrá alcanzar mayor dignidad si se esfuerza en ello.

Sin embargo, tal decisión no es fácil, y lo más prudente, es que, en la etapa de amistad previa al muy posible noviazgo, fuera cuando decidieras en forma definitiva, el contar o no tu historia, considerando con toda tu fortaleza sus ventajas e inconveniencias.

Parte importante de las consideraciones que debes hacer, es que, cuando Dios no permite una relación afectiva, es porque siempre dará la oportunidad de encontrar a alguien aún mejor. Lo que te protegerá siempre, ante un rechazo, de sentimientos que puedan abatirte.

Mi consultante tomó la decisión de hablar y sincerarse con su pretendiente, ya sin ningún temor a fantasmas del pasado, ni a ser rechazada en su dignidad. Con plena entereza y confianza en la verdad de sí misma.

Consúltanos en: consultorio@aleteia.org

Tags:
adolescencianoviazgosexualidad
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