El Movimiento católico responde a una acusación contra el sacerdote José Kentenich basada en una denuncia, recogida en un documento desclasificado del archivo vaticano
“Rechazamos firmemente la acusación de que José Kentenich haya sido culpable de abuso sexual a miembros del Instituto de las Hermanas de María de Schoenstatt. Su comportamiento hacia otras personas –especialmente frente a las mujeres– siempre estuvo marcado por una pronunciada reverencia y estima, como también por el principio de la intangibilidad corporal, que también imprimió en sus comunidades”.
Así respondió hoy 2 de julio la presidencia general de la Obra internacional de Schoenstatt (que representa a todas sus comunidades) a las acusaciones contra su fundador difundidas en diversos medios de comunicación en las últimas horas.
La acusación contra el sacerdote alemán la ha difundido la ex profesora de teología e historia de la Iglesia en la Universidad Pontificia Lateranense y en el Ateneo “Regina Apostolorum” Alexandra von Teuffenbach.
Se basa en una denuncia que ella descubrió en los archivos vaticanos del Santo Oficio, accesibles a investigadores desde el pasado mes de marzo.
La denuncia de abuso sexual fue realizada en el año 1949 por una mujer consagrada como Hermana de María de Schoenstatt y está registrada en la documentación del proceso de canonización de José Kentenich, que exige sigilo.
El postulador de la causa de canonización del padre José Kentenich, Eduardo Aguirre, explicó a Aleteia que el Movimiento de Schoenstatt y la diócesis de Tréveris conocían, investigaron y desestimaron unas pocas acusaciones de abuso contra el sacerdote alemán hace décadas.
“La historiadora Von Teuffenbach dice que una Hermana de María acusó al Padre Kentenich de abuso sexual, pero este abuso nunca se demostró”, explica Aguirre.
El Padre Kentenich, fallecido en 1968, siempre defendió su inocencia y escribió en una ocasión en relación con una acusación de este tipo:
“Ante todo, en relación al ámbito de lo sexual, me atrevo a repetir a mi manera la palabra del Señor delante de un amplio público: ¿quién de ustedes me puede culpar y acusar en forma justificada del más pequeño descarrilamiento? ¿Quién puede demostrar, que yo he violado la regula tactus en algún lugar, cuándo y cómo? En relación a esto no he sentido durante toda mi vida la más mínima inclinación, mucho menos he tenido la tentación. ¿Por qué, a pesar de esto, los intentos de asesinato moral a descampado?”.
Sobre abusos de autoridad, sí se registraron algunas denuncias más, incluso de la superiora general de aquel momento, aunque muy minoritarias entre las Hermanas de María, actualmente unas dos mil en los cinco continentes.
En una biografía de publicación reciente (2018), que está siendo traducida del alemán al español y a otros idiomas, se puede encontrar mas información acerca de estas acusaciones durante la visitación realizada a las Hermanas de María por parte del obispo auxiliar de Tréveris en 1949.
Esas denuncias y sobre todo el informe desfavorable al fundador del visitador apostólico Sebastian Tromp, el sacerdote jesuita encargado por el Santo Oficio de revisar la obra de Schoenstatt, influyeron en la decisión administrativa de Roma de separar de ella al Padre Kentenich.
El sacerdote fue exiliado a Milwaukee (Estados Unidos), aunque nunca se presentó el cargo de abuso sexual ni se llevó a cabo ningún juicio.
Al cabo de 14 años, el Vaticano revocó los decretos que separaban al sacerdote de su fundación, invalidando con ello también la acusación de abuso de poder.
El Padre Kentenich regresó a Europa en 1965 (al final del Concilio Vaticano II) y asumió de nuevo una activa posición como fundador de Schoenstatt. El papa Pablo VI lo recibió en el Vaticano y le agradeció su fidelidad.
7 años después de la muerte del Padre Kentenich, el obispo auxiliar de la diócesis alemana de Tréveris Bernhard Stein abrió, en 1975, el proceso de beatificación de José Kentenich, con el visto bueno de la Santa Sede.
Tanto él como la Santa Sede conocían esas acusaciones de abusos contra el sacerdote fundador, que no impidieron que se abriera el proceso para que la Iglesia lo declare santo.
Quien fuera el prefecto del Santo Oficio durante el tiempo en que la Iglesia cuestionó al Padre Kentenich, el cardenal Alfredo Ottaviani, reconoció que se había actuado injustamente con él, pidió perdón por lo que se le había hecho y testificó muy positivamente en favor de su causa.